La ciudad huele a cocciones desde la mañana temprano, hierve en sopas y caldos que se serviran a los primeros viandantes. Las calles se organizan en pasteles, empanadas, frituras y frutas frescas o secas, sobrecitos con charke. Se come en la calle, de camino a la vida, o de vuelta.
Para los que mamamos Europa en los confines de la inmigracion, las fritangas matinales nos conmueven las narices, para los de aqui, son las invitaciones a despertarse.
La ciudad huele a comida, a gente, a trajin diario, a noches secretas en saguanes, a urgencias del alcohol, a abandono y deshogar, a ropa siempre pegada al cuerpo porque es el unico vestido.
La ciudad pica en las narices, como el sol en la piel; se evapora en su propia coccion mientras la gastan de tanto andar.
Yo miro de lejos, de lo lejos que a veces estoy de latinoamerica aun siendo un paisano del sur.
Trato de entender y de aprehender.
Cochabamba sin duda me va a enseñar.
Cochabamba, Bolivia, agosto de 2009 |