Sábado
Cada vez que miro detrás de mi espalda esta ella.
Sonrio.
Ella.
Me giro y vuelvo a ver bailar el cielo sobre mi cabeza y notar el escalofrío de la vida, latiéndome en las sienes. Me giro…
Ella.
Y su mirada de un lado a otro y a la vez clavada en mí, sin despegarse ni un momento.
…
Si y no, y al final consigo vencer al enanito que me clava los pies al suelo y me amordaza la boca. Al acercarme, ella me acoge con ojos cálidos, y me absorbe. Me siento como en una escalera mecánica, y me dejo llevar.
Solo consigo entender tres o cuatro palabras entre el huracán de sensaciones que me ponen del revés cuando acerca sus labios a mi oído.
Se llama Sonia, y me muero por su sonrisa.
Le contesto que sí a todo, y ella me mira y se ríe, y mira hacia abajo, y allí me encuentra a mí.
Domingo
Sin abrir los ojos noto la brisa de la ventana abierta y el ruido de las sabanas frescas en mi piel. Me giro en la cama y los abro poco a poco, acariciando con mis manos, esperando el contacto de su cuerpo a mi lado.
Nada de eso, estoy solo.
Paseo la vista por la habitación y busco su presencia en los rincones, sin descubrir su ropa, ni las huellas de la noche que ha pasado a mi lado.
Me levanto de la cama y me noto más ligero, es mucho más fácil mover mi cuerpo, y al bajar la mirada también descubro, aunque sin sorpresa, una cicatriz en forma de X en la parte izquierda de mi pecho. Lo que no noto es dolor, sino una sensación cálida.
Supongo que lo sabía desde el momento en que la vi.
Mi corazón es suyo.
No me ha costado desprenderme de él, y eso es raro, porque le tengo bastante aprecio.
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