-¿Supiste que Roque era el cómplice de Arturo Cisternos?
-¿Qué Roque? ¿Qué Arturo Cisternos?
-Vamos, ¿no me vas a decir que no ves la telenovela de la noche?
-¡Aaaaah! Pensaba que te referías a alguien conocido. No. No veo telenovelas, ni de noche, ni de mañana, ni de tarde.
-¿Y qué haces con tu vida, hombre? ¿De qué vas a conversar con el resto de la gente?
-No sé. Posiblemente surgirá algún tema que no sea tan banal como el de una telenovela.

Y Diego se alejó de su amigo, cavilando sobre la penetración bestial de la televisión. No se hablaba de otra cosa que de “La desaparición de Rosemary”. Los periódicos colocaban en primera plana la fotografía de alguna escena, se le daba una gran importancia al ranking de la teleserie, se entrevistaba a los actores, en un intento desesperado por sonsacarles alguna primicia. Y nuestro amigo movía su cabeza en señal de resignación, era imposible soslayar aquello que de manera tan transversal, se esparcía como una peste.

-Se supone que la chica está oculta en unas canteras.
-¿Qué chica?
-Rosemary, pues. ¿Quién otra?
-¡Uff!
-Sospecho de su tío, es un tipo bien raro.
(A media voz) –No tanto como ustedes…

En medio de las noticias de actualidad, siempre había un espacio para dar a conocer las últimas novedades de “La desaparición de Rosemary”. En ese momento, Diego se levantaba de su sillón, apagaba la TV y encendía la radio. La música suave se desenvolvía como un gran trozo de tul y apaciguaba su espíritu un tanto ofuscado. Pero, pronto, el locutor se explayaba sobre aquella música y decía que era uno de los temas principales de la telenovela del momento. Diego miraba al cielo en señal de misericordia. Ya era demasiado.

Pero, esa tarde, fue distinto, era preciso acabar con todo esto. Se sentía un ser extraño, poco menos que un troglodita que de pronto se encuentra en el medio de la ciudad, observado por todos:
-No sabe quien es Roque, ¿habrase visto mayor ignorancia?
-Tampoco sabe quien es Rosemary, ignora quien es Arturo Cisternos, es un ser demasiado extraño este hombre.
-Hoy exhiben un especial con los últimos capítulos, ¿compraste ya los temas de la serie?

Y ya enloquecido, ante tal situación, abrumado por las circunstancias, Diego subió a su coche y salió de la ciudad. Recorrió varios kilómetros en su vehículo, hasta llegar a una casa abandonada. Con mirada resuelta, abrió el candado enmohecido y traspasó el umbral de aquella derruida propiedad. Bajó los diez escalones que conducían al sótano, extrajo una llave de su bolsillo y abrió una puerta desvencijada.
Adentro, reinaba la oscuridad. A tientas, buscó el interruptor hasta dar con él. Una luz mortecina invadió la ruinosa habitación. En un jergón maloliente, yacía una adolescente. El hombre, silencioso, se aproximó a ella. La chica dormía. Las manos del hombre se crisparon, su rostro se desfiguró, era preciso acabar con todo aquello.

La contempló por última vez. Era una muchacha de aspecto virginal, sus suaves cabellos caían enredados sobre su rostro juvenil, algo desencajado por el encierro. Sus garras, se crisparon aún más y dibujaron en el vacío la dimensión exacta para atrapar ese cuello delgado. En ese momento, la chica despertó y al percatarse de su presencia, lanzó un grito desgarrador. El hombre se abalanzó sobre ella. Cuando parecía que todo se consumaría en aquel instante, ambos quedaron congelados y surgió la melodía incidental que caracterizaba a la telenovela. Luego, unas letras deslizantes anunciaban el fin del capítulo. ¿Asesinaría por fin Diego a la joven Rosemary? Nadie podría saberlo, ni siquiera el escritor de aquella novela, tan cautivo como todos en aquel argumento endemoniado…