Errante por la ciudad, sin mirar a nadie, camina mirando siempre mas allá, de sucio andar,
El hedor se funde a su sombra, algo parece decir, nadie le escucha, soy feliz es lo que dice,
Camina sin preocupaciones ni ataduras, en su mente no acaricia un atisbo de cordura.

Despierta en nosotros la envidia, este loco, que sin preocupación alguna, deambula por la vía en completa libertad.

Con sus harapos y un par de perros, para refugiarse por la noche y despertar entre ellos, tras la fría madrugada, recorre esta ciudad, quien sabrá de donde viene, solo aparece y nada más, algunos le conocen y dejan en sus puertas pan y algo caliente, es increíble como los perros, esperan a que este andrajoso amo, pruebe bocado, luego este en su delirio, repartirá con sus sucias manos.

Los galgos lamerán, como si besaran sus manos, con reverencia esta sombría palma. Agradeciendo el gesto, jugara con ellos un rato y se marchara. En su mente, no cobija un lugar, solo se detiene para escarbar, entre la basura y desprecio, recorre lo que su mente advierte en complicidad, con sus perros, se marchara del lugar entre el bullicio y el gentío
Desaparece sin mirar atrás, siempre con una sonrisa se pierde entre la multitud, para volver después a algún lugar de esta ciudad, no sabemos donde, solo aparecerá con sus fieles perros y buscará entre la basura y desperdicios algo de cordura.