Hace demasiado tiempo de las musas de papel, ha pasado mucho, desde que empezó la castidad de versos cobardes que no llegaban a ninguna parte y hablan sin demasiado sentido. Aún así todo gira una y otra vez y hasta de giros se cansa uno. Es lo que tiene la vida del Kaos, la inestabilidad del yo, supongo.
El otro día me decía Jesús, gitano del Pago San José, que se llevaba mejor con las musas del final de vaso que con las que te abrazan por la noche y Poio matizaba que se entendía mejor con su guitarra que cualquier mujer, de este mundo… ¿consideramos a una madre como mujer? ¿podemos considerar madre a una guitarra?

Suena el Churri en el equipo, el pequeño y menos conocido de los hermanos Amador, no por eso menos bueno que Raimundo, un festival de ritmos invade mis oídos hasta llegar al clímax del sonido arrítmico de su piano. ¿Dormirán las musas con el poeta antes de susurrarle a su oído el siguiente verso? Tal vez simplemente no existan y aquello a lo que llamamos musa no sea mas que la manifestación del “yo no consciente” a través de un don que tengamos. O tal vez el Duende que recorre las calles y duerme en nuestros sueños solo se pare a charlar con quien merezca la pena. Maldito hipócrita, ¡sucio contaminador de almas!

Sea como sea, el alquiler de la impaciencia por falta de letras es letal y la morriña de los versos bien hallados, como diría mi compadre cada vez menos cercano de la ribera del Miño, no sea más que un paso previo a encontrar ese verso fundamental que hay que ligar con el resto.

No es sencillo hablar con las musas, pero peor aún es masturbarse con interrogantes (para solo encontrar un susurro de hilo de plata)

PD: al final viviremos bajo ese olivo.