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Sucedió en la casa de Echeverri. Para ser más exactos en el baño. Éramos tres: Echeverri, Salvatierra y yo. Estábamos preparando un trabajo práctico para una clase de geografía cuando se nos ocurrió la idea. Todo comenzó como un juego de adolescentes aburridos que poco a poco se fue transformando en una cuestión de orgullo.
Los padres de Echeverri habían salido y volverían entrada la noche, o sea que contábamos con tiempo suficiente.
Primero hicimos algunos ejercicios de precalentamiento mental y cuando los tres estuvimos listos, al mismo tiempo, comenzamos la competencia.
Al principio me costó mucho concentrarme porque me causaba mucha gracia la cara que ponía Salvatierra. Tuve que dejar de mirarlo porque el acceso de risa no me permitía meterme en lo mío y mis compañeros me estaban sacando ventaja. Era notorio como habían aumentado los tamaños de ellos utilizando el método clásico conocido como: LA JAPONESA.
A mí siempre me resultó mas practica la técnica del PARAGUA o PARAGÜITA si alguien gusta de los diminutivos. Pero ese método resulta más cómodo cuando el onanista está recostado que cuando lo hace de pie lo cual representaba una complicación para mí habituado a buscar siempre la posición horizontal para esos menesteres. Lo cierto es que a esa altura de la carrera, con paragüita incluida, me estaban ganando los nervios. Si no lograba al menos terminar cerca del resto las cargadas posteriores serían interminables, los otros dos no me dejarían en paz y para colmo se lo contarían al resto del grupo.
Desesperado, intuía que estaba por morder el polvo de la derrota cuando hurgando en mi alocada memoria las encontré. ¡Tan largas, tan blancas, tan hermosas! Las visualicé por primera vez arriba de un ómnibus que nos conducía hasta el Luna Park a ver una función del Circo de Moscú con algunos profesores del establecimiento en una salida extra programática. Era de noche. Llevaba una minifalda amarilla muy corta que me permitió apreciarlas con lujo de detalle. ¡Hubiera dado cualquier cosa por acariciarlas!! A partir de ese instante, supe que me acompañarían durante mucho tiempo en aquellas horas de soledad encerrado en mi cuarto. Eran las piernas de Varela que, como dos heroínas mitológicas venían a salvarme de la inminente derrota en aquella singular competencia masturbatoria. Primero las visualicé como aquella vez en el ómnibus con la minifalda amarilla, luego como las veía habitualmente en el aula, dos bancos mas atrás del que yo ocupaba, cruzadas por debajo del pupitre con mocasines negros y medias de toalla azules. ¡Un encantó!! y crease o no, al final, como en esas reuniones hípicas donde un tapado sorprende en los últimos cien metros, mi caudal sexual aumentó y logré imponerme sobre mis contrincantes terminando primero y con el corazón a punto de estallar. ¡Que alivio sentí al ver el líquido viscoso derramado en el mosaico oscuro!
Segundo y por muy poca diferencia terminó Salvatierra, también sobre el piso y Echeverri si bien fue el último terminó con un chorrito bastante potente que fue a parar contra los azulejos. Encima el asqueroso, en una demostración de absoluto resentimiento hacia sus padres, borró las huellas del torneo con la toalla que colgaba junto al lavabo y dejándola después en el mismo lugar. Finalmente nos lavamos las manos (Vale aclarar sequé mis manos con mi remera) y volvimos a nuestra tarea aunque a esa altura del partido estábamos mas para una siesta que para seguir armando la lámina con la división política de Asia.
Me llevé una victoria pírrica y todo gracias a las piernas de Varela, mis dos sensuales musas.
De habérmelo propuesto, y no vayan a pensar que es fanfarronería, hubiera descollado bastante en esta actividad. Pero preferí, en honor al pudor no volver a participar. Supe que se realizaron otras competencias de estas características en el baño del establecimiento pero no participé. Además los onanistas al igual que los gimnastas tienen una vida deportiva muy corta y un desgaste físico muy grande. Pero por sobre todas las cosas, en esa época, no me gustaba perder a nada y preferí retirarme para siempre con el recuerdo de un triunfo obtenido gracias a las estimulantes piernas de mi compañera Varelita homenajeadas en este relato......
FIN.

Texto agregado el 04-09-2009, y leído por 138 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
05-09-2009 Está bueno el cuentito, aunque intuí que tendría mayor aliento. Se corta muy pronto porque el autor no pretende ni puede prolongar el buen inicio, dando por resultado un final soso, de esos que si bien no molestan, por sabido carece de sorpresa y relevancia. Saludos, eh? marxtuein
 
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