ENOQUIA
Llegó caminando, y un largo cayado le ayudaba en su marcha.
Bordeó el río hasta las tierras altas, donde no habían
llegado ni el diluvio ni las palabras de los que se dicen sabios.
Allá los hombres sobrevivían en lucha con el medio adverso y
con las fieras del monte. Me llamo Enoc, -les dijo-, y construyo ciudades.
Le dieron comida y un lugar junto al fuego para pasar la noche. Por la
mañana, se levantó con ánimo de proseguir su marcha.
Quédate,- le pidieron-, y construye una ciudad para nosotros. Me
quedaré diez años- respondió.
Eligió un lugar donde el río se ensanchaba y una suave
planicie interrumpía la pendiente de las laderas. Dividió a
los hombres según sus aptitudes, y unos fueron canteros, otros
albañiles, carpinteros, pintores. Marcó el cardo y el
decumano, y junto al cruce señaló los espacios para el
ágora y el palacio. Luego los edificios de uso común: el
mercado, las termas, el teatro, el estadio. Por último, las casas
para los pobladores y los cubículos para el ganado. Dirigió
el trabajo de los operarios, y la ciudad se terminó y fue habitada
en el plazo previsto. Mañana partiré- dijo. Quédate,-
le pidieron-, necesitamos leyes para gobernar la ciudad. Me quedaré
diez años- respondió.
Nombró alcalde y alguaciles, dictó normas, fundó
tribunales, organizó el comercio y los servicios públicos. La
ciudad prosperó y sus habitantes le aclamaban. Partiré
mañana- dijo de nuevo. Quédate,- le pidieron-, nuestra ciudad
es ahora rica y suscita la envidia de otros pueblos, necesitamos organizar
su defensa. Me quedaré diez años- respondió.
Construyó murallas y baluartes, fabricó arcos, espadas,
lanzas. Formó un ejército. Antes de terminar el plazo fijado,
la ciudad fue sitiada en numerosas ocasiones por hordas de salvajes.
Vinieron años de calamidad, luto, hambre y enfermedades. Los
generales tomaron el mando de la ciudad y establecieron impuestos para
costear la guerra. Cuando los bárbaros fueron derrotados, los nuevos
gobernantes concedieron prebendas y honores a los soldados principales,
creando una casta privilegiada.
Mañana partiré- dijo. Nadie le pidió quedarse.
¡Que se marche! - gritaron.- Él es culpable de nuestra
desgracia, él ha construido esta ciudad llena de suciedad,
injusticia y muerte. ¿Queréis destruir la ciudad para que
acaben vuestros males?- les preguntó. ¡No!.- respondieron.-
Queremos destruirte a ti. Y comenzaron a lanzarle piedras y estocadas.
Asió con firmeza su cayado y se dirigió hacia las puertas de
la ciudad. Las piedras y las espadas pasaban a través de él
sin afectarle, y salió extramuros.
Bordeó el río durante muchas jornadas, ascendiendo hasta los
páramos helados, donde los hombres viven en cuevas y visten pieles
de animales.
Soy Enoc y construyo ciudades- les dijo. Le pidieron: Quédate y
construye una para nosotros
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