HECHIZO DE PRIMAVERA
Primeros días de la primavera y el vivero estaba henchido de colores con tantas flores que mostraban candidez en su belleza, aroma arrobador y un esplendor tan vital como ameno.
Entre tantos pétalos diseminados para atraer los ojos de los que iban a comprar algo, también se amontonaban figuras sonrientes que variaban de tamaño, motivo y coloración; duendes que custodiaban los prados, enanitos jugando y riendo detrás de Blancanieves, payasos bailando sus travesuras, ardillas corriendo entre los árboles, palomas cuidando el nido lleno de pichones, sapos en poses divertidas a la par de fuentes y un sinfín de personajes de yeso daban mayor visión de paraíso terrenal al lugar. En conjunto, era la misma esencia exhibida para crear con los frutos mágicos de la naturaleza, un sitio mejor en cada hogar, haciendo que fuera un himno de tonalidades cantado al resurgir de la vida.
Quería comprar plantines, macetas, adornos, bolsas de tierra abonada, ¡de todo! Y encontrarme en ese ambiente vivaz me incentivaba con mayor impulso.
La niña que saltaba con total desparpajo entre tanto color desparramado, parecía una visión encantadora de ternura y explosión infantil. Compenetrada en su juego. Hablaba con todos esos personajes de yeso, los acariciaba y les regalaba sonrisas que parecían encender las mejillas del afortunado receptor.
Quedé embobado viendo cómo disfrutaba la pequeña de su andar entre la profusión primaveral, que me retrotrajo a aquella infancia que hacía tanto me había abandonado y allí caí en cuenta cuánta imaginación y tanta fantasía había ido perdiendo con el correr de los años.
Ella veía en cada enanito de jardín a un amiguito al que le contaba sus sueños, en cada flor posaba su nariz para aspirar sus anhelos y en cada ser imaginario hallaba al cómplice de sus travesuras.
¡Qué lindo era poder ir a un lugar así y dejar que los chicos se divirtieran a su antojo!, por lo menos, no parecía dañina, así que las plantas no se encontraban amenazadas, como en otros casos en que niños depredadores desvastaban las flores ante la pasividad de sus padres y exasperación de los dueños.
Esta muñeca estaba en su mundo de ilusión y daba gusto mirarla jugar, compartiendo en mi fuero íntimo la posibilidad de estar en mente con ella disfrutando de su inocencia.
- ¿Qué desea, señor? –la voz de la muchacha me puso otra vez sobre el cemento gris de la realidad.
- Disculpe, señorita... estaba embelesado... –contemplé a la chica con cierto asombro. Tenía un parecido increíble con la niñita que jugaba entre flores, plantas y adornos –viendo tanta hermosura.
Ella sonrió agradecida, creyendo que le estaba haciendo un cumplido.
- Quiero... a ver... comencemos con las petunias... –le dije y nos encaminamos hacia el sector donde el color dominaba tanto que la noche allí no se animaría a acercarse.
Elegí tres cajones con una variada multitud de plantas vistosas y me tenté de llevar un adorno de yeso. Inconscientemente, quería ver cómo jugaba la niña para llevarme su imagen llena de nostalgia por mi pasado.
Para mi pesar, no estaba por ninguna parte entre duendes, enanos, payasos y animales...
Entonces la ví...
Arrodillada sobre una fuente muy bonita, tenía el gesto como que bebería el agua que cayese en cascada. La semejanza con la vendedora era impresionante de cerca.
- Parece... como que...
- ¡Si, lo entiendo!, ¡muchos me han dicho que me parezco a la chica de la fuente!. Es obra de mi papá que le encanta trabajar el yeso. Dice que me recuerda así de pequeña...
La cara que puse la divirtió, la asombró y la preocupó, por que quedé sin habla un buen rato.
Compré la estatuita de la niña, la fuente, los animalitos, más flores y más plantas para recrearle Un sitio similar, pero en mi casa, donde pudiera divertirse como lo hacía allí, en el vivero.
No se lo conté a la joven por que perdería el hechizo que había encendido en mí desde su Infancia.
El hechizo de la primavera...-
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