Y antes que el mundo fuera domado por los años venideros, estaban en el principio Ennes, Señor del destino, y Lossad, Dama de la eternidad, quienes al ver la soledad que había en el vacío lloraron desconsolados, y de sus seres celestes dejaron caer dos lágrimas. una dorada y otra plateada, y de ellos nacieron Él y Ella, a quienes llamaron Edialë y Eilu, los Señores del Tiempo, quienes fueron amos del infinito, pues sus ojos miraron el principio y sólo ellos verían el final.
Entonces aquellos, se tomaron de la mano, cuales hermanos amados y sintiendo la misma tristeza de sus padres, con su poder tan vasto crearon las estrellas, para que así el vacío no fuera tan misterioso. Y Eilu tomó algunas estrellas y las convirtió en nubes celestiales, mientras Ediaë hizo que aquellas, a las que llamó hijas, brillaran hasta estar conformes con su pensamiento.
De pronto la voz de Él se hizo presente en el vacío y fue tan grandiosa que le dio orden, naciendo así el cosmos, al cual Eilu con su arrullo hizo nacer la gama y la energía.
He ahí la primera obra de la vida de los Señores del Tiempo.
Cuando fue el universo, Edialë que coexistía como elemento, sintió separarse de su idea y de su pensamiento nacieron cuatro llamas de la vida, que eran el misterio de su poder. Y ellas se llamaron, Loín, guardián de Miánir, la llama del viento.
Uvil, guardián de Huémo, la llama de la montaña.
Yabel, guardián de Brilama, la llama del bosque.
Lassael, guardian de Taruét, la llama del fuego.
Y ellos fueron los Luémentari.
Entonces a aquéllos, Eilu les dio forma divina y con su magia los hizo entes del misterio de Edialë, que poco después le llamaron Luéme, la luz eterna.
Luéme comenzó así su segunda obra, pues de su corazón que aun latía, sacó la quinta llama misteriosa que lo conformaba y Eilu tomó su corazón y su pensamiento, y volviéndo ambos luces en el vacío hizo que orbitaran en el centro de la nada.
Orbitaron de manera tan rápida, que sólo luz se miró de ambas y al final hubo un estallido armonioso que dio vida a una esfera hermosa que brillaba cual esperanza eterna. Luéme tomó aquella llama misteriosa, poniéndola en medio de la esfera luminosa, que al sentir el calor de su esencia, cobró vida con su magia. De pronto Eilu le dio un soplo de su brisa, naciendo así Evea, el mundo antigüo, donde los Luémentari con sus llamas de vida, le dieron fulgor y sustancia.
Poco después mencionaré las dos obras siguientes, con las cuales culminó el esplendor de la vida, pues fueron cuatro obras hermosas, con las cuales los Señores del Tiempo dieron inicio a lo que nos rodea... |