Fuiste tú la que un día, disfrazada de princesa, me llevaste al mundo de los cuentos. Fuiste tú la que me hizo ver las cosas con ojos de ver hadas de cuento, como los personajes niños de tus fábulas. Y desde entonces, mis ojos de ver hadas se posaron en ti, y vuelan tus vuelos de hada.
Princesa de un inexistente principado, hada de cuentos de niños, te convertiste sin quererlo tal vez, en reina de mis cuentos y mis sueños. Mis ojos de ver hadas, extasiados por tu sonrisa, se dejaron llevar por tu mirada hacia tu mundo interior. Y encontré un mundo colorido, pintado por tu mirada de hada. Y encontré espinas duras de dolor, convertidas en tiernas flores perfumadas. Y encontré arenas suaves donde recostarme, seguro de hallar calor.
Y no encontré lo que buscaba, yo egoísta. No encontré el amor sensual que no merezco, no encontré tu cuerpo dispuesto a recostarse conmigo en la arena cálida. Pero encontré un hada tierna, que con cariño inmenso y colorido, pintó mi vida. No la pintó como mujer, sino como hada. No la llenó de placer de cuerpo, sino de placer de cuento.
Desde ese día, princesa, tus ojos me llenan de vida y de color. Seguiría vivo si un día no existiese ya tu sonrisa, pero ya no habría color.
Te digo algo: todas las mañanas, al despertar, pienso en ti. Y siento que el color y el calor pueblan mi cuerpo. Y te imagino hada, volando de silla en silla, llenando de alegría y paz tu castillo pequeño. Y mis ojos de ver hadas, soñadores, llegan hasta tu casa, se conmueven de tu sonrisa, o de un gesto de enojo quizás, y viendo el sonrojo de tus mejillas, estremecidos de placer, comienzan el día como si ese día fuera un día de cuento.
Y te digo el por qué de esta carta. Decidí no pensar mas en ti cada mañana. Decidí cerrar mis ojos de ver hadas, porque estoy seguro de que no lo eres. Decidí que no serás mas la princesa de mis cuentos. Decidí alejarme de los sueños, que jamás serán reales. Al fin y al cabo, no me quieres como tu príncipe.
Anoche cerré mis ojos de ver hadas y princesas.
Esta mañana, abrí mis ojos, y traté de no pensar en ti con mis ojos de ver hadas. Lo logré. No te imaginé princesa, no te imaginé hada. Solo te imaginé mujer.
Y nada cambió. Seguí enamorado como en un cuento, pero de una mujer.
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