EL SANTO SUDARIO DE CRISTO – Omar Barsotti
(Ensayo realizado con información brindada en el libro de Thomas Humber : El Misterio del Sudario de Cristo, y fuentes periodísticas diversas).
En el oscuro recinto de la caja de plata donde descansa desde su última exhibición pública, el Santo Sudario es perturbado por el sonido apagado de los sellos al ser rotos. Las luces de la capilla, caen sobre la tela ahora desdoblada y extendida en un marco, iluminando una imagen confusa, apenas discernible; unas manchas que exigen imaginación para dar forma a la figura esperada. No obstante el selecto grupo de testigos de alta jerarquía, observa absorto; extasiado más por la antigüedad y la historia de la reliquia que por lo que apenas se ve.
Secondo Pía había logrado autorización para fotografiarlo. Ese día era consciente de haber sido favorecido por un privilegio extraordinario. Ni él, ni los que asistían a sus maniobras para superar las limitaciones propias de los equipos fotográficos de la época y, sobre todo, las exigencias del tiempo limitado y las precauciones, podían presumir, tan siquiera, que en aquel momento se iniciaba una nueva era para la historia del Santo Sudario.
Después de una prueba fallida, Pía tuvo una última oportunidad el día 28 de Mayo de 1898.
Más tarde, en su laboratorio, iluminado por una pequeña luz roja el fotógrafo colocaba con cuidado las grandes placas de vidrio en una solución de oxalato de hierro. Las imágenes comenzaron a definirse aventando sus temores profesionales. Algo se había impreso, aunque en ese momento ignoraba cuánto.
Sosteniendo la placa húmeda la giró para ver la zona del rostro y quedó azorado. Le temblaron las manos y el cristal se deslizó a punto de estrellarse en el suelo. La imagen de manchas difusas y planas en el lienzo habían cambiado en una forma que contradecía todas las leyes de la técnica fotográfica.
El fenómeno fue explicado mucho después. En el lienzo la impresión tiene una calidad de negativo, por lo tanto al revelar la fotografía las sombras y las luces se invirtieron dando a la imagen un carácter, una profundidad y una definición que no podía percibirse en el original. Cuando llevó la placa a positivo todo se aclaró: la imagen en la tela era de hecho un negativo que en la placa se había reproducido como positivo.
Más tarde Secondo Pía escribiría : “encerrado en mi cuarto oscuro, enfrascado en mi tarea, experimenté una emoción muy fuerte cuando durante el revelado ví aparecer en la placa por primera vez el rostro con tal claridad que quedé perplejo”. “El semblante expresaba una gran paciencia, una noble resignación. Aún con los ojos cerrados estaba cubierto por una expresión de majestuosidad imposible de analizar.”
“ Mientras el amanecer se deslizaba por las calles de Turín, Pía permanecía sentado frente al negativo y su copia, ocupado con un pensamiento repentino e inquietante. Ningún ser humano pudo haber pintado el negativo que estaba oculto en las manchas. Observando fijamente Pía tuvo la paralizante certeza de estar mirando directamente el rostro de Cristo”. (Humber)
En el negativo el cuerpo revelaba las huellas de las heridas, las llagas, la sangre, todo el dolor de una muerte cruel como culminación de un sacrificio que habiéndose tornado rito, ahora frente a la imagen del negativo, conmovía las almas más escépticas.
Los negativos de las fotos del Santo Sudario dieron rápidamente la vuelta al mundo mientras se levantaba una áspera controversia.¿ Se trataba realmente del sudario empleado para cubrir el cuerpo de Cristo?.¿Tenía la antigüedad suficiente?. ¿Era aquella la imagen del Cristo de las Sagradas Escrituras? ¿O era una pintura?¿O quizá un fraude instrumentado por Pía?. .
Toda clase de teorías y presunciones se cruzaban involucrando a la religión, la política y la ciencia. Con el paso del tiempo aquella fotografía fascinó a personalidades que dedicaron buena parte de sus vidas y sus conocimientos a la búsqueda de una verdad tan ansiada como huidiza.
La accidentada historia de la reliquia introdujo más sombras que luces. Desde que el sudario queda en manos de Simón Pedro hasta que aparece escondido detrás de una pared de ladrillos en el año 544, en la ciudad de Edessa, no hay noticia alguna de su destino. 400 años después el ejército bizantino lo llevó triunfalmente a Constantinopla y en el saqueo de esta ciudad en la cuarta Cruzada en l204, volvió a perderse. En 1356 reaparece en poder de de Geoffroy de Charny, señor de Lirey, Francia y, a partir de 1389 el hijo obtiene permiso para exhibirla. Los conflictos desatados por esta exhibición entre autoridades religiosas y políticas dan razón a los primeros cristianos que mantuvieran durante tantos años en secreto su destino.
Finalmente el Santo Sudario llega a la magnífica catedral de San Juan Bautista en Turín, Italia, donde actualmente se encuentra. Es preciso destacar los avatares del Santo Sudario para comprender que la simple investigación histórica es insuficiente para demostrar o no su autenticidad.
El canónigo Chevalier quería librar a la Iglesia de creencias y costumbres grotescas por lo que tomó la cuestión del sudario con todo el peso de su mundialmente reconocida erudición. Hizo una recopilación de la documentación disponible concluyendo en que el lienzo era el resultado del arte humano y no un milagro y, en suma, un antiguo fraude.
Pero, las supuestas pruebas históricas solo muestran las amargas discusiones, las calumnias, las denuncias y los juicios, intervención real y papal mediante, con que se enfrentaron durante el siglo 13 y 14, autoridades eclesiásticas y civiles, por mezquinas razones económicas y jurisdiccionales. La “justicia y la verdad” enarboladas pomposamente por Chevalier están ausentes.
Otros hombres no se conformaban con las especiosas argumentaciones de los historiadores y creían que las preguntas esenciales no habían sido contestadas y que se requería un estudio desprejuiciado de las fotografías de Pía .
Paúl Joseph Vignon era un hombre naturalmente curioso y equipado para interesarse por el misterio del Santo Sudario. Es probable que su amistad con quien unos años después sería el erudito Papa Pio XI, que creía de corazón en la autenticidad de la reliquia, le llevara a realizar los trabajos que fueron fundamentales para estudios posteriores.,
Vignon se relacionó con Yves Delage, zoólogo de fama mundial y de destacada posición en la Academia de Ciencias de Francia. Ambos diferían notablemente en lo religioso: el primero era un católico militante y el segundo un reconocido agnóstico, sin embargo, al entrar al laboratorio se despojaban de todo preconcepto; con tal espíritu encararon un estudio profundo y concienzudo sobre las dudas generadas a partir de las fotos de Pía.
Por instigación de Delage, Vignon y otros científicos empezaron por demostrar que la imagen del sudario no podía ser una pintura. Tampoco podía haberse producido por contacto lo que los llevó a la hipótesis de que las impresiones se formaron por proyección en algún proceso físico-químico que se aproximara a un efecto fotográfico.
Con la colaboración del profesor de Física de la Escuela Politécnica de París, René Colson, Vignon exploró la posibilidad de que la combinación de aceite de oliva, mirra y aloe, con que se untara el lienzo, al formar aloetina se tornaría marrón bajo la influencia de vapores alcalinos. La urea expelida por la transpiración humana al fermentar se convierte en carbonato de amoníaco el que despide la clase de vapores que pueden producir una imagen como la del sudario. Bajo condiciones de extremo dolor se emite una gran cantidad de ese tipo de transpiración que se denomina sudor mórbido. Las pruebas fueron lo suficientemente terminantes como para que Delage y Vignon elevaran un informe ante una atestada sala de la Academia de Ciencias de Francia.
Todo coincidía y respondía a principios científicos repetibles y comprobables: la imagen no estaba pintada. Se trataba de un efecto comparable al de la fotografía y pertenecía a la de un hombre sometido a cruento martirio, tal como le ocurriera a Cristo. Si la imagen era de un desconocido, o el Jesús de la Resurrección y los Evangelios, era otra cuestión. El Sudario era auténtico bajo las condiciones descriptas.
Giuseppe Enrie fue el segundo fotógrafo que tuvo una oportunidad única. En 1931 se encargó de una nueva serie de fotografías del Santo Sudario. Colaboraron con él Secondo Pía y Paúl Vignon. El misterio de la controvertida reliquia seguía uniendo y apasionando a hombres excepcionales que buscaban la verdad. El Dr. Pierre Barbet, cirujano de gran autoridad, fue otro de los convocados.
El Padre Armailhac visitó a Barbet con una serie de fotografías realizadas por Enrie. Durante quince años el cirujano tocó todos los aspectos del sudario, pero lo más importante fueron las investigaciones fisiológicas y anatómicas logrando establecer una coherente tesis sobre las manchas de sangre, las heridas, los instrumento de la época con que fueron infringidas, las marcas de la corona de espinas y, muy destacadamente, explicando las heridas en las muñecas donde en realidad se colocaron los clavos y no en las manos donde los ubica la tradición. Barbet explicó una enorme cantidad de detalles sobre la causa de la muerte del crucificado del sudario y el origen del agua y la sangre que, según Juan, manaron del costado por efecto del golpe de lanza y que en el sudario aparecen como manchas diferenciadas. “Empecé con cierto escepticismo” explicaría después,”dispuesto a negar la autenticidad” del sudario “si no concordaban con la verdad anatómica”. Concordaban perfectamente a satisfacción del investigador y de la ciencia en general. Adicionalmente Barbet gozó de un beneficio que salvo Pía no habían tenido hasta ese momento otros investigadores: En las exposición de 1933 pudo ver directamente el sudario, en sus colores originales.
En Noviembre de 1973, después de una exposición televisada, comenzaron los estudios que tanto se habían solicitado. Fue decepcionante. Los científicos convocados no trabajaron en conjunto. Se limitaron a dar declaraciones individuales. No se tomaron en cuenta los estudios anteriores, ni tan siquiera las mismas advertencias críticas que con toda honestidad hizo Vignon sobre sus propias teorías,.Tampoco se hicieron recomendaciones para nuevos estudios. Inexplicable y lamentablemente la mejor oportunidad se perdió.
Oportunamente se realizó una prueba de carbono 14 que resultó dudosa por la cantidad de material utilizado y otros detalles técnicos. Pero en el 2003 sorprendentemente uno de los investigadores, Ray Rogers aclaró que él desechó el estudio del carbono 14 e hizo una comprobación sobre la vanillina. Esta sustancia degrada en el tiempo a una escala constante en las telas de lino. Sus resultados fueron tales que le permitió atribuir a la reliquia una antigüedad de dos mil años.
Rogers, Jumper y Jackson, atrapados por el misterio, continuaron sus estudios. En 1976 publicaron parte de estos, entre ellos una interesante fotografía por realce que dio como resultado una impresionante imagen tridimensional. Si aquel modesto negativo de 1898 azoró a Secondo Pía la foto tridimensional realmente conmovió a los investigadores: miraban directamente una visión perfecta del Hombre del sudario. Un cuerpo martirizado y un rostro sereno liberado de la crispación del dolor, sin odio y sin reproches, quizá perdonando tanta injuria contra quien tan sólo había predicado el amor entre los seres humanos..
Fin.
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