El diario de Bárbara.

3. Una cita con Jorge.

Apoyado en el balcón de su vivienda, Jorge miraba la calle, la mañana lucía expléndida, el sol se manifestaba con todo su explendor.
Jorge esperaba a Bárbara. Habían quedado solos para ir a la ciudad y pasear un poco por las calles de la misma, comer e ir al cine después.
Según iban pasando los minutos, el reloj de Jorge parecía que iba marcando el tiempo con más fuerza.
Deseaba fertiéntemente, ver asomar a Bárbara por el borde de su calle.
Tic-tac, tic-tac sonaba el reloj de Jorge, segundo a segundo. Al fin, Bárbara apareció por el extremo de su calle.
Iba preciosa, con una blusa rosada y una falda pantalón de color blanco.
Parecía un princesa que se hubiera envuelto, por arriba en un ramo de rosas rojas, por abajo en un manto de flores blancas.
A Jorge, se le íban los ojos mirándola avanzar hacía su portal. De pronto la dejó de ver y en ese instante, sonó el portero automático de su casa.
Jorge la dijo que esperara abajo.
Cogiendo su chaqueta, cerró la puerta de la casa y bajó las escaleras hasta el portal.
Allí estaba Bárbara, Jorge al tiempo que la saludaba, timidamente la besó en la mejilla, Bárbara le miró y le dió un beso en los labios. Jorge se quedó quieto un momento.
Al cabo de unos segundos, devolvió el beso en los labios de Bárbara, a lo que ésta respondió con una sonrisa: "Eso esta mucho mejor, Jorge".
Pusierónse rumbo a las centricas calles, pararon en un bar y entrando en el mismo, se sentaron en una de las mesas libres.
Bárbara dijo: "Sabes, no tengo muchas ganas de ir al cine, ¿ y tú ?", mirando a Jorge de una forma especial, esperando a que éste respondiera, a lo que su mente de cómplice romántica tenía en ronda.
Jorge se la quedó mirando y la respondió: "¿ Y que te apacete hacer entonces Bárbara ?, ¿ Quieres que vayamos a algun lugar en especial ?".
Bárbara apróximando su silla a la de Jorge, le contestó: "Si, quiero ir a tu casa".
Jorge la comentó: "Has estado en el portal de mi casa antes, ¿ Por qué no me lo dijiste en ese momento ?".
Bárbara con cara de circunstancia le respondió: "Porque se me ha ocurrido ahora. Anda levantemonos de aquí y vayamos a por unas bebidas para compaginar la tarde, allí".
Jorge dijo: "Esta bien, vayamos a la bodega y cojamos algo ....".
Una vez comprada la bebida, Bárbara y Jorge, accedieron a la casa de éste.
Bárbara elegió una música suave para hablar, mientras Jorge, cogía dos vasos y servía la bebida fría en los mismos.
Jorge dijo: "¿ estás cómoda ?, ¿ qué tal te encuentras ahora ?".
Bárbara, cogiéndo a Jorge por el brazo, le dijo: "Enseñame tu habitación".
Jorge la miró y la dijo: "¿ Estás segura de que quieres ver mi habitación Bárbara ?".
Bárbara contestó con un Sí de cabeza.
Jorge se levantó y del brazo llevó a Bárbara hasta sus aposentos.
Bárbara entró, observó todo, y se tendió sobre la cama de Jorge.
Este estaba un poco alucinado, viendo a su amiga Bárbara tumbada sobre la cama dònde él mismo dormía todas la noches, a solas.
Bárbara le dijo: "hmm que bien se está aqui, ven conmigo y túmbate a mi lado".
Ëste se aproximó y se tendió a su lado.
Bárbara se echó encima y comenzó a besarle en los labios.
Jorge no sabía que hacer, estaba experimentando algo muy dulce con Bárbara.
Comenzó a besarla también.
En un momento ambos se empezaron a desear mutuamente, se desnudaron e hicieron el amor, Jorge ya no oía el tic-tac del reloj, ni falta que le hacía, no hay tiempo cuando el amor y el deseo de estar con alguien aparecen en escena.
La hora del comer pasó, Jorge llamó a un resturante de comida rápida, comerían en su casa ese día.
Bárbara, mientras ambos degustaban la comida, comentó el ir a una disco esa noche, tenía ganas de bailar con él y sentirse amada a solas por el chico que quería.
Jorge no puso oposición al tema, pasaron la tarde haciendo el amor de nuevo, hasta la hora en que ambos decidieron darse una ducha y prepararse para la disco.
Al día siguiente, Bárbara escribiría en su diario, un nuevo romance, en esta ocasión no sería el de su amiga Diana, sino el suyo propio, por fin su diario tendría palabras de amor para ella misma.

Escrito por Carlos Them

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