Un amigo con derecho a Roce.

Últimamente había escuchado decir de alguna que otra mujer el término con el que titulo esta nota: “Un amigo con derecho a roce".Qué querrán decir, me preguntaba a mí mismo.
Por simple deducción no era difícil de comprender, pero me llamaba la atención que fuera repetido por diferentes mujeres con el mismo gesto y las mismas palabras.
El domingo por la tarde, sentía ganas de pasarla bien y para mí eso significa un lugar agradable, buena música y por supuesto lindas mujeres. Así que sin pensarlo más decidí por un boliche de Belgrano donde podía encontrar casi todo lo que buscaba. No me equivoqué: el ambiente era agradable, rico aroma a café molido, música suave y hermosas señoras de entre cuarenta y sesenta años, la cosa estaba bien, ya que la competencia era mínima. Hombres nada, casi todas eran mujeres. Son demasiadas las parejas separadas y si de viudez se trata, son muchas las viudas, ya que los hombres tenemos la mala costumbre de morir antes de tiempo, además de la ventaja que les damos del vamos a las chicas llevándoles por lo general algunos años de diferencia.
Me senté en la barra donde fui recibido con amabilidad por el encargado.
-¿Cómo está señor Laplume? –exclamó y luego agregó:
-Hace tiempo que no lo veíamos por aquí, veo por su aspecto que se encuentra bien y me alegro por eso. ¿Le sirvo lo de siempre?
-Sí, por supuesto –respondí-, gracias por su preocupación.
Al rato apareció con un vaso cargado con hielo al que sin más completó haciendo alardes de su habilidad gastronómica, con una ración de ginebra que por lo generosa denotaba experiencia para la conquista de una buena propina.
Hace tiempo dejé de fumar, y esto de tomar una copa, más toda la cosa que me rodeaba me hacía dar unas ganitas que para qué les cuento.
Pedí un café cargado, sin azúcar. Ya le había puesto el ojo a más de una señora, en especial a una muy bonita, que gracias a la suerte que siempre me acompañó en cuestión de polleras se había sentado después de mi llegada en la banqueta contigua. Tomé un trago de ginebra y un sorbo de café, estaba un poco falto de training, pero sabía que tenía que ir rápido al asunto por que si no perdía.
La suerte con el sexo femenino que siempre me acompaña, como les conté antes, salió nuevamente en mi auxilio.
Cuando ya estaba listo para el ataque, la señora en cuestión hizo el ademán de pararse, así que aproveché la ocasión para preguntarle si podía ayudarla en algo.
-En realidad no, o sí, no sé, estoy confundida –me respondió y agregó:
-Justamente iba a preguntarle por un encendedor, como no lo veo fumar pensé que lo molestaría.
-Señora, hace tiempo que deje de fumar, pero siempre llevo uno conmigo por si acaso. -¿Por si acaso qué?, ¿es que piensa en volver a fumar?
-Espero que no, pero voy a serle sincero, cuando lo cargo en mi bolsillo lo hago con el fin de estar equipado por si una señora tan atractiva como usted me pide fuego.
Nos sonreímos al mismo tiempo, lo que sospechaba se confirmó. Se trataba de una hembra poderosa, como aquellas que hacían latir fuerte mi corazón, ahora un poco menos ya que el atenolol no me lo permite, pero hago lo posible para que sí.
Portaba unas caderas marcadas, como las de antes, una blusa ajustada que no lograba disimular sus pechos, en los que yo ya imaginaba un bocado delicioso.
-¿Cómo te llamás? –pregunté.
-Cecilia ¿y vos? –contestó.
-Me llamo Andre –respondí-, sólo te ruego que ahora no me digas que tuviste un novio o un amigo y menos esposo que se llamaba Andre.
-¿Por qué me lo decís? O es que ya pensás en prohibirme cosas cuando no hace cinco minutos que nos conocemos –respondió.
-Cecilia -atiné a decir-, antes de salir de casa sabía que iba al encuentro de alguien especial, y ya vez, te encontré. Por lo tanto te quiero solamente para mí, no quiero oír hablar de ningún Andrés, de ahora en mas Andrés soy yo.
-Andre, tenés un estilo antiguo, incluso por la forma en que me trataste, y ahora te salís con esto, pero te soy sincera, me gustas mucho, me impacta tu barba blanca, tus ojos, la forma en que mirás, te juro que siento como que me estás comiendo cuando me mirás así.
-Es lo que quisiera hacerte de verdad mi amor –exclamé-, pronto será mi cumpleaños y sería el mejor regalo que me podés hacer, permitirme que te coma, aún me quedan algunos dientes.
-Andre, no me digas que sos de capricornio yo soy de enero, ¿y vos cuándo los cumplís?
-En junio –contesté.
-Loco, me dijiste que faltaba poco.
-Bueno amor, festejemos el tuyo.
-Vamos a sentarnos en una mesa así charlamos con tranquilidad.
-Andre -me encanta tu nombre.
-Y a mi el tuyo –respondí.
-¿Estás solo? -preguntó Cecilia mirándome a los ojos.
-No, ahora estoy con vos.
-Yo en cambio, me separé hace unos años y a pesar de que tengo amigos, también amigas, no pensé en volver a recomponer mi vida de pareja, en principio no es habitual encontrar personas como vos, y yo extraño esas maneras, además en realidad de hacerlo solo sería con una persona que tenga su situación económica resuelta, no estoy dispuesta a mantener vagos y menos tener que lavarle los calzoncillos.
Pensé para mis adentros que en un rato largaría la frase esperada.
-¿Me acompañas con otro café? –le pregunté al tiempo que mirándola con un dejo de picardía, me largué con la pregunta de rigor.
-¿Me vas a preguntar cómo me arreglo?
-Bueno sí, ¿cómo te arreglas?
-Te explico: disfruto de "amigos con derecho a roce." Pasamos juntos uno o dos días y cada cual a su casa. ¿Te parece mal?
-No para nada mi amor, todo lo contrario. ¿Y sos feliz así?
-Absolutamente, muy feliz.
Pasaba el tren por las vías cercanas al boliche y vibró un poco la mesa. El mozo pedía permiso para dejar los cafés que yo había pedido, ella prendió un nuevo cigarrillo, fue entonces que le dije:
-Cecilia, creo que te voy a querer mucho.
Cuando la tomé de las manos para darle un beso se cortó la luz, todo Belgrano quedó a oscuras. Creo que se debe tomar medidas serias con estos problemas de la energía.
Andre_Laplume









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