Hacía tiempo que iba notando cierta transformación, metamorfósis, creo que así le llaman ustedes los humanos.
No en mi esencia, en mi sentimiento, sino en la parte física que me había tocado, mi anatomía iba tomando unas raras cincunvoluciones como de pensamientos enredados, que sin duda alguna me hacían dudar de mi substancia.
Y esto, me sobrecoge de espanto, y voy perdiendo mi labor preciada, esa para la que he sido mandado.
Han pasado tres horas, desde que he descendido.
Cuando de súbito, se hace oir la voz que brota del lado izquierdo del pecho enfermo.
Me levanto, tomo un bisturí, vuelvo al lecho y sin pérdida de tiempo, desfloro una herida en la parte en que está ubicado el corazón.
Compruebo asombrado que en vez del corazón, hay otro órgano, una cosa confusa, gelatinosa, que se mueve y que, de repente comienza a desenredarse.
Segundos después, por la herida del pecho, como si fuese sorprendida en su cueva, sale una lenta y larga culebra que comienza a devorarme.
Comenzó así el primer viaje al centro de mi cuerpo. |