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Arrellanado una vez más en mi sillón favorito, leyendo en esta oportunidad una antología de cuentos de diferentes autores nacionales, apareció nuevamente ante mi aquel ángel que alguna vez vino a concederme un deseo que no dio buenos resultados, me refiero a la máquina cebadora de mate para lectores, que fue un verdadero fracaso.
Ocurrió una noche de invierno, la puerta – ventana del living estaba cerrada para que no se fuera el calor de la estufa, al escuchar los golpecitos en el vidrio levante la vista y lo vi al pobre tiritando a causa del frio, fue tanta la pena que me dio que no solo le abrí para que pasara a calentarse un poco sino que además no le hice ningún reclamo por la máquina que había dejado de funcionar.
- Ya se, ya se. No me digas nada, la máquina de cebar mate no funciona, por eso estoy aquí –Dijo en un limpísimo castellano neutro.
- ¿La vas a reparar?- pregunté esperanzado.
- No, eso es muy difícil por no decir imposible, además soy un ángel, no un servicio técnico. Vengo a concederte otro deseo como compensación por el que no funcionó.
Me pareció una buena política y entusiasmado se me ocurrió una idea:
- Te voy a pedir dos deseos – Dije finalmente.
- Imposible, solo puedo concederte uno – Respondió tajante.
- Cuando te lo diga no te vas a poder negar.
- Muy bien, dime.
- Quiero una pluma de tus alas porque perdí mi señalador.
- Estás loco si piensas que voy a regalarte una de mis plumas.
- Pero es un deseo sencillo, lo único que hay que hacer es arrancar una pluma. Si vos me dejás, yo te la saco de un tirón y te prometo que no te va a doler. Lo hago a menudo con los pelos de mi nariz y te aseguro que soy un experto. También se los sacó a mis amigos y hasta ahora no tuve quejas.
- De ninguna manera. Solo el supremo podría tomar una de mis plumas. Por que diablos (con perdón de la palabra) no pides algo menos complicado. Tómate tu tiempo para pensarlo mientras yo entibio mi cuerpo.
El ángel acercó su glauca figura a la estufa y yo me quedé pensando.
- ¡Ya lo tengo! – Exclamé.
- Dime.
Como el deseo contenía palabras soeces se lo susurré al oído. Delante del supremo convenía ser recatado.
- ¡Uffhh! ¡Eres muy complicado!– Me dijo – ¿porque lo quieres de esa manera y no todo junto?
- Yo me conozco, de no ser como te digo perdería todo en poco tiempo.
- Entiendo, de todos modos no va a ser fácil, voy a necesitar unos días para prepararlo.
- No tengo apuro, prefiero esperar y que salga bien, no como la vez anterior que terminó siendo un fracaso.
- ¿Qué moneda prefieres? – Preguntó.
- Dólares – Respondí sin dudar.
- Muy bien ¿Se te ofrece algo más?
- Ya te lo dije – Mirando sus plumas.
- No, mis plumas son inmaculadas.
No hubo manera de convencerlo. Yo tampoco quise insistir demasiado, pero se veían tan bonitas, tan suaves y tan brillantes que no pude resistir la argentina tentación de arrancarle una sin que se diera cuenta. Tal vez un buen deseo hubiera sido ser menos ventajero. Pero eso lo puedo razonar ahora que ya pasó todo y que estoy curado de ambiciones estúpidas.
- Muy bien, tengo que partir – Me dijo mientras yo abría la puerta - ventana y una corriente de aire frío invadía el living.
- Voy a trabajar en tu deseo para que se cumpla lo mejor posible – Dicho esto, tomó una posición similar a la de un atleta que está por iniciar una carrera y comenzó un aleteo lento. Fue en ese instante en que yo aproveché para arrancarle una pluma con esa gran habilidad que adquirí arrancando pelos de las narices y me quedé con una hermosa plumita blanca mientras el ángel totalmente ajeno a mi acto levantaba vuelo.
Feliz de la vida, volví a sentarme en mi sillón favorito con mi nuevo señalador de pluma de ángel. Toda una excentricidad.
2
Los días pasaron y de mi deseo ni noticias, hasta que una tarde volviendo del trabajo tuve un repentino dolor de estómago que me llevó derecho al inodoro ni bien llegué a mi casa, sin darme tiempo siquiera a elegir una revista (ahora tengo un revistero en el baño) dada la urgencia. Vale aclarar que jamás había tenido un dolor como ese y que lo que vino después fue peor. Al sentarme y disponerme a ir de cuerpo, mi estómago cual globo comenzó a hincharse para dar lugar a continuación a una explosión gaseosa que de haber estado cerca de algún foco ígneo hubiera provocado una catástrofe, el sonido, ayudado además por la reverberación propia de los inodoros (esto lo puede ratificar cualquier pedorro de ley) fue atronador. Y lo que vino después, sorprendente. Algo muy finito, imaginaba yo al no poder ver lo que defecaba, pugnaba por salir con mucha dificultad, el esfuerzo que tuve que hacer fue impresionante, a tal punto que cuando me incorporé, quedando frente al espejo del botiquín, visualicé el tono rojizo que había adquirido mi cara producto del esfuerzo realizado. Rápidamente y bastante preocupado por lo que podría encontrar giré sobre mis talones para ver el resultado de tanto dolor y, menuda sorpresa me llevé al ver, flotando en el agua, un rollito de color verde. Al principio como estaba mojado me costó reconocerlo, después cuando noté los dibujos casi me desmayo. Mi deseo, con mucho dolor es cierto, se había cumplido y un billete de cien dólares acababa de salir de mi culo. Con mucha delicadeza lo estiré sobre una de las baldosas del piso y ahí estaba la cara de George Washington mirándome a los ojos. Muy excitado por la sorpresa, dejé tranquilo al billete para que se sequé y fui a mi habitación, necesitaba descansar, el proceso de eliminar el billete por el ano me había dejado de cama.
Al otro día desperté muy temprano, si bien logré dormir un poco, no tuve lo que se dice un buen descanso, mi cuerpo había quedado muy resentido de tanto hacer fuerza.
Cuando regresé al baño, mi billete ya estaba seco, lo guardé en mi billetera, me vestí y salí para el banco.
El veredicto del cajero fue:
- Autentico cien por cien – y después añadió- ¿Dónde lo tenías guardado? ¡Tiene un olor horrible!
- Lo cagué- fue mi sarcástica respuesta.
- ¡Que lindo sería! No vuelvo a laburar en mi vida – reflexionaba el pobre ignorando que mi respuesta era la pura verdad. Feliz y con una nueva vida por delante, volví a mi hogar, eso si, con algunos dolores donde ya saben….
Pero la felicidad nunca puede ser completa y a pesar de volverme millonario cagando dólares, mi humanidad se deterioraba más y más. A medida que pasaba el tiempo me resultaba más doloroso expulsar los billetes enrollados y las dificultades para sentarme se volvieron frecuentes, a veces pasaba días enteros recostado boca abajo en la cama debido a las dificultades que tenía para adoptar otra posición. Y esto generaba que el resto de mi cuerpo también empezara a verse afectado.
Con el dinero adquirido, pude consultar a los mejores médicos pero todos los exámenes que me realizaban eran inútiles.
- De acuerdo a estos estudios, usted no tiene nada – me dijo una de las eminencias que visité.
- Lo suyo me parece que parte de acá- Decía señalándose la sien con el dedo índice.
Yo sabía que estaba totalmente cuerdo y que mi problema no estaba en mi cabeza. Estaba en mi trasero que no dejaba de expulsar billetes de cien dólares. Todos los días a la misma hora comenzaban los terribles retorcijones y después la defecación del rollito verde. Y mi cuerpo que se deterioraba más y más hasta que llegó el momento en que comencé a maldecir mi riqueza y a desear que me realizaran un trasplante de culo para no sufrir más las consecuencias, nefastas para mi salud, de cagar guita. Quería volver a mi vieja vida de lector cuando arrellanado en mi sillón favorito en el que hacía mucho tiempo no me sentaba, disfrutaba de las más variadas lecturas. Y tanto lo deseé que una noche el ángel volvió a aparecer por la puerta- ventana.
- Si venís a concederme otro deseo, volvé por donde viniste, o buscá un reemplazante, primero hiciste una maquina cebadora de mate que falló, ahora me dejaste el culo a la miseria, lo único que te pido, y por favor, espero que no te salga mal, es que me liberes de este dolor que tengo por tu culpa.
- ¿Por mi culpa? Por la tuya en todo caso- Me respondió.
- ¿Por qué?- Pregunté indignado ante semejante respuesta.
- La última vez que nos vimos, mientras levantaba vuelo me robaste una pluma para usar como señalador ¿recuerdas? y a pesar de mi negativa a dártela la tomaste creyendo que estaba distraído. Ese grave error equivale a haber tomado la fruta prohibida, la diferencia reside en que tú no parirás sino que cagarás con dolor. Ji, ji, ji….
- ¿Y por esa estupidez estoy en este estado? ¿Por una pluma de mierda?
- Te ruego no seas grosero al referirte a mis plumas que son mi bien mas preciado.
- Muy bien, te pido disculpas.
- Aceptadas.
- ¿Hay alguna posibilidad de salir de esta situación?
- ¿Todavía tienes mi pluma?
Desesperado busqué y rebusqué entre los libros de mi biblioteca hasta que la encontré. Mientras el asexuado ángel aguardaba paciente en el living.
- Aquí está, es toda tuya – Le entregué su pluma – ¡Ahora por favor sacame el dolor de una vez!
- Muy bien pero perderás todo lo obtenido hasta ahora.
- No me importa nada.
- De acuerdo, en unos días estarás curado. Adiós.
Salió al patio, dio un par de aleteos y levantó vuelo. Nunca más lo volví a ver. Tras algunos días el dolor se disipó definitivamente y mi vida volvió a ser la misma de antes. Los dólares se habían esfumado como por arte de magia y lo poco que pude comprar con ese dinero maldito también. Ahora soy feliz sentado como siempre en mi sillón favorito terminando de corregir este cuento que llegó a su FIN.


Texto agregado el 04-09-2009, y leído por 115 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
04-09-2009 Buenísimo. Lo disfruté como no tienes una idea. Te dejo mil plumas de ángel por las risas que me sacaste. Parisse
 
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