Decibeles al máximo, las esferas vigorosas trepidan, los oídos que tiemblan, que se ensordecen, que necesitan cerrarse. Una mano torpe y sucia hurga dentro de un pecho abierto, aprieta un corazón aún palpitante, el rojo sale, inunda y ensucia todo. Escupitajos, sangre, un rostro angustiado grita de dolor, humeado por su propio cuerpo que arde dentro de un barril, un raudo auto llega en un instante y choca, hace volar el barril. Estúpidos se reúnen y ordenan la destrucción: humanos arrodillados son maniatados, torturados, violados, cortados, degollados, devorados; locos corren tras sus perros hambrientos que muerden papeles de colores que son billetes. El calor y el frío se mezclan, lluvia filuda cae, empuja el aire y corta a viejos y gordos fatigados, sus inmensos rostros desfigurados lloran sangre, cuando caen al suelo el calor los evapora… algunos vuelan y caen muertos como moscas mientras las brillosas gotas truenan. Al atardecer, en el horizonte, carruseles luminosos y multicolores vuelan en círculos, su música es un ventarrón, los caballos trotan enfurecidos, niños caen, rebotan, a tus pies caen cuerpos mutilados. Los oídos se rebalsan con aullidos de dolor. Pasa un día en la desolada tierra y algunos colores ya no existen mas, el viento llega y empuja el pelo y huele a muerte, levantas el pie y ves órganos humanos dispersos, pisas algo que se hunde lentamente, quieres correr, las bombas empiezan a caer y gente gritando llega por tu espalda y te sobrepasan en un segundo, millones de gentes corren, te empujan pero no te tocan, correr piensas, pero la gente te observa, se abre y ves de nuevo los órganos llenos de sangre que palpitan. La impotencia son niños hambrientos que te jalan el pantalón, están abandonados, lloran sufrimiento, sus ojos piden clemencia, uno de ellos recoge un pan y el aparato estalla, como un ciego lleno de pavor buscas un cuerpo al cual asirte. Un ruido insoportable estalla lejos, muy lejos, y sientes que la tierra tiembla, olor a carne quemada te asfixia, el mundo se desarma y un calor abrasador te tumba.

Lo sabes, suspiras y lo olvidas porque esta noche están abrazados, están juntos.

Te quiero mi amor, dice una dulce voz.
Yo también.
Eres lo más lindo que existe.

Nada más que luces brillan en el cielo que los cubre, sientes su presencia, su calor, su tranquilidad. Sientes que te ama, escuchas su respiración y en la inmensidad te preguntas si, por alguna casualidad, estará mirando la misma estrella que tú.