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Se arrodilló junto a la cama, se persignó y rezó:
- Padre nuestro que estás en los cielos etc. etc., amén.
Después vino el monólogo:
- Señor, te pido que me ayudes a solucionar mi problema porque yo solo no puedo y no entiendo porque no se va de una vez. Además ya soy grande y a ninguno de mis compañeros le pasa lo mismo que a mí. Yo lo se porque cuando voy a sus casas lo primero que hago es revisar sus camas. Solo yo tengo ese problema ¿entendés? Además mi mamá me manda dos veces por semana al lo de la psicóloga y no quiero ir mas porque a esa hora me pierdo los capítulos de Batman.
Vos en cambio con solo mover tu mano podrías ayudarme. ¿Te parece justo que hoy mis compañeros del cole estén de campamento y que yo no pueda ir porque me da vergüenza mi problema? ¿te imaginás si mis compañeros supieran lo que me pasa? Sería terrible, me volverían loco, yo a cambio te prometo que no voy a pensar mas en gatubela cuando me quedo solo en mi habitación (vos sabés de que te estoy hablando) y que voy a levantar mis notas, y a portarme mejor, porque yo me porto mal por culpa de todo lo que me pasa ¿entendés? Así que te pido por favor que me ayudes, porque yo solo no puedo y todas las mañanas me despierto muy triste. Gracias dios, yo se que sos mi amigo y me vas a ayudar.
Cerró su monólogo haciendo la señal de la cruz y se metió en la cama. El impermeable crujió debajo de las sabanas hasta que terminó de acomodarse. Apagó el velador y se durmió profundamente.
En el sueño jugaba alegremente con sus compañeros del colegio en un lugar muy agreste, corría entre los arboles jugando a la escondida, tanto corrió que terminó por perderse y la alegría se convirtió en confusión y preocupación porque no encontraba el sendero de regreso al campamento, caminó entre la frondosa vegetación hasta que empezó a sentir sed, tomó su cantimplora y bebió una buena cantidad de agua, después siguió caminando en busca de sus compañeros hasta que encontró una pequeña casilla de madera que casualmente apareció cuando empezó a sentir la necesidad de hacer pis. Se acercó a la casilla y abrió la puerta, un penetrante olor como el de un baño publico salió del interior donde había un inodoro marca Esquel como el que tenían en el baño de su casa. Bajó el cierre de su pantalón y escuchó una voz femenina que salía con mucha reverberación desde el fondo del inodoro y le decía que pensara bien lo que iba a hacer, que aguantara un poco mas que ya faltaba poco, era la voz de su psicóloga que lo invitaba a esperar, pero Martín no aguantó mas y comenzó a hacer pis con tanta fuerza que el liquido salió disparado sin dirección errándole al inodoro y mojando la tabla negra, cosa que le ocurría no solo en sueños y que fastidiaba mucho a su madre.
A medida que iba eliminando la orina, su cuerpo comenzaba a tomar temperatura hasta sentir en todo su cuerpo un calor insoportable. Al terminar apretó el botón de la cisterna y la casilla comenzó a vibrar como si se tratara de un cismo, observó que por debajo de la puerta comenzaba a entrar un liquido amarillento. Asustado abrió la puerta y descubrió que la casilla estaba flotando en un mar de agua amarillenta, a lo lejos pudo divisar que, desde tierra firme, sus compañeros se reían de el a carcajadas mientras la casilla se alejaba mas y mas. Desesperado tomó la decisión de arrojarse al mar y nadar hasta la orilla, contó hasta tres y se zambulló, al sumergirse sintió que el agua estaba muy caliente y que ese calor le resultaba familiar, como las risas de sus compañeros que fueron disipándose para dar lugar al sonido de un timbre y sintió que algo hacía contacto con su hombro. Asustado abrió los ojos y vio a su madre que estaba arrodillada junto a la cama zamarreándolo por el hombro para que se despierte. Las sabanas estaban completamente mojadas como el resto de su cuerpo, al salir de la cama, como le ocurría siempre en invierno, tuvo mucho frio, rápidamente se quitó el pijama humedecido por el pis y se encerró en el baño para darse una ducha y no escaldarse la entrepierna. El agua caliente lo devolvió a la normalidad.
Martín había creído que esa noche era especial, que el milagro llegaría y que ya no sería necesario ver a la psicóloga o tomar pastillas recetadas para niños con problemas emocionales. Pero el milagro no llegó esa mañana, ni la otra, ni siquiera en los meses posteriores donde todo siguió igual hasta que una noche, estando de rodillas junto a la cama se cansó de rezar y se fue a dormir totalmente desahuciado aceptando su realidad del mismo modo que un ciego acepta su imposibilidad de ver y crease o no, a partir de ese instante, dejó de nadar en el mar amarillo de sus sueños.
FIN

Texto agregado el 04-09-2009, y leído por 189 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
04-09-2009 Está interesante la narración. Divertida al principio. Y muy cierto eso de que cuando dejamos de lado lo que nos molesta, termina. Parisse
 
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