Pues muy bien, ya está dicho, para los que no me conocen, ahorita me presento : yo soy el Enano Fulero, el más feo de todos los enanos, y sepan : el mismo que consigue hacerse de bastante dinero. Eso, por que soy astuto y muy trabajador. Y soy un hombre generoso, de manera que estamos a tiempo de compartir con ustedes, los otros enanos del mundo, algunas mañas de mi oficio que resultan muy lucrativas. ¡ Vamos! , enanos, no se aminoren, sigan adelante y aprovechen bien mis recomendaciones. No ha sido tan fácil.
Verán, mis familiares me tenían medio escondido dentro de mi casa, por que pensaban que me protegían de la posibilidad de algún desalmado se burlara de mi condición. Y yo aceptaba ese claustro de buena gana, pues ya había sufrido muchas veces con la sola idea de que un grupo de idiotas o de borrachos hicieran mofa a grito pelado de mi particular pequeñez. Hasta dicen que soy bonito y todo, pero soy chiquito como un niño de 4 años. Bien, después de que me emancipé, hace un par de años, comencé a trabajar en la Prefectura Municipal de la ciudad. Me hicieron una tarima forrada en terciopelo, y la colocaron al lado de la entrada al edificio público. Ahí yo me siento a pedir monedas a los transeúntes y a las personas que entrar efectuar algún trámite a la prefectura. Todo esto lo logró un tío mío al que le dicen “ el Pensador”. El es bastante unido a mi, y no quiero pensar que es a causa de que me saca provecho. Lo cierto es que él me lleva y me trae, y a veces va con el Sacacorchos, un amigo de él. Ellos me suben a la micro y me bajan en la parada, pues las escalas son muy altas para mi, y las cuadras demasiado largas. Todo el dinero que gano en el día es para mi, y vayan sabiendo que no es poco. El dinero de la noche ya va dividido entre mi tío y el Sacacorchos. Sucede que en la noche ya no son monedas las que llenan mis bolsillos, sino billetes de banco olorosos que me arriman los comenzales cuando les aparezco debajo de las mesas. Yo no sé si me dan dinero por el susto que les doy cuando salgo de entre las sillas y los quedo mirando con mi mano extendida y con mi mejor cara de menso, o puede ser que lo hacen de pena, o tal vez sufren algún tipo de cargo de conciencia. Eso yo no lo sé. Lo cierto y lo concreto es que mi jornada de trabajo termina ya cerca de la medianoche, me dejan en casa y yo me voy a dormir. Ellos, no: el Pensador con el Sacacorchos se van a la taberna de Eurípides a emborracharse exactamente todas las noches y a apañar muchachas de buena vida, por que hasta para eso les da la plata. Ellos me dicen el Enano Fulero por que yo no voy con ellos, pues no estoy con ganas de escuchar sus estupideces ni de terminar a estrellones contra el suelo, como ellos terminan, y no saben que yo me entiendo con la Feliciana, y que a ella sí le doy su dinerito y mi cariño, y es de confiar, pues cada vez que yo me voy a la Prefectura temprano, ella hace la comida y luego va a la Bolsa de Comercio a comprarme unas poquitas acciones, pero de aquellas, de las buenas. Nunca se equivoca. Ni ella ni yo decimos a nadie de lo nuestro. Nada más ustedes lo saben. Enanos del mundo entero, salgan a ganarse lo que es de ustedes, y de paso enséñele a los que les digan “enanito”, que la palabra correcta es enano. |