LA CRECIENTE
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La creciente arrancó las piedras que unían las dos orillas del arroyo.

Me ubiqué junto a la mía cargando mis brazos con nuevas piedras y traté de reconstruir el camino perdido. Pero en el horizonte la sierra seguía obscurecida, marcando el escenario con tormentas. Y ellas sumaron las crecientes que volvían a barrer el suelo del arroyo, donde yo intentaba reconstruir la unión vieja, de las dos orillas.

Cansada al fin vacié mis brazos, hasta hoy cuando pude contemplar otra vez el cielo abierto sobre el horizonte de la sierra.

Estoy mirando la línea vacía que dejó el primer sendero. Los límites de mi arroyo se han transformado y su nueva geografía ya no es apta para el viejo tipo de camino. Con los brazos nuevamente cargados voy en busca de dos orillas. Ayer deseaba una semejanza con las antiguas. No pude hallarla. Una brisa cubre la atmósfera llenando de olvido mi espacio conocido. El cielo se halla abierto y debo partir, en busca de dos orillas.

Camino entre desiertos. Diminutas partículas de mica sobrevuelan mis costados.

Camino entre nevados andinos. Diminutas partículas de escarcha sobrevuelan mis costados.

Camino entre altiplanos y punas. Diminutas partículas de metal sobrevuelan mis costados.

Camino entre chacos y bosques. Diminutas partículas de madera sobrevuelan mis costados.

Camino entre salinas. Diminutas partículas de cloruro sobrevuelan mis costados.

Camino entre serranías. Diminutas partículas de cuarzo sobrevuelan mis costados.

Camino entre pampas. Diminutas partículas de humus sobrevuelan mis costados.

Camino entre glaciares. Diminutas partículas de hielo sobrevuelan mis costados.

Con los brazos nuevamente cargados voy en busca de dos orillas. Mas ya no hallaré las mismas. Hoy he comprendido, que sólo aliviaré mi peso cuando llegue a descubrir la unión que necesita el nuevo cauce del arroyo. Este cauce que siempre varía, luego de cada suma de Crecientes.

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Alejandra Correas Vázquez