M16
Una reflexión sobre el poder, y tentación, de las armas en mi persona y quizá en todos los escritores desde aquí hasta donde se acabe el mundo.
Hay quienes dicen que los poetas son pacifistas. Hay quienes dicen que los cuentistas aman el arte por sobre todas las cosas. Hay quienes creen que todo artista prefiere la belleza antes que un arma de guerra. Yo no. Yo soy la excepción a la regla. Yo anhelo, con todas las fuerzas de mi alma, un M16. Aunque podría jurar que no soy la única.
Un día caminando por la calle, con unos cuantos tragos de más y razón de menos, conseguí este plan. Decidí que la tierra no sería un mejor lugar sin armas, en realidad sería bien aburrida. Descubrí, sobre un bus medio mareada, que deseo tener un M16. Ahora, yo soy “pacifista”, creo, y por ende me preguntarán por qué diablos quiero uno.
Hay un gran cúmulo de cosas por aniquilar dolorosamente, los males de la vida si se quiere. No soy de armas tomar, pero ay que quiero tomar uno de esos y destronar el viejo orden. No soy revolucionaria, no creo en causas libertarias, mucho menos en ideologías muertas (ni menos las vivas). La política no me convence, solo quiero destruir. Yo se, y puedo dar fe de ello, que todos hemos querido deshacernos de lo mismo.
La verdad es que hay armas mejores y más grandes, pero le tengo un cariño especial. Es de las pocas que causan un placer nostálgico al destruir. Me recuerdan los juegos de computador que solía tener. El poder destructivo ira dirigido a un solo blanco.
Eliminare de la faz de su tierra a las ideas improcedentes, vetustas, vacías y absurdas. Quiero y anhelo demacrar sus estados hasta que sean una masa purulenta de fuerzas antagónicas. Antagónicas entre sí, claro esta. Mataría, con mi linda maquina, todos los racionamientos poco originales y cada cosa demasiado cursi. Sería mágico. Yo sé que todos los que se hacen llamar escritores, sobre todo los de esta página, desearían ser originales. **Ya lo planteo Harold Bloom, todo escritor vive bajo la sombra de su padre (inspiración) incluso si no lo saben. Yo deseo ser la escritora que se libera de las cadenas de su padre con una caída estratosférica. Como Satán mismo, deseo romper lazos de influencias y liberar la creatividad reprimida. Me gustaría poseer una de estas armas y rearmar mi universo. Variar y del caos, sangre y destrucción (literaria o de ideas) conseguir libertad creativa.
Todos los pacifistas y escritores desean la misma cosa, destrucción masiva al viejo orden mental para recrear un infierno que se asemeje al cielo mismo. Del fuego y seudo cenizas, conseguir la más sublime Belleza.
Por eso es que quiero y deseo, angustiosamente un M16 o algún elemento de destrucción masiva. Es el único uso correcto y concreto que logro darles. Los quiero y punto. ¿Alguien apoya mi idea? Yo quiero destruir, masacrar, torturar, triturar, desintegrar…
Aunque quizá la medida sea un tanto excesiva, suena tan genial y entretenida. Cada idea que explota en la cabeza, por un ataque directo, creará fuegos artificiales. Una guerra directa y perfecta, la única que vale la pena ver en primera fila. Queda decidido, al menos entre yo y mis múltiples conciencias, un M16 y comienza el mejor carnaval.
**Harold Bloom, crítico literario. Planteó la teoría de la Influencia Poética, idea citada aquí. Un autor es “mentor” del estilo de otro. Todo autor nuevo busca liberarse de las cadenas, plantea en uno de sus ensayos el ejemplo de Satanás, del poema épico-narrativo “Paraíso Perdido”. La caída de este ángel la plantea como la liberación creativa que le permite ser poeta moderno y genial.
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