El viejo de la bolsa
La fiesta había terminado. Nos encontrábamos sentados en el escalón de la puerta de la casa del gordo, un amigo de la infancia y en la vereda de enfrente: La casona, lúgubre, gris, abandonada desde siempre. Y por supuesto acompañada por sus leyendas, relacionadas obviamente con crímenes y misterios. Lo cierto es que mientras yo viví en el barrio, la casa se mantuvo deshabitada hasta su demolición ocurrida muchos años después. Y esa noche en la que el gordo y yo contábamos lo aburrida que había estado la fiesta la casa comenzó a darnos miedo y pasó a ocupar el centro de nuestra atención. Era una casa en dos plantas de estilo Tudor, una rareza dentro del barrio porque era la única construida en ese estilo, más afín a otros barrios un poco más ricachones que el nuestro.
- Si yo durmiera en tu habitación no podría dejar de mirar todas las noches hacia la casa- dije
- ¿Por?
- Por miedo, el miedo me da curiosidad.
- A mi no me da nada, estoy tan acostumbrado a verla que no le doy importancia.
- ¿Te gustaría entrar?
- ¡No! ni loco.
- ¿De día tampoco?
- Ni de día ni de noche, olvidate.
Una brisa leve traía el aroma primaveral de los jazmines florecidos en las casas. Se acercaba la hora de volver. El gordo cambió de tema. Empezamos a criticar a las chicas de nuestro grado: Que eran unas agrandadas, que iban a los bailes a hacerse ver y nada mas, que siempre miraban a chicos mas grandes que nosotros, cuando de pronto nos quedamos paralizados. Una luz amarillenta se encendió en una de las ventanas de la planta alta de la casona. Vimos de pronto como los postigos eran movidos desde el interior. Sin mediar palabra alguna nos escondimos detrás de un pilar de la casa del gordo y desde allí seguimos observando. Tras algunos forcejeos el oxidado postigo cedió y una figura oscura se asomó.
- ¿Te gustaría entrar a la casa?-preguntó el gordo.
- No ni loco-respondí.
La figura permaneció en la ventana por un breve lapso. A todas luces era un hombre. Solo podíamos apreciar su silueta. Tomó nuevamente los postigos, se disponía a cerrar y nosotros a respirar aliviados cuando la voz de la madre del gordo cortó el silencio llamándolo para que fuera a dormir. El hombre se detuvo, si bien no podíamos apreciar su rostro sabíamos que nos había descubierto. Nos quedamos petrificados, la madre del gordo al no escuchar respuesta insistió:
- ¿Que pasa que no contestan?
- N...na...nada mamá ¡ya voy!
El tipo cerró finalmente la ventana.
- Me tengo que ir- Dijo el gordo apenado por mi que tendría que recorrer sin compañía, cuatro cuadras vacías hasta mi casa.
Estábamos realmente asustados. Ahora el miedo, no era ese miedo seguro vivenciado cuando uno, por ejemplo, mira una película de terror en casa junto a su familia.
- Querés quedarte un rato en mi casa, podemos esperar, a lo mejor el tipo se va.
- No, mi vieja se va a asustar (en aquella época no había teléfono en todas las casas) y ya es tarde.
Nos despedimos y salí corriendo. Fueron las cuatro cuadras mas largas de mi vida. No me atreví a mirar hacia atrás durante el trayecto por temor a ver algo que no quería, ya estaba a pocos metros de mi casa cuando en mis oídos, o en mi mente quien sabe, percibí un sonido parecido al llanto de un bebé. No me detuve a mirar, al llegar a casa, salté el portón de madera que conducía al garaje para no tener que perder el tiempo buscando la llave. Una vez dentro respiré aliviado, ahora el miedo volvía a parecerse al de las películas, estaba seguro entre mis cuatro paredes y todo estaba cerrado con llave. . ¡Que susto nos dimos! Entré a mi cuarto, en la cama de al lado mi hermano dormía y también mis padres en el cuarto contiguo, cuando terminé de ponerme el pijama escuché otra vez un sonido similar a un llanto, seguramente se trataba de alguna gata en celo, el sonido que emiten es muy similar y si me tomaba por sorpresa en la noche me producía cierto escozor. Por las dudas fui hasta la ventana para quedarme tranquilo, corrí la cortina, la calle estaba desierta, iluminada por la luz de mercurio de la bocacalle, el maullido continuaba pero no no vi ninguna gata, luego se sumó otro sonido este si mas parecido a un llanto y luego un chistido, atiné a correr la cortina y meterme en la cama pero la curiosidad fue mas fuerte y me quedé a mirar, primero escuché los pasos, luego lo vi de cuerpo entero, llevaba una bolsa de arpillera sobre su hombro, algo se movía en su interior, algo que estaba atrapado y pugnaba por salir, volví a escuchar el llanto, ahora no se trataba de un gato, era el llanto de un niño, y provenía de la bolsa que llevaba el viejo , a medida que se iba alejando este chistaba como para calmarlo y tarareaba una canción de cuna mientras se internaba en la oscuridad de la calle hasta desaparecer de mi campo visual. Corrí la cortina y no sé por que me acordé del gordo, será porque estaba seguro que esa versión demoníaca de Papá Noel era la figura que habíamos visto asomarse por la ventana de la casona. Atribulado por estos pensamiento y muy intranquilo me dormí esa noche. Cerca de las once de la mañana desperté muy cansado, apuré mi desayuno y fui hasta la casa del gordo, en el trayecto recordé haber tenido un mal sueño pero no podía visualizarlo, solo pude conservar la fea sensación que nos queda después de haber pasado por una pesadilla, sensación esta que es muy parecida a la de un mal presentimiento. Toqué el timbre en la casa del gordo.
- Pasá Darío- Dijo su madre- Sebastián (ese era su nombre) todavía está durmiendo, sentate que ya lo despierto.
Ahora estaba mas tranquilo mientras veía subir a la madre del gordo por la escalera que conducía a las habitaciones. Con esa sensación de alivio me distraje observando algunas fotos del gordo que estaban sobre un mueble del living, en una de ellas aparecían sus padres mas jóvenes y sonrientes con el gordo en brazos
- ¡Seba despertate que vino Darío, dale!!
Tomé el portarretratos para observar mejor la foto de mi amigo.
- ¿Sebastián estás sordo?!
La cara de mi amigo me resultaba muy familiar.....
- ¡Seba!!
Familiar y perturbadora.
- ¡Seba!.... que te pasa?
Como en mi sueño que ahora podía recordar, un bebé que pedía ayuda....
- Darío ayudame!!!
La madre que baja corriendo las escaleras llamando desesperada al padre del gordo que estaba en el jardín y yo sin saber que hacer, aunque sabía muy bien lo que había pasado.
- ¡Que pasó!! Que pasó!!
Después fue un remolino de gritos mezclados con llanto, dolor y desesperación. Y la eterna pregunta sin respuesta de la familia: ¿Por que?
Yo lo supe siempre, a mi amigo Sebastián alias el gordo se lo llevó EL VIEJO DE LA BOLSA.
FIN.
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