"Querido amigo"
Frío en Buenos Aires. Corrientes al 1700. "Bar del Encuentro". El piano y las melodías unidas por una cadena tan fuerte y tan invisible como la tenue inspiración de un músico a sueldo.
Jorge entró al "Bar del Encuentro" con sus aires de gran artista, oliendo a cemento, a delirio y con su nueva agenda bajo el brazo. Su rostro definía nuevos sueños y sueldos. Sus ojos tenían pintado el paupérrimo paisaje de los trenes subterráneos, pero a pesar de todo, seguía siendo el mismo. Jorge, mi querido amigo de ayer, de hoy y de siempre.
La primera mirada, la primer palabra y un gesto que me hacía entender que él nunca cambiaría. Su esencia era intocable. Fueron dos horas, muchas anécdotas y aquel piano que seguía regalándonos acordes suspendidos.
Después de un paquete de cigarrillos hablamos del tiempo, de la luz, de nosotros y los otros.
Jorge, mi querido amigo de ayer, de hoy y de siempre.
En ningún momento recordamos lo malo del pasado, en esas noches de calor en nuestra vieja ciudad, o aquellas tardes de la empresa que habíamos creado de la nada y en nada se había convertido.
Jorge, mi querido amigo de ayer, de hoy y de siempre.
De pronto un estruendo, una bala perdida de policías o delincuentes, no sé, rompe un vidrio del bar y encuentra el fin de su camino en el medio de su pecho. Jorge cae sin saber lo que está pasando. Agonía. Se despide de mí con una sonrisa. Una maldita porción de tiempo que modifica mi gramática para siempre.
Jorge, mi querido amigo de ayer.
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