Desperté encadenado a tu cama
tus medias abrazando mis muñecas
desquitándose
celosas por haber sido arrancadas la noche anterior
privadas del juego
inútiles en el preámbulo.

Mis piernas en cambio
son cautivas del cansancio
colocadas en la geometría perfecta
para recibir al mundo
y dejar que la palanca actúe
que una vez más triunfe Arquímedes.

Y ahí te veo
de frente a mí
con la espalda arqueada
y tus pechos de niña
desafiando al cielo.

Me miras y sonríes
extiendes
un par de alas rosadas
rojas,
blancas,
Te quedan mejor las blancas
que contrastan con tus ojos

Comienzas con un leve movimiento
no de las alas
sino de tus caderas
tu pelvis morena
amazónica
me hace un guiño
vertical.

¿O estará midiendo la distancia?
el impulso necesario para este corto vuelo
Me siento como cazador de águilas
de cóndores
Estacado al piso
esperando
que termine el sobrevuelo de tu risa,
que despliegues tus alas
para dar paso al sismo andino de tu vientre.

Pareces tomar vuelo,
te empinas en tus ganas
en esas piernas largas como río
y esos pequeños dedos,
levitando
midiendo el viento
el tiempo justo
para mostrar tus garras
y una vez más devorar mi vientre.

Que me perdonen los poetas
si parece mito conocido
que me perdone Zeus
si le falló la sentencia
hay mujeres que cuidan el fuego perenne
y puedo gozar por siglos de esta condena.