Hoy por la noche, después del estreno de la obra, me sucedió algo realmente extraño.
A que director no le gusta que se le acerquen a felicitarlo por una puesta en escena. Sin embargo, vino uno de los espectadores muy contrariado, era gordo, de mediana estatura, con una nariz tuberculosa, ojos pequeños como hundidos y ligeramente calvo; se me acercó para decirme que le había parecido de muy mal gusto haber presentado en escena al fantasma, me sugirió con cierto aire de altanería que lo mejor sería dejarlo a al imaginación de cada uno de los asistentes.
De primera intención se me ocurrió que a lo mejor alguno de mis amigos me estaba jugando una broma, intente sonreír para romper la tensión y terminar con la broma en el acto, pero aquel sujeto continuaba esperando una respuesta, visiblemente indignado. Algo inexplicable y helado me inundó el cuerpo y a lo único que atiné fue a disculparme de la manera más seria, enseguida reconocí que tenía mucha razón y al terminar le dije que aceptaría su sugerencia. Una vez hecho esto se despidió y se fue con el pecho un poco más hinchado. Solo atiné, con un gesto inútil, a seguirlo con la mirada hasta que desapareció.
Unos segundos más tarde, yo continuaba paralizado y pensando cómo iba a hacer para desaparecer al fantasma de escena, esto debido a que ninguno de los actores del reparto lo había representado. Luego pensé que hubiese sido buena idea preguntar cómo era el fantasma que vio el sujeto, pero eso ya habría sido muy obvio.