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Inicio / Cuenteros Locales / doctorpi / UNA BUENA EXCUSA PARA NO DEJAR DE FUMAR

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La bala calibre veintidós dirigida hacia el policía que se estaba batiendo con un delincuente tenía otro destino. Por eso impactó en el pecho del taxista que esa mañana se dirigía al kiosco a comprar su último atado de Marlboro porque había decidido dejar de fumar.
La decisión la había tomado la noche anterior mientras le ponía bencina a su encendedor Zipo; su tesoro mas preciado. Lo que mas extrañaría era el nocturno ritual de colocarle la benzina y cambiar la piedrita, y el estuche de cuero para guardarlo que iba abrochado al cinturón, el sonido metálico de la tapa al cerrarse luego de encender el cigarrillo y el embriagador aroma a combustible cuando empapaba su interior al cargarlo. Por eso, para ir acostumbrándose, esa mañana antes de salir, no enganchó la funda en el cinturón y decidió llevar su Zipo de color negro en el bolsillo de la camisa. Luego subió al taxi y salió a trabajar, eran cerca de las diez de la mañana cuando se detuvo para comprar su último paquete de cigarrillos.
La bala fue disparada sin un objetivo claro, a la carrera porque el delincuente sabía que el policía venía detrás y también dispararía, pero esta siguió de largo y el destino se encargó de guiarla vaya a saber por que hasta el pecho del taxista que el escuchar los disparos se detuvo paralizado en la mitad de su trayecto hasta el kiosco ofreciendo su frente a la bala que allí se detuvo contra su costado izquierdo…
Durante unos instantes todo fue oscuridad, después revivió en imágenes aceleradas toda su historia de atrás para adelante, tuvo tiempo incluso de arrepentirse de algunas malas actitudes que tuvo a lo largo de sus cuarenta y cinco años y cuando ese mini purgatorio concluyó vio a lo lejos un portón gigante que se abría y un resplandor muy poderoso lo cegó dejándolo nuevamente a oscuras…
Cuando abrió los ojos se encontraba boca arriba en el interior de una ambulancia, una doctora lo tranquilizó diciéndole que estaba fuera de peligro, que solo había perdido el sentido por un rato y que le habían administrado un sedante. Estaba vivo y no entendía como se salvó después de haber recibido un balazo en el pecho. La respuesta la obtuvo cuando le devolvieron su querido Zipo de color negro que venía adornado con una perforación de bala calibre veintidós. Ahora lo lleva como amuleto colgando del espejo retrovisor del taxi, recordándole cada día el milagro de estar vivo y cuando le preguntan si piensa dejar de fumar responde siempre que el tiene un buen motivo para no hacerlo.
FIN

Texto agregado el 04-09-2009, y leído por 121 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
04-09-2009 Muy, pero muy bueno. Felicitaciones!!!! pohebe
04-09-2009 Je je je. Me gustó. Parisse
 
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