Nos suceden cosas en esta existencia multicolor y multiforme. Nos asolan días de rostro fiero, aparecen luego, soles rubicundos que nos calientan el alma y nos hacen pensar que, al fin y al cabo, anclarse a esta sucesión de circunstancias, no es algo tan ingrato, después de todo. O bien, es un tormento que cuesta digerir y que tenemos que hacerlo, de todos modos.
Sucede que la niña que había partido, dejando huérfanos a mis escritos, ha regresado milagrosamente y ahora se cuestiona esa liviandad suya que le impide aquerenciarse en sus lugares de trabajo. Sus compañeras la recriminan y ella sonríe, como si su espíritu estuviese divagando en una hipotética partida.
En otro ámbito, Patricio, mi hermano, agoniza en su lecho, sin que la vida haya sido para él una certeza absoluta, (¿lo es acaso para nosotros?). De hecho, el sufre de Síndrome de Down e ignoro la óptica que puede tener de este mundo. Puedo asegurar, eso sí, que conviví largos años con un ser ausente de envidia, ignorante de odio, lejano a toda bajeza humana, un ser limpio de espíritu, que sonreía y refunfuñaba con la inestabilidad propia de una criatura de pocos años, pero con una nobleza que se trasuntaba en su mirada pura, en sus manos mullidas, tan propicias para aceptar las de los demás, tan oferentes, tan suyas. No sé cuanto más vivirá este hermano mío. Tan extraña ha de haberle parecido la vida, como extraña la muerte que le asedia, de tal modo que, en su inocencia tan rotunda, no sabe como se accionan los mecanismos para abandonar este mundo. Como quizás ni siquiera lo intuyamos nosotros. Permítanme este íntimo homenaje para este hermano que más bien fue un ángel.
Para terminar, Fiestas Patrias en el horizonte. Pañuelo al viento, aroma a empanada y asado, aires musicales de nuestra tierra. La publicidad redobla con sus campanadas acuciantes para que los prosélitos acudan con denuedo a sus templos de consumo. Tarjeta en ristre, la gente se obnubila con esta conjunción de aromas y sonidos, con el advenimiento florecido de una estación que renueva los votos, estremece los árboles de tímido follaje, deposita en cada espíritu la esperanza de días mejores, o por lo menos, más soleados. Pero, se irá Septiembre y quedarán las banderas arrolladas en el armario, la música folclórica de regreso a sus anaqueles, los bolsillos más escuálidos y los estómagos descompuestos. De acá a la Pascua, un solo sorbo. De agüita, por favor…
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