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- ¿Me estás diciendo que toda mi vida ha sido en vano? ¿Me dices que todo lo que he construido, todo lo que he visto crecer bajo mi alero no ha servido? Tú no sabes nada. Si he llegado a ser lo que soy es porque yo lo he logrado. ¡Y no dejaré!, ¡no permitiré que un imbécil venga a decirme que no valgo nada!

Por fin había decidido dejar el trabajo, años de esfuerzo para conseguir un puesto que le otorgaría bienestar económico no le habían advertido de los atropellos que cometerían en su contra. Pero no le importó, sabía que habría algún tipo de sacrificio, y estuvo dispuesto a pagarlo a cambio del dinero. Pero llegó el momeno y gritó, se desquitó con aquellos que habían hablado en su contra. Salió con paso apurado por la gran puerta giratoria del edificio y cuando estuvo afuera miró al cielo y cerró los ojos.

Cuando se encontró en su auto luego de golpear a un compañero de trabajo que era el responsable de tanta confusión se dirigió rápidamente a su casa para contar a su esposa la buena noticia. Cuando llegó se soprendió de ver un auto en el patio donde debería estar el suyo. Detuvo el auto de inmediato a unas cuantas casas de la suya, caminó por el pasto que se encontraba inmediato a la vereda, llegó silenciosamente a la puerta de su casa, introdujo la llave y entró. Adentro todo estaba calmo y sereno. Todo incomodaba por su tranquilidad. A excepción de una voz masculina que callaba a una femenina advirtiendo de un ruido.

El hombre se mordió el labio inferior hasta que sangró. Dio media vuelta y de un portazo cerró la puerta de la casa. Corrió y corrió, sus piernas suplicaban por descanso, pero hizo caso omiso de ellas. Tropezó cuatro veces, dos de ellas con caídas que le hicieron sangrar el rostro, pero no le importó, se levantó y siguió corriendo sin rumbo, sin razón, sin existir. Cuando creía que todo en su vida era perfecto, cuando por fin se atrevía a despertar de su enceguecida rutina a la que se sometía por dinero, resultó en un despertar en todo ámbito. Se dio cuenta que todo era una ilusiòn muy bien adornada.

Pero todo se tornaría gris, todo se iría... Y si algo nuevo apareciera, él no estaría ahí para verlo. El puente lo llamó a gritos, el agua bajo sus pies escupió en agitadas oleadas su nombre y, de un pequeño salto, él acudió a su llamado.

Texto agregado el 16-08-2009, y leído por 77 visitantes. (0 votos)


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