Mamá, si algún día, de todo esto, sea yo, la única que parte, has de regar la flor que guardo en mi pecho...para que no vaya a morir, has de llamarme al pie de la puerta para que el viento tibio de los pastos te lleve hasta mi lecho, desde la pequeña casa hasta matorral, desde el hogar caliente hasta la orilla fría del mar. Búscame en el fogón y su cerillo, debajo de los hoyos de los techos, entre la humedad de la paja y del adobe, en el olor del querosene y los ratones...que corrían en la cocina…cuando tus prodigiosas manos nos tejían ternuras matutinas. Coge tu flecha escarlata y rescata todos mis sueños, junta, uno a uno, mis caminos, mis vientos, mis destinos…todo mi tuétano de niño.
Y si mi ausencia, fluye, como gotas de tristeza por tus ojos infinitos, pensando al pie de la cama donde dormía - es tarde ya, es tarde, y no regresa - sécate la carita y para de llorar, sal a la ventana…Acabo de llegar, a tu pueblo y sus caminos, al zapatito enano y sus plantillas, a la leche tibia en las mañanas, al callejón y su tristeza, a tus faldas y sus blondas, al pan del día de ayer, a tu llanto y tu alegría, a tu frente y su sudor, a los golpes y el perdón, a tu vientre…a tu vientre y sus cuidados.
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