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Miércoles y Domingo

Duerme conciencia, descansa; quítate el polvo del día que agoniza. No te prometeré otro amanecer, ni te juraré que nuevamente habrá luz. Mientras lo haces, preguntaré a la madrugada lo que nos depara el mañana.

Si eres tú, Día de Sol , quien aparezca como meditado de todas las promesas, altanero y orgulloso, consciente de que fuiste forjado para ser grande entre los grandes, la Casa del Banquete, el elegido de Quien Todo lo Ve para resurgir y vencer a la muerte, suma de momentos de brisa ligera y rocíos de flor exquisita, no me abandones en los interminables instantes del mal llamado Mercurio, que me robará el aliento en la mañana, cuando tu padre se asome al Oriente.

Si eres tú, Día Mediocre, derramarás en mí las pasiones de todos los pervertidos que saldrán a sitiar las calles, con las miradas bajas, las bocas calladas y los corazones apagados. Regarás en los caminos las culpas de los días que se fueron, para que después de una mutua persecución, nos enfrentemos en una feroz lucha, y mueran, y renazcan luego en el Día Primo.

Si eres tú, Día de Resurrección y Gloria, me bañaré de lágrimas suplicantes, me vestiré de blanco e iré a repartir perdones a mis ayeres y limosnas a mis deudores de siempre; sacudiré la tierra y el polvo que habrá dejado en mis ojos el Día Perdido, y olvidaré, por instantes sucesivos, las imágenes dañinas que pretenderán turbar mis pensamientos.

Si eres tú, Día sin Luz, liberaré la mariposa negra que se posará en la frente de los ingenuos y viajaré con ella partiendo por la mitad lo que deje a su paso; devoraré las tersas carnes de los inocentes y levantaré con mi mano izquierda los restos de la parte de mi ser que aún tenga esperanza, mientras que la diestra quedará intacta, aguardando el Día Sacro para lavar mis faltas.

Si eres tú, Día de Gracia, sacudiré mi cuerpo de mi alma y todo yo seré luz de los caminos hacia donde ni el ojo vio, ni el oído escuchó; recontaré las indulgencias, tanto las propias como las arrebatadas de la caridad de los justos en el Día de Fuego, ahora reducido a Ceniza.

Si eres tú, Día Negro, quien me encierre entre Marte y Juno, no me des tregua, atrápame en tus garras y destrúyeme, mientras gozo viendo mis propias destrucciones, hasta que me encuentre fuera del agobiante mar de Metal Líquido, entre Saturno y Selene.

Duerme conciencia, refúgiate en la oscuridad de los sueños, en la ingenuidad de los anhelos, en la dicha anticipada... aún es posible volver a la cama derramado y derrimido... hacer de Miércoles Domingos.

Texto agregado el 03-06-2004, y leído por 103 visitantes. (0 votos)


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