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Primera parte: INTRODUCCIÓN

Archivo General
Persona: Stephani du Motel
Vida: Tercera
Tipo de Memorias: Auto narradas

Archivo 1: - Hipótesis

Al abrir los ojos vi el cielo azul. Estaba cansada, sentía los brazos y las piernas tiesos, como si hubiera corrido mucho y con todas mis fuerzas; un dolor de cabeza que me punzaba; al cerrar los ojos escuché el canto de los pájaros, el pasto verde debajo de mí y el sol calentando mi débil cuerpo. Ese sol sobre mí y el pasto debajo y ese cielo tan azul, de haber sabido que durarían tan poco me hubiera esforzado más en disfrutarlos.

Una bengala subió hasta el cielo y estallo, el aire se disperso desde el haz de luz, las mariposas y las aves fueron arrastrados por la corriente y las nubes desaparecían mientras el cielo se enrojecía. Me levante y observe lo que después me enteraría sería el principio de otra era.

A lo lejos escuché gritos de victoria, esos gruñidos guturales que te alerta que hay mounstros cerca. Parecía que festejaban. Yo estaba sobre una colina, mire a mi alrededor, comenzaron a encenderse fogatas a lo lejos, distinguí las figuras danzantes, enormes bestias en dos patas que brincaban alrededor, yo sólo alcanzaba a ver sus sombras; toda mi tranquilidad se desvaneció. Estaba en el matadero. ¿Cómo había llegado ahí? ¿Dónde estaba? El dolor punzante en mi cabeza se convirtió en un taladro, no pude más que tirarme al suelo y gritar, malamente. Mi voz aguda atraería su atención, el miedo hizo que el dolor se fuera. Corrí lejos de donde estaba, me escondí tras la colina y espere que nadie me hubiera escuchado, si me encontraban me devorarían viva, o tal vez; tal vez no, tal vez yo ya no era comible. Me revisé, mis piernas ya eran gruesas, no había seña de mis pies, en lugar de eso se formaban arrugas desde mis rodillas que caían hasta donde debían estar mis tobillos, eran arrugas gruesas, como si mi piel fuera una tela dura y pesada, mi torso y mis caderas seguían curveados, completamente lisos, sin las protuberancias de un humano, pero aun liso, toque mi rostro, seguía normal, con mis ojos, pestañas, nariz y boca en su lugar, me aterre cuando no encontré mis cejas, mi mano sobre mi cabeza y encontré mi pelo, mi cabello claro, lacio y pesado seguía en su lugar, sobre mi cabeza, el resto de mi cuerpo no tenía nada de cabello; ni siquiera el que era normal. Tal vez ya estaba condenada, tal vez la ignorancia había avanzado tanto que los demás me dieron por causa perdida y me arrojaron a los prados de los mounstros. Debo confesar que estuve a punto de echarme a llorar, cuando note mis manos, delgadas, formadas frente a mí, con sus uñas y cinco dedos, los moví desesperadamente para revisar que todos sirvieran, acaricie mis pulgares para cerciorarme de que estaban allí, esa era la prueba de fuego, aun era humana; cuando la gente se vuelve definitivamente bestia pierde los dedos, las uñas se tragan sus extremidades y ya no son capaces de escribir ni disparar un arma; destruyen en cuanto tocan algo, esas garras pueden cortar a un niño en dos sin ninguna dificultad.

Me tranquilicé, mi estancia allí debía ser un error, un terrible error. Debía buscar la salida sin ser vista por nadie, después de todo los rebeldes siempre están cerca de los mataderos, por si alguien lograba escapar del territorio de las bestias.

Camine en silencio tratando de alejarme de las fogatas, la luz no era buena, no era de noche ni de día; esa extraña bengala había alumbrado todo con su tono rojizo, como si el cielo tuviera una capa de celofán rojo, me ponía nerviosa.

Los pastizales se hacían cada vez más altos, eso era bueno, significaba que nadie se los estaba comiendo. Deducción, dicen que cuando te conviertes en mounstro es porque ya no puedes pensar y yo definitivamente había pensado, nadie se estaba comiendo los pastizales, por eso estaban altos, me estaba alejando del punto de reunión de los mounstros; me sentí tan humana. Cuando los pastizales rebasaron mi altura empecé a reír. Me sentí a salvo, perdida, pero a salvo. Las largas espigas me confundían, ya no supe si me alejaba o si estaba regresando, la luz roja las hacía ver más obscuras y el rocé con mi piel las hacía crujir y doblarse mientras yo pasaba. Caminaba y no se terminaban, me agite, seguía caminando más rápido, los pastos continuaban, corrí hasta que me cansé, ni siquiera sé si corrí en línea recta pero lo hice con todas mis fuerzas. Tropecé y me quede en el suelo hasta que quise levantarme.

Un respiro y un insecto sobre mi mano, un respiro más largo para recuperar fuerzas y me levanté. Casi, me senté sobre mis extrañas rodillas. Aplaste con fuerza el insecto que seguía en mi mano, me molesta que aun haya criaturas que sobrevivan tan fácilmente ¿Por qué nosotros debemos luchar tanto? Los mounstros también luchan, pero su dolor cuando mueren es diferente, solo gritan por la herida, por intenso dolor del cuchillo que atraviesa sus entrañas, cuando las balas los perforan te miran con odio antes de caer al suelo; pero no gritan cuando ven a un compañero que cae, no te atacan con más fuerza cuando destruyes algo de ellos, ellos ya no piensan, solo luchan y luchan bien para nuestra desgracia.

Empezaba a acordarme de más cosas cuando me volvió ese maldito dolor de cabeza.

Me puse de pie en lugar de seguir divagando. Camine otro rato, otro desesperante y largo rato, hasta que mis piernas temblaban y mi boca se seco. Un paso y las espigas chocando contra mí, rozando mis brazos y piernas arrugadas, otro paso y más choques, caminaba y caminaba y las sensaciones y los paisajes no cambiaban, como si en realidad no diera los pasos que estaba dando. Trate de cantar, pero mi garganta se cerró de la angustia y solo quedo mi respiración, ese era el único sonido que variaba, trate de controlarla para que no fuera en un patrón, para que al menos yo no fuera con esa monotonía que me estaba volviendo loca, traté de pensar cada aspiración y exhalación, pero se aceleraron en contra de mi voluntad hasta que llegaron a tiempos cortos espaciados uniformemente, fue en ese momento en el que ya no supe nada de mí. Cada momento era idéntico al anterior y al siguiente, avanzar, retroceder, girar, caer, saltar, correr, parar, se sentían igual. Cerré los ojos y camine más, camine y escuche lo mismo, camine y sentí lo mismo, camine y respire lo mismo, me aterre de continuar y continuaba y corrí, igual camine y camine igual, con todos los ruidos y roces a mi alrededor repitiéndose, camine y camine y grite, alto, al cielo, un gran ha que desgarraba y que hubiera llamado la atención de cualquier mounstro a mi alrededor. Me di por muerta y espere el zarpazo que debía cortarme en dos, pero nada. Corrí una vez más con mis piernas temblantes mientras cerraba los ojos, me detuve, abrí los ojos y ya nada chocaba contra mí, solo el aire.

Todo seguía rojo, había una llanura en frente, lisa y sin plantas, detrás de mí el pastizal enorme. Nada en el desierto inexplicablemente al lado de un pastizal enorme, nada excepto una pequeña casa de campaña hecha de sabanas cocidas, eso me pareció más sorprendente que el paisaje, que el cielo enrojecido, que mi extraño cuerpo; había alguien más perdido, un humano, los mounstros no pueden construir casas, simplemente no las necesitan.

Me acerque a la casa con lo último de mis fuerzas y abrí la puerta que era apenas una tela, no puedo olvidar lo que vi. Un mounstro encadenado en el piso, jamás había visto uno tan cerca durante tanto tiempo, sus brazos y piernas tenía esposas clavados al suelo, una enorme capa de pelo le cubría todo el cuerpo, los dientes salían de su boca aun cuando la tuviera cerrada, las manos eran cinco terribles uñas afiladas y resplandecientes, era como cinco veces yo, por suerte tenía los ojos cerrados. Sentí miedo, ese miedo que te paraliza y te nubla la mente, ese donde todo a tú alrededor se vuelve borroso y los gritos no salen, sentí que iba a llorar. Lo que más me asustaba es que sentía que yo ya me había sentido así, pero no recodaba cuando.

Escuche un estruendo, como un disparo, desde atrás de mí. Un punto incandescente en mi espalda, frío y rápido, una bala y el piso chocando contra mi cara o mi cara chocando contra el piso; la verdad es que estaba muy confundida como para cerciorarme. Deje de poder mover mis manos y mis piernas. Después de eso todo se volvió negro.

Texto agregado el 26-08-2009, y leído por 116 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-08-2009 Es un inicio prometedor, el tema pareciera el eslabón perdido en un proceso de involución de la raza humana. Pero bueno, no hay que divagar, mejor esperar la próxima entrega que seguramente no desmereserá ésta. Afectuosos saludos. sagitarion
 
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