Cada día pierdo la vida
sentado en la ingratitud del olvido
desojando flores secas del senil otoño
esperando la llegada del que nunca vendrá
del que nunca será escogido
por que no existe palabra que lo indique
ni pesonaje que lo aclame
o que nos lleve a la vana eseranza
en el desasosiego del crepúsculo incompleto
en comparaciones verdes
del regreso cabisbajo y sin perdón.
Cada día pierdo la loca idea de ser otro
cuando regresar no quiero
a la misma casa del desorientado
ennublado y turbio
entre risas nerviosas y sudores de medio día
con la boca seca y los ojos pardos
desorbitando,
las pocas ideas que me quedan
a la interperie del soñador inconcluso
que mientas demuestra quejidos de bostezo
rompe el tiempo en miserias perdidas.
Cada día recojo mi cuerpo aletargado
de la tierra hecho polvo mojado
en dimensiones ocultas y desconocidas
que viajan a los universos infinitos
y que paupérrimamente vigila los huecos sordos
esperando colores
en la borrosa humedad del invierno
que llora tristesas y burdas esperanzas
y que cada vez pierde la gracia
en circos infernales de blanco y negro
en risas descoloridas y miradas al espejo roto.