En el estrado,
con su negra toga…
la indiferencia,
golpeando con el martillo
¡¡ Condenados!!
En el banquillo,
dos corazones,
como si no les bastara
al jurado ausente de amor,
los sientan separados…
La infame condena dictada,
“separados por la distancia”
¡¡ Que se cumpla!!
Ambos corazones,
lloran en silencio mortal,
solo se gozan al sentirse
así de cerca,
sin importarles
el escarnio vivido.
La sentencia,
inapelable y lacerante,
el castigo infringido,
aplicando el máximo rigor
de la ley del desamor,
implacable…
Pero esas lágrimas,
que en el suelo quedaron,
comienzan a atraerse
y ruedan por el frío suelo,
hasta juntarse…
La sentencia,
no pudo con ellas,
fueron esas lágrimas
las que al fin se unieron.
Dejaron un surco,
una huella,
mientras la condena
latigaba con la odiosa
espera…
Lo que nunca supieron,
la indiferencia jueza,
y el jurado indolente,
que estos corazones,
se amaran por siempre…
Sin prejuicios,
sin fronteras,
la sentencia culposa
no será la barrera…
La indiferencia,
se disfrazara de paloma,
porque en el fondo
de ella, en su alma
también llora,
también ama…
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