Ante la mayoría de las cosa de la vida me declaro ignorante.

Pero ante la belleza de los conciertos de Juan Sebastián Bach me declaro competente. Competente hasta la última gota de mi espíritu.


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La tecnología, en mi opinión, ha logrado tan sólo que quienes la dominan, controlen el mundo para humillación y oprobio de quienes no la poseen.

Pero si después de miles de años, cuando la historia de los talentos de la humanidad se ha condensado en una sinfonía… si después de ese proceso tan increible puedo por medio de la tecnología tener a mi alcance ese milagro, si puedo oirlo y disfrutarlo cuantas veces quiera… me pregunto si mi juzgamiento no habrá sido demasiado severo…


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Juan David me regaló un aparato para oir música. De nuevo la música más bella del mundo es para mi algo cotidiano. De nuevo me dejo llevar por las notas de los grandes maestros y mi imaginación se desquicia de placer. Y de nuevo siento ganas de escribir y contarle a todo el mundo que la felicidad está, oh milagro!, en un aparatico no más grande que la mitad de la palma de la mano y en donde están guardadas, a mi disposición, colecciones prodigiosas de la belleza más pura que ha sido creada por otros que, parece increible, han sido alguna vez tan humanos como yo.