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Tratado de Obsesiones Remitidas



—Estoy esperando una carta urgente —dijo—. Es por avión.
El administrador buscó en las casillas clasificadas.
Cuando acabó de leer repuso las cartas en la letra correspondiente pero no dijo nada.
Se sacudió la palma de las manos y dirigió al coronel una mirada significativa.
—Tenía que llegarme hoy con seguridad —dijo el coronel.
El administrador se encogió de hombros.
—Lo único que llega con seguridad es la muerte, coronel.


Algunas veces siento que hay quienes esperan toda la vida una respuesta sin entablar un diálogo previo pues las palabras que quedan ocultas tras los latidos del corazón en los pequeños instantes en que te veo, se han convertido en un lenguaje poco convencional. No distingo entre arritmia o taquicardia, entre tartamudeos y miedos, miedo a que mi anonimato haya sido revelado. No puedo confiar en nadie, incluso en ti. Tengo terror en que me veas y pienses: ¡otra vez el idiota que me acosa! Me pregunto si esta táctica no es absolutamente absurda mientras la razón sugiere una estrategia mucho más sencilla: provocar un encuentro, hablarte (el pretexto es lo de menos, por mas ordinario que parezca, a otros les funciona, ¿por qué tengo que escribir para expresarme, porque a mí no habría de funcionarme?). Debo mostrarme “amable”, dejar el nitrato de plata por la mañana y cambiarlo por dosis elevadas de valor, seguir tomando el mismo camino, ¡sí!, pero dar vuelta antes, en el cruce de la calle te olvido, doblar inmediatamente por me atrevo e ir decididamente hacia ti. Será fácil, solo diré: Hola. ¡No! Mejor de una buena vez atrévete y dile: ¡Si, soy yo!

Esta noche me asiste nuevamente tú recuerdo. A diferencia de otras veces, viene acompañado de una lamentable reflexión: ¿se ha degradado el amor? ¡No! Suena como si alguien ya lo hubiese escrito. Además, parece trillado. Entonces recuerdo y le reclamo exasperado a Benedetti: ¡no hay táctica ni estrategia! Nuestro puente indestructible se derrumbó debido a la carga de las palabras que guardamos para después; para el tiempo de ser cómplices y andar por la calle codo a codo pero nunca fuimos más que dos. Lo único cierto –encaro furiosamente producto de la frustración de esta hoja en blanco e ideas retomadas- , fue que el rostro de vos, miró hacia otro lado y me atrevo a pensar que existe una soledad profundamente desolada.

–Tus versos no me sirven. Descubrí un lenguaje en el que no escribiste. Sospecho que lo conociste y no te atreviste a descifrarlo- . Me refiero al lenguaje absurdo de las miradas. Ese que parece nadie conocer, que todos niegan con la firmeza de haberlo experimentado. Aquel que saca chispas, que produce escalofrío, que paraliza, que está ahí y de repente no está, que se esconde, que tímidamente se asoma y te mira de frente, que te atrapa, que anuncia el fin de la interminable búsqueda… es cuando dudas pero encuentras certeza en su mirada: ella tiembla igual que tú, balbucea, siente lo mismo ¡es ahora, díselo! y cuando finalmente parece que el gran secreto será revelado, te decepciona. Porque sin decir nada, alguien ya nos lo había advertido: ¿te molesto con estos resultados?

¿Por qué me dijo que me vio en el pasillo? Me sorprendo mirándome en el reflejo de la ventana. Otra vez paso y no me dijo nada. Está jugando. ¿Quiero jugar? Está bien, si se despide, le regreso la cortesía. Pero sin mostrar mucho interés. Tampoco ser indiferente. Bueno, a ver. ¡Necesito escribir algo! ¿Por qué no apuntas las ideas que te llegan animal? ¡Claro! El teléfono, anoche gravé un par de cosas… ¡mmmm, hubiera seguido viendo la película! ¡Lo del metro güey! ¿Cómo era? Sucede que un día cualquiera, por la tarde (y, es importante la ubicuidad) mientras miras por la ventana evaluando la posibilidad de hacerle el honor al primer cigarro del día… es cierto, no he fumado. ¿Me traje los cigarros? Aquí está: creí ver llover, pero entonces me confundí. No sabía si era agua lo que caía o si la nostalgia de tu partida se precipitaba del cielo haciendo inaccesible… ¿Qué puede ser inaccesible en la lluvia? ¡Los caminos! ¿Caminos hacia qué? Los caminos hacia ella, para que no se vaya… ¡Ya la cagué! Retoma lo de la precipitación. Pero esta vez lo apuntas ¡imbecilito!

Surge el primer inconveniente: ¿Qué hago con mi careta? ¿Permanezco oculto o me muestro cual soy? ¿Qué haré cuando descubra que todo esto es una más de las historias que atraviesan por mi mente, otra más archivada en el ordenador y en busca de personajes reales o de un autor comprometido? Ya no hay nombres capicúas. No hay recuerdos de un París lluvioso, ni espejos con nombres propios que atrapen las lacerantes lágrimas de aquellos que en él se reflejaron. No hay historias que borrar ni amigos que incomodar. No hay futuro. Todo se vuelve un continuo presente, destacando dos personas: yo y él; un solo modo: pretérito pluscuamperfecto. Para ambos, una sola conjugación: Hubiera. Entonces… ¡el Hubiera si existe! Vivo desde hace mucho en él. Pretendo salir, pero me atrapa. Tiene secuestradas todas mis ilusiones, ¡pero ésta, no! No quiero permitirlo. Debe existir una realidad alternativa donde pueda ser… ¿Feliz? No importa el estado, ni el instante, solo quiero Ser. Pienso, luego, existo. Pienso: la felicidad es directamente proporcional al grado de estupidez de cada individuo… ¿existo? Soy infeliz pero no soy un genio. ¿Será que El tratado de la estulticia es un manual para principiantes? Siento, luego, ¿pierdo la razón de mi existencia?

Y si… No necesito paragua,s tengo el cigarro que me… ¡No! A ver… El humo húmedo del cigarro se desliza toscamente por la garganta debilitando mis súplicas… ¡Que mamón! El humo húmedo del cigarro ¿Se puede mojar el humo? ¡Signos taradito! o ¿es una figura retórica? ¿Cómo dice Pellicer? Soledad, agua vacía o ¿es el amor? Pal caso es lo mismo. Cuando crees encontrar el amor resulta que estas solo y en ambos casos, hay un vacío. ¡Claro! Si miras un chorro de agua, el de la tarja, donde se está lavando las manos ese güey ¿si lo saludé? Da la impresión que tiene cuerpo. Sabes que corre o que cae. Puedes tocarla. ¿Sí?, ¡Sí! Sientes que cae en tu mano. Hay una sensación, de vacio ¿no? Pero, a ver, agárrala güey. Si la ves y la sientes ¿Por qué no la puedes agarrar? ¡Ahh puto Pellicer! Te lavabas las manos para escribir. Yo fumo. ¡Un puto cigarro! ¿Ya se fueron?

De nuevo llego a este punto: la ficcionalidad. ¿Cuántos personajes habré creado? ¿A cuántos les arruine la vida heredándoles mi cobardía? ¿Cuántos habré salvado sombreando sus historias y oprimiendo delete? ¿Juego a ser dios o dios juega a sombrear mis historias? ¿Por qué no aprieta delete? ¿Acaso no tiene otros personajes? Recuerdo uno: Adán. A él le quito una costilla y le dio su némesis. Y al mundo: el origen de la tragedia. Las relaciones humanas comenzaron y de ahí hasta la fecha el juego de las vanidades, la rivalidad, el ego, la soledad. Poseer al otro sin importarte sus sentimientos. Irrumpir abruptamente en su concentración por ignorar al mundo: acosarlo, mermarlo, establecer roles, formar una familia, convertirse en un animal social: Señor, yo no soy digno de que vengas a mí pero una palabra tuya bastará para sanarme. Imploro al dios sátiro y vengativo, al de las utopías del amor entre los hombres, al dios que se hizo hombre, al cordero de dios que quita los pecados del mundo, al bufón crucificado: ¡Que se abran los cielos que espero tu venganza! Puedes quitarme cada hoja donde aparezco, cada párrafo, cada punto, cada coma, incluso puedes sangrar mis sangrías, llenarme de viudas y valles dolosos, quitarme la piel del lomo, dejarme sin colofón y escribir mi obituario… Ya lo has hecho. ¿Acaso no soy digno de ser creado a tu imagen y semejanza? Soy el personaje de una historia terminada antes de iniciar; absurdo, incongruente, lamentablemente humano y tristemente inteligente pero con alma de payaso y por eso lo hecho todo a perder. Hilvano ficciones con fragmentos de realidad. De esta copula visceral nació el personaje en el que me he convertido. A veces tengo que jurar que existo, no encuentro pruebas y sin embargo… ¿existo?

Me aferré a un último párrafo. El momento exacto en que apareces en mi vida. Lo tengo todo escrito con tu puño y letra. Lo guardo para cuando sepas que existo. ¿Por qué sabes que existo, verdad? En ocasiones, esta duda se acrecenta ¿Sabrá que soy yo o solo son mis nervios? ¿Entonces porqué aquella reacción de la otra vez? ¿…Y si me confunde con alguien más? Me convenzo de que ni siquiera aparezco en tu lista de sospechosos. ¿Se puede existir pasando desapercibido? Funciona para el diablo, el cual se empeña en hacernos creer que no existe. Aún así, para que éste tenga sentido, necesariamente debe haber una contraparte que le de sustento pero en este momento he olvidado su nombre. Tal vez porque al igual que tú, tampoco está interesado en mi existencia. ¿Soy yo el que escribe o es mi personaje? Se desdobla lentamente por el teclado construyendo frases sin sentido, mientras, yo, perdido en la ventana, contemplo un clima de locos para una ciudad demente. Se ha vuelto costumbre escribir mientras el cielo se cae.

En la lluvia todo puede suceder, la simple permutación de la mirada, el olor a tabaco requemado, el quejido de una sirena o la campana de la basura facilitan el escape hacia otra dimensión. Sin embargo, la idea literaria termina siendo vencida por la dramática soledad de la gente corriendo para ponerse a salvo sin que nadie pueda entender que no hay sitio para ocultarse, el cielo se está cayendo y no hay cielos que alcancen para soportar todo mi dolor. Algunos cobardes como yo, huyeron por el meteoro; otros, cansados de vivir eternamente sus miserables vidas, se quedaron para diluir sus pecados, en busca de expiaciones. Yo, en cambio y cómodamente fumando, los envidio. El cristal se ha empañado y no puedo ver que hay detrás de una ciudad violenta y odiosa, que ha cultivado hongos que se nos pegan a los párpados, que se vuelven pesados, que te obligan a cerrar los ojos pero en la oscuridad del espíritu no me atrevo a soñar. Guardo en el cajón de cartón arrugado las esperanzas inéditas de pasajes que jamás sucedieron. La lluvia termina por alcanzarnos entre tanta parafernalia, entre tantas líneas que quedan por escribir. Cartas del deseo, cartas que nunca tienen vuelta de correo pero que aguardo con la ansiedad del coronel por su pensión, espero, como quién está debajo de la lluvia, como alguien que ansia que termines de absorber el fanático relámpago de su vida. Cartas tristes que incluyen esperanza, cartas que nunca tienen respuesta, cartas como aquella que escribí el día de tu cumpleaños que igual que los tulipanes se marchito esperando que regresaras de viaje, cartas que por no averiguar en el momento adecuado entregué junto con las flores a tu marido:

Desde hace mucho tiempo sé que hoy es tu cumpleaños. Es algo que no olvido como caminar, respirar o hablarte en el tráfico, aunque no vayas en el asiento de al lado. Tampoco olvidé dedicarte un momento del día para pensarte, nombrarte o simplemente regalarte un suspiro. Procuré darle las buenas noches a mi almohada, arroparla y acariciarla, dormir con ella abrazado y despedirme de ti por las mañanas, cuando salía para buscarte. Al término de la jornada, llegaba a revisar la contestadora que permanecía, también, vacía.

Luego instalé el identificador, un poco tarde, supongo, pues ya nadie llama y al escucharme cuelga intempestivamente y repite lacerantemente el tono de marcar, como si mi voz te llevara por la fibra óptica hacia un lugar conocido, un sueño recurrente del que quieres escapar, un cordón de plata que separa delicadamente los límites de la obsesión y de la necesidad. Es mi lugar secreto, donde te espero desde hace tiempo, no es la tierra de los sueños ni de las pesadillas pero es el único sitio donde pude realizar las promesas que no cumplí, desde donde te escribo. La dirección está en el remitente.

Debo confesar que ha sido difícil enfrentarte hoy. Quisiera que fuera más sencillo, como evitar el paso del tiempo al no verme al espejo o enviarte flores sin motivo aparente. Tal vez solo quería cerrar un ciclo en mi vida, pero con la esperanza de que tu existencia sea tan larga que podamos retomarnos en condiciones diferentes. Cuando el tiempo no exista y la eternidad se construya a través de la historia no contada de tú destino entrelazado con el mío.

Espero volverte encontrar y tener el valor de no temblar demasiado para no abrazar a tu ausencia. Para no perderme en los recuerdos que archivas en la gaveta de las cosas sin sentido. Prometo estar preparado: me quitaré el orgullo y tiraré mis prejuicios. Me vestiré de compromiso y cargaré mi decisión. Después de todo este tiempo andando errante, huyendo de ti, cansado de extrañarte, por fin comprendí que en el devenir de la vida terminamos encontrándonos y aunque a veces bajemos la mirada, sabes que nuestras almas caminaron juntas y es por eso que nos hacen coincidir.

¡No mames que patético! ¿No sabías que estaba casada? –¿Eso importa? -¡Claro güey! Se han de haber estado cagando de la risa juntos… Imagínate, leyendo tus mamadas y… ¿hace cuanto tiempo que no la ves? –Cómo diez años. -¡Chale! Dedícale una chaqueta y ya… Bueno, igual y no se mearon de la risa pero ¿Tú crees que el marido le iba a entregar las flores que otro pendejo le trajo el día de su cumpleaños? –Pus, es que no estaba, andaba de viaje… -¿Es la aeromoza?

Ese día había venido el Mamado a beber a mi casa. Pensé en una pedita tranquila, una botanita, Pink Floyd, Pearl Jam… una platiquita agusto y shalala shalala. Pero el Mamer pude ser el diablo. Le dije: -Con una de Jack Daniel´s ¿no? –Nel, ni pal arranque, contesto. -¿A poco sí? Continúe nuestra disertación. –Ira, güey, llevamos dos de a kilo y nos compramos unas costillitas, papitas y… total, si sobra pomo ¡no se echa a perder! ... y así fue. Llegamos, comimos, Pink Floyd, ¡salud! Cigarrito pal desempance, ¡salud! … y, bebimos, bebimos, bebimos, bebimos… Hasta que: Sometimes so feel so happy, Sometimes so feel so sad, Sometimes so feel so happy, but mostly you just make me mad, Baby you just make mad, linger on your pale blue eyes… Güey, no mames, voy a hablarle a mi “vieja”. –Nel, ya estas pedo, o ¿te vas a abrir putito? -¿Qué pacho? ¿Que no oyes esa rola? […] ¡Que se fue a Monterrey! -¿Y? –Este es el plan: le voy a hablar al cel pero, guëy, diez minutos y me quitas el teléfono, ¿va? […] –Llevas una hora, ¿ya estuvo? –¡Cuelgas y te rompo la madre!, ¡No! a ti no mi amor, mi cuate que quiere colgar…

A la mañana siguiente: -Guëy, te habla una vieja allá a fuera. (Después del vampirazo) -¿Quién es? –No sé, una vieja de un Jetta rojo… ¡En la madre! ¿Así salgo? Todavía traigo salsa de las costillas en la playera o ¿fue la guacara del Mamer?-¡Hola! ¿Qué haces aquí? ¿No estabas en Monterrey? -¿Soy… azafata? Le cambié el vuelo a una amiga. ¿No creías que te iba a venir a ver, verdad? –No… pero ¿A qué debo el honor? -¿No me salgas con que no te acuerdas? –Pues, la verdad no me acuerdo (¡Y no me acordaba!) –Solo dime lo que dijiste anoche. (¡Valió madre! ¿Qué le dije? Entonces si andaba hasta la madre, y entonces, ¡si se pueden olvidar las pendejadas que uno hace!) –Es que, no me acuerdo. ¡Obvio! Se requeté emputó. –Bueno, cuando te acuerdes, me hablas… -¡No! Espérate (Y fue cuando dije una de la peores pendejadas de mi vida) –Pus, si te falté al respeto discúlpame… Sabía que era un pendejo y ella lo confirmó con su mirada: -No me faltaste al respeto, pero cuando te acuerdes, me hablas. Se fue. Realmente no sé exactamente qué le dije pero estaba muy claro lo que quería oír ¿Por qué no se lo dije? Realmente me importaba, la quería… ¿La quiero? Ese fue el primer gran amor que se me fue por no saber decir: ¡te necesito! Y lo peor es que, ni con peyote, ciruela pasa, Ginseng, mariguana o terapias de regresión al vientre materno, he podido recordar que ¡puta madre le dije!

Parece que hay una tregua. Ha menguado la lluvia. No hay arcoíris en el cielo. No entiendo porque se detuvo. En cambio, hay nuevamente un recuerdo tuyo: tú y tu diadema blanca. Eres la calma tras la tempestad pero nunca sabré si puedes detener mi caída. Sobra decir que no hago otra cosa que pensar en ti y no encuentro la razón. Nunca me diste algún motivo pero también es cierto que uno no puede controlar sus pasiones. Peor sería vivir sin pasión. A veces tengo que decir: déjame leer, necesito escribir o quiero ver el partido. Siempre estas presente lastimosamente en todas tus ausencias. Empañas mis recuerdos, borras mi agenda y provocas que falte a mis otros compromisos. Estoy harto de que me digan: ¿Qué tienes? Y fingir la sonrisa mientras pienso ¿se me nota tanto? Ocúpense de sus asuntos y yo de mis historias obsesivas. No estarán tan satisfechos de ustedes cuando se encuentren con sorpresa delante de una página en blanco y no sepan hacia donde van sus vidas.

Venías deslizándote por las escaleras. Llevabas en la mano tu equipo de trabajo y tu hermosa diadema blanca apaciguaba el fuego de tu pelo. No sé si magnifico la apariencia de… ¿tu accesorio para el cabello? Pero en ti, se veía hermosa. Siempre tan seria, pero un poco ausente también. Tus amigas decían que andabas “en tú mundo” y yo nunca tuve una necesidad tan grande de saber si hay vida en otros planetas. Sería voluntario en la expedición. Viajaría con los simios, los mismos simios ebrios que gritaban tu nombre junto con la palabra ¡Te amo! ¿Cuántas veces te habrás molestado? ¿Cuántas veces habrán vociferado, susurrado, deletreado, eructado, declamado y afirmado que te amaban? ¿Cuántas veces lo habrás creído? ¿Cuántas veces te habrán mentido? ¿Cuántas veces pude habértelo dicho? Cuantas cosas habrán pasado mientras definía mis sentimientos hacia ti. Pensaba recurrentemente en “nosotros” y este pronombre se volvió impersonal como “nuestra relación”. Decía: -Pues, sí está guapa, pero…

Mientras trabajaba te vi esperando en la puerta. Supuse que buscabas a alguien y continúe con mi tarea. Después de un tiempo concluí: ¿Y… si no sabe a quién dirigirse? ¡Es nueva! ¿Será mi oportunidad?-¿Necesitas algo? –Sí. Quiero que me orienten con esto. –Pasa, yo te atiendo. Lamentablemente fue rápido, me diste las gracias y te fuiste. Frecuentemente andabas de prisa. ¿Por qué te irás temprano? Supe que estudiabas. Un día que corrías para llegar a tu clase vi que llevabas una receta en la mano. Fuiste a la farmacia y había mucha gente. Debías necesitar mucho los medicamentos pues esperaste. Desesperada pero te formaste. Entonces saqué el teléfono y le hable a un amigo de la farmacia: -Güey, hazme un paro, cámbiame una receta. –Si, tráela. –Es que no es para mí, es para una chava que está formada (le di tú descripción) -¿Ya andas quedando bien? –No seas cabrón, lleva prisa. –Dile que pase. –No le hablo. -¿Entonces? –Trabaja aquí, haz como que sales a fumar. Está formada por el laboratorio, la ves y le preguntas si va a cambiar algo… Después me dijo mi amigo que le agradeciste mucho pues llevabas prisa para tu examen pero que eran medicamentos para tu mamá.

-Ya háblale güey, esta chida la morra. –Ya le hablo pero… no con tanta confianza. –Invítala a bailar. -¡Sí!, y luego que se me da mucho el baile… ¿Qué hago, que hago, que hago? ¡Ah, táctica del Puyas! Aunque… creo que no da resultado. ¿Le hablo? ¿Y con qué güevos? ¡Táctica de Puyas chigue su! Necesito un cómplice. Alguien que entre al vestidor y le deje la carta en su locker. Bueno, tiene que saber cuál es su locker… ¡Mi amiguita! Bueno, es viernes, dejas la carta, te vas temprano, viene el fin de semana y ¡Nunca sabrá quién fue! El lunes, observas su reacción y vas midiendo… ¡Maldición! ¿Qué hace ahí? ¿No se había metido a comer? ¡Nel, ya sabe! ¿Por qué entonces me mira así? Abre el solitario aunque sea o metete a la oficina… ¡Huye, huye, huye! También su amiga me mira raro ¡Valió madre! -¿Qué crees guëy? Me dijeron que “alguien” le escribió una carta a tu “vieja” y se la dejó en su locker. -¿A mi “vieja”? ¿Cuál? –¡No te hagas! la morrita nueva. –¡No mames! ¿Ya es mi “vieja”? –El chiste es que a mí me contaron que le dejaron una carta en su locker. -Y… ¿a mí me importa, porque…? –No más, te digo: síguete comiendo los mocos y te van a dar vuelta.

¡Changos! Y ahora ¿Cómo paro este desmadre? Y, como la razón y la pasión nunca han compartido colchón… Dejé que pasarán los días, me hice güey, espere alguna “señal” que tardaba en llegar y cuando la desesperación me colmo; le escribí otra carta. Sí, soy bieeen puto, lo sé. Trate de disfrazar mi cobardía con algo que pensé la halagaría y le parecería original (tan original como un puto escondiéndose tras los pilares excitado por pensar que puede ser descubierto).

Un día mi abuela escuchaba un programa de radio acerca de la disfuncionalidad de las parejas y su influencia en la familia. Lo cual me vale madres pero estaba desayunando. Entonces dijeron algo que me intereso: el Síndrome Sthedhal una especie de catalepsia inducida producto de una impresión, una gran, gran impresión al estar frente a una obra de arte. Los psicólogos lo definen como el miedo a la belleza. De hecho hay todo un mito a cerca del autor de Rojo y Negro que cuenta como al entrar en la Catedral de Florencia se quedó estupefacto. ¿Ideas? Yo tuve la misma. El tema de mi carta, además de disculparme por abordarla de esa “rara” manera era explicarle que padecía de un “extraño síntoma”, que no era contagioso o mortal, que no me volvería loco, disfuncional o agresivo pero que lo más curioso de todo es que solo estando ella cerca sufría uno de “mis ataques”. Malo, malo, malo. A veces hay que dar el remedio y el trapito. Supuse que despertaría su curiosidad, que investigaría qué demonios era el Síndrome Stendhal, y, al hacerlo, podría arrancarle una sonrisa. Como soy bieeen puto, no iba a preguntarle si le había gustado mi “rally pasional”, así que le adjunté una dirección de correo que, ¿Cuál crees que sería la dirección ideal para esta mamada? ¡Exacto! Síndrome_stendhal@etc, etc, etc. Me cancelaron la cuenta porque no he recibido un solo correo en no sé cuánto tiempo.

¿Cómo termino esta historia? Con un corazón roto. –Me conmoviste hasta las lágrimas pero no dejas de ser un pusilánime ser humano. -¿Y tú, no eres humano? –Humano, demasiado humano pero aprendimos la lección. -¿Qué el amor duele? -¡No! Que los sentimientos son para los débiles ¿Dónde quedaron esas frases que vitoreabas en tu adolescencia? El hombre es un puente y no una meta decías, Que los débiles y los fracasados perezcan, detienen el progreso predicabas… -Es cierto, no hay dolor en esas palabras. -¡Claro que no, hay esperanza! –Entonces ¿dónde queda el amor? –En palabras de David Bowie y Freddy Mercury: …el amor es una palabra tan pasada de moda… es una invención medieval que hoy ha dado sus frutos, evoluciono tanto que actualmente existen contratos prenupciales. Es un negocio sin riesgos, excepto, claro, que te enamores.


…Today is gonna be the day that they´re gonna throw it back to you… ¿Y está pinche cancioncita qué? …By now you should´ve somehow realized what you gotta do… Así es, debo dejar de pensar en esta pendejada …I don´t belive that anybody feels the way that I do about you now… ¿Porque termino cantándola? Aunque fuera cierto, de todos modos ¡vale madre! A mí ni me gusta Oasis. Pero hasta me sé la traducción. Bueno la del manicomio está chida. ¿Por qué me enternece ver un montón de pinches locos jugando fútbol? o ¿es la letra? ¡Mejor ponte otra! Busca en tu “rucoteca”. ¡Pinche Vania! como si ella escuchara “lo actual”. ¿Lo actual? ¡Puras mamadas que! Algo de radio universitario. Otra vez lo eufemismos. ¡Hasta contigo eres mamón! ¿Por qué no dices R.E.M. y ya? ¿Alguien sabrá que es la radio universitaria? Pero no radio ibero, ¡eh! ¿Quién fue el pendejo que dijo que esta estación ñoña podría remplazar a Rock 101? ¡El puto internet! Mejor Green Day ¿o Sabina? No me quiero deprimir. Green Day. Rock 101: puro, total y absoluto… ¡Rock! ¿Cómo sería una viñeta de Green Day producida por Rock 101? Recuerdo muy bien las de Peter Murphy:…”Atmosferas de pasión pura en el reflejo de la luz que se filtra por la persiana iluminando tu deliciosa cara a la mañana siguiente… una belleza que Cuts you up te rebana… Peter Murphy, 1990, idea musical… Pero ¿Y Green Day? En voz de Luis Gerardo Salas: a ver… sería…Basket Case… ¿She? Nel, ésta, ésta…”El himno a los supervivientes del viejo siglo, a los inadaptados de la nueva centuría, el nuevo Zaratustra: Jesus of Suburbía ¿Cuántas veces caminamos por el infierno hasta conseguir nuestra identidad postal? Green Day y su historia de hogares destruidos…American Idiot, 2004. ¿Y el fondo musical? Va, va: I´m the son of rage and love… the Jesus of Suburbia… from the bible of none of above on a steady diet of soda pop and Ritalin… ¡RITALIN! ¡RITALIN! ¡ROPINOL, PASIDRIN, EUKODAL, PANTOPON! …. ¡RITALIN! –¡Cállate cabrón! -¡RITALIN! -¡Que te calles cabrón! ¡Un cigarro, un puto cigarro! […]

Recuerdo también, las noches fugaces de mentiras recurrentes: -Una rola mas y a dormir. ¡Demonios! She´s a star acabo de apagar el cigarro, bueno, uno más… ¿y Los Cuernos?...”En la noche a las doce con la penumbra a cuestas y nada que perder, cuando las buenas costumbres se han ido a la cama estás a nuestra merced, somos el coco, el monstruo del clóset, el hombre del costal… nunca volverás a estar también acompañado en Los Cuernos de la Luna… lunes y miércoles a la hora de las brujas en Rock 101…” Y ¿Gaveta? ¡Los aquelarres, cómo no! ¿Y todo para qué? Todas las ilusiones creadas se difuminaron en el terrible agosto del 96 donde la Idea Musical falleció. Me rompiste el corazón Iñaki: Clauzen sigue congruente, le agradezco por Joy Division y le agradezco al desaparecido Ian por Love will tears us apart again pero no concibo congruencia en tus ñaka, ñaka. Me duele mucho que sea aquí donde el hermosísimo titulo de Jordi parece funcionar como epitafio: El corazón es un perro que se tira por la ventana.

-¿Oíste los Cuernos anoche? –Si güey, ya tenía un chingo de sueño pero estaban bien chigones… -¿Oíste los Cuernos anoche? –Si güey, me latió un chingo el pedo de Los Templarios… -¿Oíste los Cuernos anoche? –Si güey, no mames, el Pinche Iñaki es una reata. Sabe un chingo de madres sobre un chingo de madres. -Creo que tiene un libro de… ovnis o un pedo así… -¡No mames! No sabía ¿Sabes el título? –Nel, yo también a penas me enteré. –Me voy a dar un rol por Balderas para ver si lo consigo… la neta no me laten mucho esas mamadas de los ovnis pero… ¡es el Iñaki! Ha de estar chido. -¿Oíste los Cuernos anoche? –Nel güey, me quedé jetón. –Estuvieron chidos pero el Iñaki estaba medio nostálgico. -¿Y ahora porque pedo o qué? –No sé, dijo que siempre nos estaríamos escuchando y que era delicioso hacer este programa, que lo haría gratis y que cada que miráramos la luna sabría que tenía unos amigos y ese tipo de madres… -¡Ah cabrón! ¿Ya no van a pasar los Cuernos? –No sé, la neta es que yo también me estaba quedando jetón pero en la mañana que prendí el radio estaba otra mamada… -¿Cuál? –Una madre, que Código 100.9 y como el radio que tengo, bueno, no es exactamente un radio es un despertador viejo que me dio mi papá para que me levantara en la mañana y no lo estuviera chingando con: me despiertas a las siete ¿no jefe?... pero antes prendes el boiler para salir rápido… entonces, ya esta medio madreado y pensé que no había sintonizado bien la estación… A pictured a rainbow, you held it in you hands, I had flashes but you saw the plan, I wandered out in the world for years, While you just stayed in your room, I saw the crecent you saw the whole of the moon…

Ahora que el fondo musical que nuevamente y sin programación neurolingüística se ha instalado en mi cerebro… ¿Qué tiene que ver la neurolingüistica? Ya habíamos concluido en una disertación anterior, en que era una de esas palabras rimbombantes que se utilizan en discursos insulsos y sin fundamentos. Porque ¿Qué puede saber un psicólogo de lingüística? ¿Habrá leído a Saussure? Tal vez. Pero, ¿También a Chomsky? Todo puede pasar, con un poco de suerte. Aquí hay taraditos que dicen ser médicos. Entonces, ¿también el conocimiento se habrá degradado? No en circunstancia iguales, me parece. ¿Me parece? Ahora me expreso como psicólogo: ¡Eureka! Debí gritar, ¡soy todo un sofista, me acerco al Nirvana pero huelo a espíritu juvenil después de jugar básquetbol en el recreo de mi adolescencia! No, si de que soy mamón, soy mamón. El conocimiento se degrada en función de los sueños frustrados de los padres que incitan a sus críos a ser “gente de provecho”, a ser “alguien en la vida”.

Después de todo, de algo tienen que presumir las señoras en el mercado: - Mi hijo, el que es doctor, ya está haciendo su especialidad.- ¿Pablito?, contesta otra. – No, ese me salió de mala cabeza. Se junto con los porros y ya ve, lleva no sé cuantos años en la escuela y quezque estudia letras ¡Se va a morir de hambre! Su mala cabeza no le dio pa más. Pudo haber sido un médico exitoso o un abogado respetable y en vez de eso anda con puros mariguanos… -Hay señora, no me va a decir usted que… -Lo que se ve no se juzga, nada más viera usted las trazas de sus “amigos”. –Hay Chonita, pus hable usted con él, los jóvenes son rebeldes y a veces hasta retobados… -Si usted supiera cuantas veces he intentado hablar con él, de cuantos modos lo he tratado de hacer entender, pero no sé que tiene en esa cabeza hueca, no me explico que coraje trae… antes iba mucho a la iglesia, le ayudaba al Padre en la misa, comulgaba, bueno, ¡Hasta sacerdote quería ser! Yo no sé que les enseñen ahora en la escuela pero salen peor de lo que entran, según se van a educar y viera sus contestaciones: ¡Dios no existe! ¡Déjeme, me quiero quemar en el infierno! ¡El diablo platica conmigo! -¡Jesús Bendito! No se mortifique, usted ya le enseño el camino bueno, allá él cuando lo llamen a rendir cuentas….

¿Cómo no se puede ser alguien en la vida? ¡Maldito Heidegger! Debiste escribir en el Esto cuando el América se cagaba ganándole a algún equipo brasileño en el Maracana. En su vida lo vuelven a hacer ¡Pinches Payasos! O mejor, en alguna revista del corazón: si su vida es miserable porque no ha encontrado a su media naranja (prefiero la versión de Platón, aunque el cliché de la naranja ha funcionado bien), lea “El ser y el tiempo” de Martin Heidegger que es nuestra recomendación del mes. De venta en Sanborns. Ideal para esas tardes en que el cafecito y el pay de queso y zarzamora no han satisfecho sus necesidades intelectuales. Si Paulo Coelho no respondió por completo cual es la misión del hombre sobre este planeta, Heidegger le ofrece otra perspectiva. Aunque, ¡Cuidado! Es sólo para personas que no tienen miedo a ser libres. ¡Personas como usted!

¡Chale! ¿Alguien les habrá dicho que la libertad lo único que hace es conducirnos a la soledad de la megalomanía? ¿Me equivoco Nietzsche? ¿Qué no soy racista? Entonces ¿por qué ataco a mi mentor? ¿Dónde iba a ser lo de la música de Nietzsche? o ¿era un libro? ¡La página de letras! Ahí lo vi. ¿Y porque no recuerdo? ¿Ahora padecemos de déficit de atención? Y ¡dale con los putos psicólogos! ¿Y el seminario? Ya no me fijé. ¿Me titulo o no me título? Para los pinches profesionistas que conozco, mejor me cobijo en el anonimato. Prefiero desvanecerme lentamente antes que ser una luz cegadora que termine con mis recuerdos. ¿Cómo desaparecí de tu memoria? ¿En qué momento odiaste mis mensajes de celular? ¿Fue mi aberración a las abreviaturas propias de este sistema? ¿No te parece la sintaxis estética? Nunca sabrás lo lacerante que es enviar tus sentimientos vía mensaje de texto (odio los multimedia) y recibir por respuesta: Ya no envíes m-e-n-s-a-j-i-t-os.

¿En verdad soy TAN Mamón? Solo quería invitarte a conocerme. Cuando fuimos a ver Carmina Burana intentaba introducirte a mi mundo. Es cierto que nada te interesa (¿y a quién puede interesarle?) quienes fueron los goliardos pero tuve que aprenderme todo el puto poema para pasar latín, y sí, citando a Cardero: es impresionante escuchar el poema en su lengua original sin necesidad de traductor. Primer error. En El Año del Pensamiento Mágico bostezabas mientras yo me aferraba a la butaca para no llorar ¿No te conmovió que aún, después de un año de fallecido el esposo no se atreviera a regalar sus zapatos pues tenía la obsesiva y compartida idea de que aun los podría necesitar? Segundo error. Veíamos El Trasportador una película sin pena ni gloria, ¡ah! Pero ahí estoy yo y mis oportunos comentarios: ¿recuerdas cuando el inspector llega a la casa del transportador y éste estaba desayunando con “el paquete”? Desayunaban Madalenas, invitan al inspector, y éste hace una clara referencia a la novela de Proust, y ¿quién me preguntó? Te dije: -se refiere a Por el Camino de Swann de la serie En busca del Tiempo perdido dónde personalmente prefiero Las Ensoñaciones del Paciente Inglés aunque es impresionante, dice el inspector como la Madalenas lo remiten tan perfectamente a una etapa de su infancia… Sé que me odiaste.

Escribías en tus correos que no sabias de que platicar o cómo “conectar” conmigo. Te dije que para la próxima cita tú eligieras a dónde ir. Supongo que fue demasiada responsabilidad para ti. Una decisión difícil para alguien que estaba acostumbrada a contestar a mis proposiciones: si, si quieres, pues… ¿si te gusta? Elegiste las luchas. ¿Me enferme ese día? Propuse compensarte y te invite a comer. Nuevamente tú elegirías. Dijiste: se me antoja… Birria. ¡Bien! La Polar, pensé inmediatamente. Fuimos a la cantina. Saciamos el antojo. Tomamos varias cervezas. Me atreví a regalarte una flor y a dedicarte una canción. Y entonces dijiste: -¿No crees que eres un poco tímido? Sabía la intención de tu respuesta pero ¡oh maldito estúpido! ¿Quién creería que eres un caballero? – No soy tímido, pero quiero conocerte mejor. Y, dos meses después… perdón, si soy un caballero.

¡Ándale cabrón, ahí viene! Tranquilo. Tú ya estabas aquí. Ni modo de irme… ¡al baño! ¡Huye, huye! No viene tras de ti. Despacio. ¡La cubeta pendejo! –Perdón, no la vi, es que ya me anda… ¿Se puede fumar en el baño? No se ha ido el doctor, es mi cuate pero… Aquella vez la encontré en el baño ¿Por qué si dice baño de hombres tenía que estar ahí? Es cierto que tenía la puerta abierta y solo se lavaba las manos pero ¡yo nunca voy al baño de mujeres! Me vio por el espejo y por la cara que puse al encontrarla dentro me dijo conteniendo la risa: -¡Pásate! o ¿me tienes miedo? ¿Miedo? Miedo cuando me diste chocolate en la boca en frente de los médicos y dos minutos después entró tu marido preguntando por ti. Miedo cuando regresé de vacaciones y había pensado que después de ese tiempo y por tu supuesto “enojo” por no avisarte que me iba, nuestro juego terminaría. Después de pensarlo mucho, fui a saludarte, fingiste ignorarme y cuando salía del cubículo preguntaste: -¿Cómo te fue? -Bien, dije. Te acercaste con esa mirada que derrite, me abrasaste, nos besamos y ¡Hui! Enrique había visto todo y en vez de saludarme me lanzó un comentario directo: -¡Cómo se ve que te extrañaron!

El terror vino cuando me encontré a las dos en el mismo sitio. No lo planeé. Ni siquiera iba a ir pero Cachetes insistió: -ándale, ya tiene mucho que no nos echamos unas chelas, además no va a ir tu tormento, así estas con… ¿la otra? Y ves si puede funcionar. Yo te ayudo, ¿vamos? La cita era en uno de esos restaurantes familiares donde asisten los oficinistas a bailar: empleados, secretarías, jefes ¿y la familia? A ver que les inventan. Viernes por la mañana. Se levantan con un gran ímpetu, se bañan, buscan el mejor o el único traje que tienen, salen sin desayunar y de prisa porque va a ser un día muy pesado, van al empeño o a la caja de ahorro porque por la tarde… Llegué a la cita, estacioné el coche y me dirigí a la entrada. Decidí fumar un cigarro o dos antes de entrar, pensé en qué decir, quiénes podrían estar, si debía o no sentarme junto a ella, etc. A la primer bocanada de humo, ¡casi me ahogo! ¿No se suponía que no ibas a venir? –Hola ¿cómo estás? Tenía muchas ganas de verte… A ver, a ver, a ver ¿Entendí mal? ¿Iba a venir ella o la otra? Nuevamente la mirada que derrite y… me senté junto a ella a fumar el cigarro. ¿Quién sale entonces hablando por teléfono? ¡Maldita Cachetes! ¿Es broma verdad? No tengo nada “serio” con ninguna, pero…

El pánico fue bailando. Yo no bailo pero insististe y tú y solo tú tienes algo que me hace imposible decirte ¡no! No sé si bailaba o si se baila de esa manera. Podía sentir tu respiración, podía sentir como mis manos se acoplaban de un modo perfecto con las tuyas, mis pies temblaban. Te miraba y me mirabas y fue cuando dije: ¿Aquí es la vuelta? –Nunca te cases con una mujer con hijos, dijiste, son muchos problemas y ni son tus hijos y no los vas a poder educar… Entendí. –Y ¿Si yo amo profundamente a esa mujer, la acepto como es y soy suficientemente hombre para hacerla feliz a ella y a sus dos hermosas hijas, que necesitarán, claro, un hermano que las cuide? No contestaste, por lo menos con palabras. Seguimos bailando y Cachetes pago su error gravando con su teléfono los 60 segundo más felices de mi existencia que ahora, se han convertido, junto con el muñeco de nieve que me diste en navidad, en los únicos testimonios que tengo de que la frase es cierta o debería ser, parafraseando un poco: El agua apaga al fuego y al Amor los años… Porque después de tantas y tantas llamadas y promesas de que la próxima semana si desayunamos juntos, aún sigo poniendo el muñeco de nieve en el árbol de una navidad que nunca celebro.

Ya tenemos que la pregunta fundamental de la existencia del hombre es: ¿Por qué? ¿Y su respuesta fundamental? ¿Por qué no? Simple. Si fuera porque si ¿sería una imposición, no? Pinche Onofre ¿Sigues de pedote en el Tercio o por fin te preocupaste por enseñarles filosofía a tus alumnos? ¡Pinche goliardo que! Es en serio cabrón ¿No se te hace una mamada tener una clase de filosofía a las siete de la mañana y que al maestro le valga olímpicamente madres? Y yo de pendejo yéndote a buscar al estacionamiento: -¿Qué pedo güey, no va a haber clase? ¿Otra vez en la eriza? ¡Son las siete y media cabrón! –Súbete y no estés chingando. -¡Ah puto, saca la que esta apestosa! -¿Quieres? Armo el otro. –Nel, no he desayunado. -¿Y la Laurita, ya la fue a hacer de pedo a la coordinación de que no ha llegado el maestro? –Quién sabe, no fui al salón. Pensé que estabas aquí. –Entonces ¿Porque la haces de pedo güey si vas llegando? –Es que es un placer subirse al metro a las seis de la mañana, transbordar en Hidalgo y venir a tomar clase a tu pinche carro. -¡Pinche Laurita güey! ¿Si le firmaron el oficio para cambiar al maestro? –La banda no es pendeja, si ponen a otro güey si nos va a chingar a llegar temprano. –Güey: cógete a la Laurita pa que ya no esté chingando. –Cógetela tú puto. Se me hace que por eso te chinga tanto: ¡La has de traer de nalgas! –¡Órale güey! cógetela y te paso con diez. -¿No has pensado en dar también Ética? Con esas pinches bases morales despertarías de la apatía a tus alumnos… ¡Nel, mejor no! -¿Qué? –No despiertes de la apatía a tus alumnos. -¿Por qué? ¿Me acusaría de corruptor de la juventud? –Si güey y te obligarían a beber cicuta…. -¿Tons qué? ¿Armo el otro?

Ni un verde dónde descansar la vista. ¿Llegará el momento en que no se tenga más que decir? ¿No se supone que ya todo está dicho? ¿Según quién? ¡Don Ray! El secreto de la literatura es organizar las palabras de un modo tal que produzcan estética en el lector. Encontrar el modo, no de hacer un texto literario, sino de buscar su literaturidad. Debió escribir más Rulfo. ¿Estética? Había ética, estética y, ¿cuál? ¡lógica! Y ahí voy de pendejo a estética. La estética busca, entre otras cosas, el bien como valor, sin embargo las cosas no tienen valor por sí mismas adquieren valor en la medida en que nos son útiles… para mañana leen el capitulo X de Sánchez Vázquez a cerca del valor. Sánchez Vázquez, ese libro me lo chingó el Mike, ahora que lo vea le voy a ment… ¿No que ya se había ido? Hazte pendejo, sigue leyendo.

- ¿Crees que llueva?
A ver pendejito, responde, como si nada, no te enganches.
- Igual. Ayer estaba así y no llovió.
Bien, tú tranquilo, que se convenza de que no llueve y se va.
- Pero ¿está nublado?
Música de estadio de béisbol o de partido del Atlas, lo que sea, ¡Oasis!.. You´re my wonderwall…
- ¿Quién sabe?
¿Quién sabe qué güey? Eso no es una respuesta.
- Y… ¿no te aburres en las tardes?
Ahh, entonces no te interesa el clima. Con calma.
-Pues… no. Me traigo algo para leer y ya.
La viste leyendo la otra vez, intenta por ahí.
- ¿A ti te gusta leer?
Espera…
- Si, un poco
- ¿Y que lees?
- Novelas
- ¿Cómo de que tipo?
-No sé, me gustan las de suspenso
- ¿Algún escritor en particular?
- No, solo las leo y luego veo si me gustaron o no
- Yo si tengo escritores predilectos
- ¿Ah sí? ¿Cómo quién?

- García Márquez. Me encanta Cien años de soledad. Incluso lo leo cada año. Es como una lectura obligada… Algunos creen que Hamlet es la obra más completa que existe. Dicen que es una obra filosófica que representa perfectamente bien el comportamiento humano pero Cien años de soledad es como el sueño perfecto. Haz de cuenta que… supón… ¿Has visto El Gran Pez? o como el Quijote, creo. Imagina que todas tus ilusiones se vuelven realidad, que tienes una vida plena llena de aventuras, que conoces gente extraordinaria. Habrá muchos obstáculos, y no todos son serán tus amigos pero puedes confiar. Incluso tú puedes hacer cosas extraordinarias, tan extraordinarias que la gente no te creerá cuando las cuentes, tú propia mente te traicionará con tus recuerdos, creerás que magnificas los sucesos pero llegará un glorioso día en que la realidad te sorprenderá de golpe, el día en que hayas perdido la capacidad de soñar, el día en que levantarte sea una rutina más, el día en que te preguntes: ¿Tal vez es hoy? Pero te valdrá madres y no te levantaras de la cama. El día en que con un poco de esperanza abras la ventana y todas tus quimeras estarán ahí, donde las dejaste, listas para confirmarte y echártelo en cara: sí, has vivido. Y cuando llegué el día en que la muerte te sorprenda porque no pudiste distraerla más: no habrá cuentas que saldar…

¿Notaste que me callé para ver que pendejada hacías? Solo por curiosidad ¿Se tragó esas pendejadas? ¿Qué le puede interesar a ella que existan momentos en tú miserable vida en que quisieras encerrarte en un taller orfebre para elaborar pescaditos de oro con ojos de rubí rojo? ¿Qué cuando llegues a viejo prefieras morir mientras orinas e irte de bruces en el árbol en que murió tú padre encadenado porque no soportas los remolinos de recuerdos? ¡Andále, cuéntale el final! Dile que lloraste porque comprendiste que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra. Dile que apenas llevas treinta años con esta condena, a ver si se te acerca.

- Bueno, ya me voy, nos vemos mañana.
- Que estés bien, hasta mañana.
- ¡Para que te distraes pendejo!
- ¿Y qué le ibas a decir? ¿Le ibas a pedir su teléfono?
- Es un poco pronto ¿no?
-¡Ya sabía!
- Mañana que la vea…
- Lo mismo dijiste ayer.

¿Con quién hablo? ¿Mi ángel o mi demonio? Mi ángel ya se fue o por lo menos se parece mucho a mi ángel de la guarda. Quiero que sea mi ángel de la guarda. El demonio me enternece igual que los locos jugando fútbol. ¿Por qué todo tiene que ser blanco o negro? ¿Ángeles o demonios? ¿No hay un punto medio donde estemos nosotros, los simples mortales? En serio ¿Con quién hablo? Me parece que con mi yo. -¿Yo? ¿Ego, Súper Ego, qué más da? -Me interesa. -Dímelo tú. ¿Quién crees que soy? -¿Por qué recurres a mí? ¿No estás seguro de lo que te ocurre? ¿Cuándo tu necesidad empezó a crear sus propias necesidades? ¿En verdad hablaste con ella o contigo o conmigo… Apenas la saludas, tienes un par de sonrisas y ya creaste todo este universo… -Algo que no te dije es que siempre tuve el deseo frustrado de ser autista. Pero ya ves, solo soy un inadaptado. Aunque tengo la esperanza de algún día alcanzar la esquizofrenia… -Y luego preguntas porque me enterneces. Esta colección de obsesiones es la nos hace ser así. ¿Por qué no dejas el pasado en su lugar? ¿Por qué tienes que cargar con tus recuerdos y con la idealización de los momentos que crees que fueron? ¿Por qué no estallas y comienzas de nuevo?

Cuan feliz es el destino de las vírgenes vestales… -Un poco tarde para eso. Ya no encaja. La historia termino… -Creo en el Eterno retorno. –Conoces la historia, no te condenes a repetirla. –El aleteo de una mariposa puede… -¡Nada que! Sigues divagando.-¡Tú crees que estoy loco, me quieres volver loco! –La locura es una deliciosa representación de la inteligencia. Eso querías ¿no? Renunciaste a tus sentimientos. La razón sobre la pasión ¡venciste! Lo añoraste tanto que venciste. –¡La razón me dice que tú no existes! –Já, entonces ¿con quién has estado hablando todo este tiempo? ¿Quién puede soportar todo el peso de tu dolor? ¿A quién recurres cuando te encierras en tu habitación? ¿Quién prepara la careta en la que te ocultas todos los días? ¿Quién te da el sarcasmo como medio para expresarte? ¿Quién puede soportarte tanto? ¿Quién? […] –Tú no existes. Estás en mi mente pero no existes. -¡No puedes negarme imbécil, estás frente al espejo! –No existes. -¿Puedo secar tus lágrimas?

Texto agregado el 06-09-2009, y leído por 446 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
12-06-2010 TIENES RAZON, A VECES O SIEMPRE NOS CONFORMAMOS CON UN PROTOTIPO, PERO... DUELE VER QUE ALGUIEN QUE APRECIAS TIENE ESE GRAN VACIO DE NO CREER EN NADIE, CUANDO LA VIDA DE CADA QUIEN SE CARACTERIZA POR COMO ESE ALGUIEN LA VE... GRACIAS POR LA CONFIANZA DE DEJARME LEER ESTA BONITA OBRA TUYA Y CONOCERTE MAS ALLA DE LO QUE A VECES MUESTRAS chaparriux
 
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