POR CONFIAR EN SU MEMORIA. Por: Doctorpi
Llegó al edificio de la calle Viamonte al novecientos a la hora en que el microcentro comienza a descongestionarse, toco el timbre en el tercero 4. Pasaron algunos segundos tras los cuales su ánimo osciló entre el miedo al fracaso, que siempre aparecía, y la ansiedad por pasarla bien. Más nervioso se puso cuando la voz femenina que lo atendió no era la esperada:
- ¿Quién es?- Se escuchó por el parlante.
- Hola ¿esta Sabrina?- respondió el.
- No ¿Quién la busca?
- Soy Daniel, habíamos quedado en encontrarnos esta tarde- contestó con cierta desazón.
- ¡Ah Daniel! Si, ahora me acuerdo, Sabrina me dijo que ibas a pasar, decile al portero que te abra y subí - estas palabras lo tranquilizaron. Seguramente Sabrina había salido a por un breve lapso. El portero, que había visto la secuencia desde el interior del hall con ojos vigilantes, le abrió la puerta y Daniel entró.
Subió hasta el tercer piso por el ascensor, era un viejo edificio de paredes descascaradas por la humedad donde se mezclaban viviendas particulares con oficinas. ¿No me comentó que viviera con una amiga? pensó mientras el ascensor se detenía en el tercer piso. Al llegar al departamento 4 tocó el timbre y esperó, la tapa de la mirilla se levantó y Daniel sonrió ante el ojo que lo escrutaba desde el interior. La tapa volvió a cerrarse y la puerta se abrió. Una mujer de unos cincuenta años, según calculó Daniel, cubierta por un deshabillé con estampados orientales y aspecto de recién levantada estaba ante el.
- Mucho gusto, soy Miriam, la madre de Sabrina- se presentó dándole un beso - pasá, ponete cómodo, mi hija bajó a hacer un trámite y vuelve en un rato.
Lo primero que llamó su atención al entrar, no fue el desorden, bastante grande por cierto, sino el asfixiante olor a tabaco reconcentrado mezclado con sahumerio que inundaba el ambiente. Se quitó el saco y se sentó en un sillón doble ubicado frente a una mesa en la cual, un cigarrillo encendido descansaba humeando sobre el borde de un cenicero repleto de colillas. Miriam tomó el cenicero y llevó el cigarrillo a su boca.
- Ya estoy con vos - dijo y se retiró hacia la cocina ante la mirada de un perplejo Daniel que jamás hubiera imaginado a una chica como Sabrina viviendo en un tugurio de esa clase. La madre volvió con el cenicero vacío y el cigarrillo en la boca.
- ¿Querés tomar algo? Te puedo ofrecer te o café.
- No gracias- contestó el un poco incómodo.
- ¿Preferís algo fresco?- insistió Miriam.
- No, no, gracias, en serio- repitió el cuando la pava comenzó a silbar.
- Bueno, vuelvo enseguida, me estaba preparando un tecito - Regresó a la cocina.
Nuevamente solo en el living, su mirada se detuvo en unas fotos ubicadas sobre una cómoda de estilo provenzal. Eran fotos viejas, en blanco y negro, donde aparecía Miriam, mucho mas joven, posando con un cetro entre las manos y una corona brillante, en otra foto se la veía llorar de emoción mientras le colocaban una banda que decía: Mis siete días. Había también algunos recortes de revistas de la década del setenta enmarcados en portarretratos donde ella aparecía posando o desfilando.” Ya me parecía a mi”, pensó Daniel, “que en ese cuerpo había vestigios de yegua” Y era cierto, a pesar de los años seguía siendo una mujer atractiva que: “todavía estaba para aguantar un par de rounds” según su criterio. Miró su reloj y se preguntó cuando llegaría Sabrina. Miriam regresó de la cocina con una taza humeante que apoyó sobre la mesa, luego se sentó de frente a Daniel. Al cruzar las piernas un trazo del deshabillé se le corrió poniendo al descubierto algo más que sus rodillas.
- ¿Seguro no querés nada?- volvió a preguntar mientras acomodaba el trazo sobre la falda.
- No, en serio, gracias.
- Sabrina debe estar por llegar – Volvió a decir porque notaba que el se hallaba a disgusto.
Las piernas de ella se movían constantemente mientras sorbía el té, y lentamente el deshabillé se le volvía a correr dejando al descubierto algo mas que la rodilla, pero lo que mas llamó la atención de el fue el pie que jugueteaba con la ojota siempre a punto de caerse y las uñas de los dedos prolijamente pintadas de rojo.
- Así que vos sos el famoso Daniel - Dijo mientras exprimía el saquito de té contra la pared de la taza.
- Sabrina te nombra todo el tiempo. ¿De donde se conocen?
- Del banco – contestó el agrandado - yo estoy a cargo de la oficina de tarjetas de crédito, así nos conocimos.
- Entiendo, una clienta especial – Respondió guiñando un ojo.
EL le devolvió una sonrisa, pero ella sabía que era solo de compromiso y que no estaba a gusto. Se produjo un incomodo silencio. Ella encendió otro Virginia mentolado, después de la primera pitada, lo apoyó en el cenicero dejando el filtro de color blanco marcado con rouge, Daniel miró su reloj una vez más.
- Tranquilo, Sabrina debe estar por llegar, no seas impaciente.
Además de la suciedad y el olor a cigarrillo, había algo más que
lo perturbaba; la propia Miriam que, a pesar de sus años y de cierto aire de desequilibrio que notaba en sus actitudes, empezaba a resultarle atractiva. Y eso no estaba bien, tratándose de la madre de la chica con la que saldría esa noche.
- ¿Puedo pasar al baño?- Preguntó, pensando mas en zafar un poco de la presencia de ella, que por una verdadera necesidad fisiológica.
- Si, como no, es la primer puerta por aquel pasillo – Le indicó Miriam con un ademan – la puerta de al lado es la de mi habitación, no te vayas a confundir.
Después de ver el estado general del departamento, se podía imaginar lo que sería el cuarto. Una vez dentro del baño se preguntó, mientras se sentaba sobre la tapa del inodoro, donde dormiría Sabrina, dado que el departamento era de dos ambientes, “seguro que el sillón se hace cama” pensó por pensar, para pasar el rato mientras miraba el techo recubierto de hongos. Y hablando de Sabrina: ¿Por qué carajo no aparece y nos vamos de una vez? Desde el living llegaba una melodía proveniente de la radio, luego escuchó el flip - flap de las ojotas de ella que atravesaba el pasillo tarareando la canción que sonaba en la radio, después el sonido de la puerta del cuarto que se abría y se volvía a cerrar, se puso de pie y se miró en el espejo, por un rato fantaseó con la idea; después de todo Sabrina no era nadie en su vida, tan solo se trataba de una clienta del banco con la que había concertado una cita, casi una desconocida, bastante atractiva por cierto, pero una desconocida al fin, que tenía una madre que no estaba nada mal, se sentía como Dustin Hoffman en “El graduado” que al final se queda con la chica tras haber tenido una relación con la madre. Se acomodó un poco el cabello y salió del baño.
Miriam todavía estaba en la habitación cuando Daniel regresó al living. Desde la radio se escuchaba una tanda publicitaria, sobre la mesa yacía la taza vacía con el saquito exprimido, la colilla aplastada en el cenicero y un nuevo sahumerio humeaba su fragancia a sándalo. Daniel se acercó al la cómoda, tomó uno de los portarretratos, en el había enmarcada una tapa de la revista Play Boy del año mil novecientos setenta y dos, donde Miriam posaba semidesnuda.
- ¡Te agarré con las manos en la masa! – Se escuchó desde el pasillo.
Rápidamente dejó el portarretratos en la cómoda, Miriam desde el vano de la puerta se reía mientras liberaba un pie de la ojota y se acariciaba el empeine del otro.
- Perdón- Dijo Daniel.
- No hay problema, mirá todo lo que quieras.
Ella se acercó y tomándolo por el brazo lo condujo hasta el sillón.
- Es mas, me encanta recordar mis épocas de gloria, sentate que te voy a mostrar mi álbum.
- Está bien, no te molestes… yo….
- Dale no seas tímido, si te morís de ganas por saber - Decía ella mientras sacaba de uno de los cajones de la cómoda un álbum bastante gordo - además a Sabri no le va a molestar que mires las fotos de su madre, está acostumbrada.
Colocó el álbum sobre la falda de el, que mas incomodo que nunca, maldecía estar en ese asfixiante departamento, con una conejita retirada devenida en loca que adivinaba sus pensamientos, porque era cierto que se moría de ganas por saber mas sobre ella, tan cierto como la culpa que sentía al no poder sublimar ese pensamiento, encima no tenía mas remedio que esperar, aunque ya la noche no sería lo que el esperaba que fuera, dado que con una madre como esa, sus planes para con Sabrina terminarían ahí mismo, es decir, saldría con ella solo para cumplir, porque ya estaba en el baile, pero ni loco llevaría adelante una relación mas comprometida con alguien que tiene a una pirada por madre y que además, debía reconocerlo, le despertaba ideas poco ortodoxas. Miriam se sirvió un poco de licor en un vaso pequeño y se paró detrás de el apoyándose en el respaldo del sillón. Comenzaron a recorrer las páginas del álbum.
- En esta – señalando una foto en blanco y negro - estoy desfilando en el Arte de la elegancia de Jean Cartier, un programa de televisión de aquella época, tus padres seguro se deben acordar- le decía mientras pasaban a otra foto, en algunas, aparecía completamente desnuda, dedicando miradas sugestivas a la cámara.
- También fui novia de Hugh Heffner, por eso posé para Play Boy, viví un tiempo con el en la mansión, antes de tener a Sabri.
- ¡No te puedo creer!- Exclamó sorprendido mientras pasaban algunas fotos donde aparecía abrazada al viejo Hugh, uno de los ídolos de Daniel junto a Michael Schumacher y el actor de películas porno Rocco Siffredi, personajes estos, bastante admirados en el materialista ambiente de los productores bancarios.
Ahora la cosa tomaba otro color, estar junto a una amante del viejo Hug tenía mas sentido, además cada vez que ella se inclinaba sobre el álbum para señalar alguna foto, apoyaba levemente su pecho sobre el hombro de el, que ya no podía contener mas la erección que se avecinaba. De pronto ella le ofreció un poco de licor, el lo rechazó.
- Insisto, probalo, yo se lo que te digo.
Miró la copita con desconfianza, no acostumbraba a beber ese tipo de cosas, mas habituado a la cerveza o el whisky del after office. Pero ante la insistencia de ella aceptó.
- Bueno, esta bien.
Tomó la copa y bebió un sorbito de prueba, lo saboreó, le pareció un poco empalagoso pero no intomable, imaginó que tal vez, ese licor rojo tuviera un efecto afrodisíaco y bebió un poco mas, ella fue hasta la mesa y encendió otro Virginia, luego se apoyó contra la mesa enfrentándolo, le dio una pitada al cigarrillo y exhaló el humo apuntando hacia el techo descascarado.
- Está bueno - dijo el refiriéndose al licor – Es bastante fuerte.
- Te recomiendo que lo tomes todo y después humedezcas bien tus labios.
Como un autómata obedeció bebiéndose hasta la última gota y luego se pasó la lengua por los labios. Ella se acercó y con su mano lo tomó por el mentón suavemente.
- Dejame ver como te quedaron – Dijo y le estampó un beso en la boca, haciéndole sentir con su lengua, larga y profunda como un sable, la mezcla de sabores que provocaban el licor y el tabaco mentolado. Daniel tímidamente, deslizó su mano por debajo del deshabillé recorriendo la piel tibia y suave de una pierna recién depilada, luego, tomando un poco mas de confianza, deslizó la otra afirmando ambas sobre las, todavía firmes nalgas de Miriam que ahora pasaba al cuello de el que, confiado, se entregaba a la experiencia de la ex conejita dejando caer su cabeza hacia atrás apoyándola en el respaldo mientras ella bajando lentamente desabrochaba la camisa con mucho oficio haciéndole desear, con las caricias de su lengua, la inminente fellatio que se avecinaba. Sumergido en ese mar de éxtasis, entreabrió los ojos y recordó porque estaba en ese departamento, pero todo a esa altura, parecía un lejano recuerdo hasta que desde el pasillo escuchó que se abría la puerta del ascensor.
- ¡Sabrina!- Gritó apartando a Miriam que terminó en el piso.
- ¿¡que hacés?! ¿¡Estás loco?!
Atolondrado y desesperado, se acomodaba la ropa como podía.
- ¡Sabrina!... ¡escuché el ascensor!
Miriam sonríe.
- No te persigas, Sabrina no va a venir.
- ¿Qué?
- Lo que escuchaste, Sabrina no va a venir- repitió mientras se ponía de pie y se acercaba a el con intenciones de continuar- Quedate tranquilo, vamos a ser vos y yo, nada mas.
Intentó abrazarlo pero el le apartó los brazos.
- ¿y por que no me lo dijiste?- le recriminó.
- No quería asustarte.
- ¿Asustarme? ¿Por qué? ¿Le pasó algo a Sabrina?- Ahora si estaba asustado.
- Sabrina está muerta- fue la perentoria respuesta- Yo la maté, antes de que vos llegaras.
-¿¡ Que!?…. ¿¡Que estás diciendo!?…. ¿Cómo?….
- Está muerta en mi habitación- señalando hacia la puerta cerrada al final del pasillo - Querés verla por ultima vez, así te despedís, adelante, es toda tuya.
Daniel miró hacia la puerta cerrada y se imaginó a la chica muerta tendida sobre la cama, cuando comenzó a flirtear con ella en el banco no se le hubiera ocurrido jamás que tendría que pasar por semejante locura, Sabrina representaba la antítesis de lo que era su madre. Se quedó mudo, no supo que decir, por un instante se le ocurrió entrar al cuarto pero tuvo miedo, mas bien terror, se hallaba en medio de un remolino de pesadilla y no lo podía creer.
- Pasá- insistía Miriam – pasá si te animás, pero que te vas a animar, si ni siquiera fuiste capaz de cogerme ¡cobarde! ¡maricón! te pensaste que me ibas a coger a mí y después a mi hija ¡estúpido! así después fanfarroneabas con tus compañeros de trabajo, si sos macho, cosa que no sos, ¡cogetela muerta!
No lo soportó mas y salió corriendo desesperado, a sus espaldas escuchaba las carcajadas de Miriam, no esperó el ascensor, bajó corriendo escaleras abajo, llegó a la puerta de calle, hacía tiempo ya que era de noche, se encontró con la puerta trabada, el portero ya había terminado su jornada y no estaba para abrirle, tendría que esperar a que alguien saliera, ni loco volvía a subir, resignado, se sentó en la escalera a esperar, eso le haría bien, le daría tiempo para pensar , estaba muy asustado; se vio a si mismo dando explicaciones en la comisaría, compareciendo ante la justicia porque habían hallado sus huellas en el departamento, y todo lo que esto representaba. Su carrera, perdería su empleo, el tan codiciado puesto que tanto le costó conseguir, todo, absolutamente todo lo que había construido en los últimos años se desmoronaría en un abrir y cerrar de ojos, no pudo mas y se largó a llorar desconsoladamente hasta que escuchó que el ascensor descendía, rápidamente se incorporó, acomodó su cabello y secó sus lagrimas, no debo levantar sospechas, pensó, aguardó escondido, espiando, a que se abriera la puerta del ascensor, para cerciorarse que no fuera Miriam la que bajaba, y después simularía venir por la escalera para ganar la calle cuando la persona abriera, posteriormente, ya mas sereno, buscaría un abogado. Necesitaría una estrategia segura para no quedar implicado. El ascensor llegó a la planta baja, la puerta se abrió, y no pudo creer lo que estaba viendo: ¡la que descendía sana y salva era Sabrina! Loco de alegría salió a su encuentro tomándola por sorpresa lo que hizo que la chica se llevara un gran susto.
- ¡¿Entonces estás viva?! - dijo y la abrazó.
Sabrina entre asustada y confundida, sin entender nada le respondió:
- ¿Te pasa algo Dani?
El volvió a mirarla, acarició sus mejillas, tomó sus manos como para asegurarse que no se trataba de un sueño.
- Te estuve esperando toda la tarde ¿y que hacías en la escalera?- preguntó ella. Se notaba cierto fastidio en sus palabras.
- ¿Como que me estuviste esperando? ¡Si yo estuve en tu departamento y vos nos estabas! - dijo el sorprendido.
- Daniel, ¿estás bien?- volvió a preguntar Sabrina- yo no me moví de mi departamento, desde que volví del trabajo ¿de que departamento me hablás?
No se animó a nombrar a Miriam.
- ¿vos no vivís en el tercero cuatro?
Sabrina empezó a reír al darse cuenta.
- ¿De que te reís? – Preguntó molesto.
- No, yo vivo en el cuarto tres…. no me digas…. No me digas que le tocaste el timbre a la loca del tercero que me muero de risa….
- ¡¿Cómo?! ¡No puede ser!
Metió la mano en el bolsillo del saco donde tenía el papel con la dirección y efectivamente: Se había confundido de departamento. El, que se jactaba de tener una memoria prodigiosa. El, que sabia los números de cuenta de todos sus clientes, sin necesidad de recurrir a los listados, se había confundido, se tuvo tanta confianza que terminó tocando timbre en el departamento equivocado. – ¡Como pude ser tan pelotudo! – Alcanzó a decir. Y todo por confiar en su memoria….
PD: Finalmente Sabrina y Daniel llegaron a tener una relación que se prolongó en el tiempo. Por fortuna para el, Sabrina al poco tiempo se mudó a otro departamento. Esto le evitó a Daniel, la incomoda tarea de tener que tomar recaudos para no cruzarse con Miriam cada vez que iba a lo de su novia.
Con respecto a lo ocurrido aquella tarde en el departamento del tercer piso, nada supo Sabrina y nada supo después, cuando, transcurrida una semana de la mudanza, Miriam el escuchar que sonaba el portero eléctrico de su departamento levantó el tubo y preguntó:
- ¿Quién es?
Y desde la calle la respuesta fue:
- Soy yo Daniel.
FIN
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