Amigos, esta vez y aunque parezca mentira estoy contento, esto creo que enseña a mantener esperanzas. Luego de tanto tiempo conocí la ciudad, tan cercana a mi sufrimiento existe una gran ciudad.
La gran ciudad desagota el agua de las lluvias a una imensa laguna, ha llovido demasiado por acá estos días, y esto hizo que las grandes cañerías se obstruyeran.
Esto no sería importante, salvo que la gran ciudad, encargó a la cárcel un grupo de trabajadores que se encargara de la agotadora y difícil tarea de desobstruir estos inmensos caños.
Como se imaginarán, muy bien "salvaguardados" partimos con un grupo de compañeros, este viaje que en su ruta atravesó la gran ciudad, y por más que poco se veía a través de pequeñas ventanitas, pude contemplar construcciones muy antiguas, preciosas, hermosas.
Fue como descubrir otro mundo, y caray¡ encontrandome tan cerca, de esta ciudad nos llegan sus ruidos, sus olores, algunos omnibuses que se desprenden hacia las afueras, pero penetrarla fue emocionante.
Doce eramos los presos, doce almas fascinadas, no hubo lugar para sentir agotamiento, ni dolor, aún trabajando duro y con el agua casi hasta el cuello.
Las cadenas no se sintieron, si el olor a humedad del pavimento mojado, esos diversos olores a comida recién hecha.
Las mexicanas son hermosas, lucen maravillosas y coloridas.
No hubo lugar para sentir verguenza, ni siquiera cuando un niño a cierta distancia preguntó: "¿Mamá, por qué esos señores van así? y la madre respondió: "Eso les pasó por portarse mal"