Esto parece carrera de veleros en el río, excepto porque juega un sólo barco y éste no está precisamente compitiendo, sino haciendo su vida ahí en el agua... pero a veces ese barquito se mueve derecho, veloz y decidido, aliviado de haber sobrepasado unas piedras que no tenían muy buena cara, con el viento a su favor y sus velas estiradas y cóncavas... de ser así siempre, una carrera de veleros no tendría gracia, son necesarias esas otras veces en las que no hay una pizca de la más mezquina brisa, o nuestro barco en cuestión se pone a girar y avanzar en los más estúpidos sentidos; aun cuando amenace con darse vuelta y hundirse en las profundidades de las aguas, sigue siendo un momento necesario para un paso completo por el río, de no ser así, sería un engaño. Y yo no pretendo vivir en engaño.
Hay rocas por todas partes, le dan emoción al asunto, el barco se siente vivo cuando lo hacen vivir el momento. Y aunque si... es tendencia innata pensar que a nuestro frágil barquito lo puede sorprender una cascada, es mucho más divertido cuando realmente se disfruta el jueguito este, con todos los sentidos alerta...
la preocupación es eso, pre-ocupación... yo sólo me ocupo. Ya llegarán las cosas cuando, como y si es que tienen que llegar. Mi barquito es amante de los detalles y es feliz porque está en el río, donde tiene que estar.