Salí a la mañana bien temprano a comprar facturas para el desayuno mientras mi mujer calentaba la pava para el mate. Era domingo de ramos, muchos feligreses se agolpaban en la entrada a la iglesia de la esquina de mi casa con sus ramitas de olivo en la mano. Yo iba por la mano de enfrente caminando tranquilo, con mis ojos aún hinchados por el sueño cuando, de frente a mi aparece un tipo joven que, completamente borracho, venía haciendo zigzag por la vereda. Yo me abrí un poco para que no me llevara por delante, cuando al pasar a mi lado se detiene y dice:
- Loco, mirá como se bazofian todos esos giles- Señalando a los feligreses que empezaban a entrar a la iglesia.
- Bueno, que se la va hacer- contesté- cada uno se bazofia como puede.
- Tenés razón loco- me respondió- pero para mí, son unos tremendos giles.
- La verdad que si- agregué siguiéndole la corriente, mientras el pobre, retomaba su camino zigzagueante con su resaca a cuestas y lanzando diatribas hacia el rebaño que hacía cola para entrar a la iglesia. En la panadería, compré dos medialunas de grasa y dos churros rellenos con dulce de leche. Cuando regresaba a mi casa, conjugué mentalmente el nuevo verbo que el joven borracho acababa de aportar a la lengua española: Bazofiar, Yo bazofio, tu bazofias…. vosotros bazofiáis, ellos bazofian…. Al fin y al cabo no estaba tan equivocado, existen diferentes modos de flagelarse la mente.
FIN.
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