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-No lo sé, no podría asegurarlo -me respondí. Cerré los ojos y recuperé los rostros que había amado, las siluetas de las amantes que me cobijaron con su amor.
Hacía varios días que andaba solo y sentía la inquietud de mi pene, el fuego en mi bajo vientre extrañando la ternura de las mujeres y la riqueza natural del deseo.
¡Qué maravilla es tocarse las partes más intimas! Comprender el éxtasis de la belleza viva y la calidez del contacto que a veces puede ser más profunda que la calidez de la visión.
Mi dedo acariciaba la piel delicada y cálida del erecto pene que pugnaba por querer salir del pantalón.
El sonido de la campana de la puerta me sobresalto.
Detesto ser interrumpido en mi intimidad, cada individuo tiene que llegar a explorar su propio espacio y esa es la dignidad, el privilegio de ser humano.
¿Quién es? Pregunte un tanto malhumorado…
¡Soy yo! Lara tu vecina…
¡Lara! La joven y atractiva psicóloga que tengo como vecina.
Solemos vernos en el Club Social, -generalmente en encuentros comunitarios-, alguna que otra vez cenamos juntos. En realidad no me interesa una mujer menor de 40 y creo que ella no había cumplido los 30.
Abrí la puerta y su presencia no me sorprendió.
Sus ojos relucientes y negros me observaban sonriendo.
Sé que estas solo y quiero invitarte a caminar y a charlar. Y antes que me digas nada quiero que sepas porque:
¡Espera, voy a buscar un abrigo!
Presuroso entre a la casa y me dirigí al dormitorio, me cambie la ropa interior y los pantalones; elegí la camisa preferida, me perfume y tomando la chaqueta negra que solía usar a menudo salí nuevamente.
¡Vaya! Que elegantes estas…dijo Lara sonriéndome seductoramente.
-Suelo serlo –comente
Pero sigue hablando, estabas por explicarme el porqué de…
El porqué es simple –continuo Lara- es intentar volver a vivir como al comienzo de nuestra era. Y te he elegido a ti como acompañante. Y creo saber que Nada es más urgente para ti, ninguna cosa es mas alimento, bebida y sueño, que el regreso a tus comienzos. Si las olas murmuran a tu alrededor, entonces tu eres la ola, murmura el bosque, entonces tu eres el bosque; ya no hay más un blanco o un negro, un adentro o un afuera. Vuelas, eres un pájaro en el aire, nadas, eres un pez en la mar. Gustas de la oscuridad, eres la oscuridad, Caminamos, alma, nadamos y volamos y sonreímos y volvemos a anudar con delicados dedos del espíritu los hilos rotos; y dichosamente resuenan las destruidas vibraciones.
Matamos y morimos juntos, creamos y resucitamos con nuestros sueños. Nuestros sueños nos aterran y soñamos con la luz de las estrellas.
Si esto es cierto ¡Ya no busques mas, somos el mundo! Nuestro sueño más hermoso ahora es esta noche iluminada por las estrellas. ¡Ven! Te invito a participar de mis sueños…
Durante un momento –mientras le sonreía- creí reconocer su rostro y recordar su nombre. Una rendija del pasado se abrió y ensanchó hasta la época de la juventud, hasta el tiempo en que tenía 14 años, la edad más espléndida de la vida, cuando todo estaba lleno de aroma y era genial, cuando todo estaba dorado con un aroma apetitoso de pan fresco y un latente encanto de heroísmo y aventura. Reminiscencias e imágenes me asaltaron en tropel, el silencio en la hora de almorzar, las siestas obligadas, los pantalones con los bolsillos llenos de bolitas o piedras para la honda, los juegos en el rio chapoteando en el agua, las pajas para ver quien la tiraba más lejos, las naranjas robadas en nuestras propias quintas, los escarceos y toqueteadas con las amigas, el futbol, las misas de los domingos e íntimos remordimientos de conciencia…
Lara se detuvo, acerco su rostro de rasgos juveniles y expresivos, sus ojos atentos seguían a los míos.
¡Me gusta este lugar! Me gusta como escuchas y consientes mis palabras. Doy por sentado que por hombre, de mi te has interesado.
¿Hay… dulce Lara!
¡Sabes cuántas noches hay en torno mío! ¡Cuántos caminos tortuosos, angustiosos y duros, recorridos!
Muchas veces agachado o arrastrándome pasando un vado, nadando hundiéndome en el lodo, en el descredito o en la deshonra, trepando arrastrándome por perverso muros llanos. Llorando y desanimándome, gimiendo atemorizado y aullando con llanto doloroso. Pero sigo adelante caminando y padeciendo, aunque deba abrirme paso a mordiscones.
¡Marcos! Ambos sentimos lo mismo.
La regla fundamental de la vida es superarse a sí misma, una y otra vez.
No puedes conocerte tal como eres. Tienes que aprender más silencio, refinar tus oídos, tienes que ser más poético, más sensible, tienes que estar más alerta, tienes que ser más meditativo, mas lleno de gracia.
Es fácil engañarse a uno mismo creando una falsa identidad.
¡No me preguntes, pero sé que has caminado mucho. Tu búsqueda fue muy intensa y ahora estas dejándola de lado. Por eso mi invitación, por eso quiero que busquemos juntos el camino.
El camino no existe, debe de ser creado caminando y tú has logrado mucho buscándolo. Debes retomarlo y seguir los mismos pasos de los ríos que no tienen ningún camino, nadie los guía ni tienen una dirección, Comienzan su viaje sin saber cuál es su camino, tratando de encontrarlo en las montañas, en los valles, en las planicies. Para después de miles y miles de kilómetros finalmente encontrar el océano.
¿Por qué habría de ser diferente con el hombre?...
La escuchaba con ternura…había logrado llamar mi atención.
-Pero que podía decirle-

Sin darnos cuenta nos teníamos de la mano. Nos habíamos alejados distraídos en la charla y ahora serios, desorientados y tímidos en la oscuridad, nos quedamos en silencio mientras los dedos temblorosos jugueteaban sobre la mano y el brazo del otro.
¿Siento un poco de frio! Dijo Lara
¿Podemos volver a la casa?
-Claro que si murmuré- mientras me sacaba la chaqueta y la cubría con ella.
Fue solamente durante una fracción de segundo, como un relámpago el rostro de Lara volvía a contemplarme, inquietante, conocido a medias. Ya no estaba seguro de mi edad, era posible que ambos fuéramos todavía jóvenes.
¡Mira! Yo quisiera…no.
-Nada, sigamos-
¡No…Dime lo que ibas decir!
¡No sientes lo mismo que yo! Acaso no puedes ver en mí una mujer que solamente quiere ser amada.
¡Crees que por ser un hombre de mundo soy demasiado joven para ti!
¡No…No…Lara! ¡No es eso!
¿Y qué es? Pregunta tomándome de los brazos.
-No quiero que sufras -le digo acariciando su rostro.
-Hay veces como en este momento que percibo estar enamorado, como el viento de una mañana de abril, o como un día nebuloso de setiembre; huelo tu perfume, deseo tu sabor, experimento oscuras y delicadas sensaciones en alguna parte, en la piel, en los ojos, en el corazón. Son momentos que una ternura infinita me cobija para brindarla a quien amo.
Hoy te amaría, pero mañana…
Perdóname, pero no se mentir.
¡El mañana no llego! Suplica Lara elevando apenas la voz
¡Y tenemos toda la noche para disfrutarnos!
O acaso vas a negar el deseo que se expresa en ese bulto apretado contra mi vientre.
La apretaba fuertemente y ella había sentido el deseo fuertemente
¡Vamos a casa! Me haces falta -murmuro inconsciente de pasión.
Nos mirábamos con una intensidad que pocas veces se da.
Y, de repente, estábamos desnudos en la misma cama, no en otra, en la que yo dormía y soñaba por la noche.
-Yo sueño sin saber si estuve ausente de mi alguna hora, o quizás algunos días-
Durante un momento la contemple como si de ella dependiera mi propia vida y la del universo entero. Sentía necesaria esa pesquisa previa para que el universo continuara.
Entonces pude ver su rostro, tan extraño como en mis sueños, tan concentrado, tan lejano.
Un hombro y un pecho estaban descubiertos: debajo de la sabana se levantaba la suave curva de su vientre.
¡Qué raro que en las expresiones de amor, en las poesías, en las cartas amorosas, se hablase siempre de los dulces labios y mejillas y nunca del vientre y de las piernas!
¡Hipocresía! ¡Nada más que hipocresía! La contemple un buen rato Cuantas veces me fascinaría y seduciría aun con ese hermoso vientre, ese seno y esos blancos, sanos, fuertes y cuidados brazos y piernas; tomaría de mi goce y placer, para descansar y dormir luego profundamente, sin dolores, sin temor, satisfecha y sin sospecha, como duerme un sano animal. Y yo yaceré a su lado insomne, con los nervios crispados y el corazón lleno de angustia. ¿Cuántas veces más? ¿Por cuánto tiempo más? ¡Oh, no, no duraría ya mucho, unas pocas veces más, quizás nunca más!
Me estremecí.
Si, si, ahora lo sabía: ¡nunca más!

Dando por cumplida aquella condición, la tome delicadamente de sus brazos atrayéndola hacia mí, y de repente, la sentí pequeña en el abrazo, pequeña y agradecida haciéndose deseable. Infinitamente mis vasos sanguíneos parecían hervir por un intenso y tierno deseo de ella, de su suavidad, de la intensa belleza al sentirla en mis brazos, inundando mí sangre.
Y delicadamente, con aquella maravillosa caricia ausente de su mano, en un deseo puro y leve, dulcemente acaricie las onduladas laderas de su vientre, bajando y bajando entre suaves y ansiosos temblores, acercándome, más y más al tesoro mas preciado. Sabía que ella lo sentía con una llamarada de deseo y tiernamente esperaba fundirse en esa llama. Y se abandono…

Sentí mi pene elevarse contra ella con una fuerza silenciosa, deslumbrante y potente y se entrego con un estremecimiento como de agonía, abriéndose por completo.
Al sentirme dentro de ella me estremecí, fue un empuje de paz, de enorme ternura, como aquella que Adán le dio a Eva en el que fue el origen del mundo en sus comienzos.
Y ella se parecía como el mar, como sus olas alzándose y bajando con fuerza, y en su interior las profundidades se removían y agitaban en oleadas amplias e interminables., subiendo y bajando en busca quizás de alguna playa para volver adentrarse en las profundidades de aquellos suspiros estremecedores que exhalaban la ofrenda virginal.
Con una convulsión suave y estremecida la consumación se extendió sobre ella y ella se fue.
¡Había nacido una Mujer!
Y ahora que le digo- me pregunte
¡Si nunca miento! Sera esta la primera vez…
¡Magnifico, maravilloso, hermoso!
Seguramente en su consciente fue la maravilla-
Su cuerpo se apretaba con un amor tierno contra el mío sin dejar de acariciar mi pene que parecía adherido a su mano tratando mansamente de volverlo a su lugar.
¡Ha sido tan perfecto, me has dado tanto placer!
Que podía decirle- simplemente la bese con toda la ternura posible.
Me amas ¿no? Pregunto
¡Sí!
¡Dime que me amas!
¡Si cariño, lo sabes!
Me quede en silencio.
Se apretó aun más contra mi cuerpo, y en aquella absoluta e incomprensible quietud sus manos lograron volver hacerme sentir la lenta, casi parsimoniosa pero impetuosa y erecta ascensión del pene. Sentí todo su ser estremecerse, inconsciente y vivo como un plasma.
Con la misma suavidad de un viejo amante la volví a penetrar; ella dejo escapar un leve grito de lujuria y de placer, no sabía bien lo que era, solo que nunca lo había soñado, algo que superaba en delicia a cualquier cosa imaginable.
Era eso y nada más.
Su cuerpo traspirado sobre el mío se movía al compas de sus murmullos, a veces parecían plegarias, otras un canto monacal, otros sollozos, mientras su cabeza seguía el mismo ritmo.
Toda mi piel era una mano que acariciaba y era acariciada. Todo mi olfato no bastaba para recoger el olor de su carne en promiscuos rincones. No hablaba ninguno de los dos.
Sus cabellos por momentos oscurecían mi visión sobre sus ojos iluminados, perdidos en vaya a saber que pensamientos. En que ansiedades, en que goces, en que profundidades olvidada de sí misma, ausente sin saber por cuánto tiempo,
Respondía con desfallecimiento y exaltaciones nunca experimentados –como llego luego a confesarme-
Era como una ilusión abrumadora, brutal e incestuosa, más real que la realidad misma.
Gimió con una extraña expresión en su rostro que reflejaba satisfacción, dicha y emoción al punto de derramar unas lágrimas que se perdían al resbalar entre sus labios abiertos.
El gemido y el sollozo de ella duraban en mis oídos. Permanecía en mi boca su sabor, en mi nariz el olor de sus ingles y de su sexo. La palidez de sus muslos en mis ojos, la morbosa belleza de sus pechos en mis manos, la presión de sus piernas en mis costados y mis riñones...
Sus manos vagaban sobre mi cuerpo sin dejar de acunar mi virilidad en ellas.
¿Cómo es posible hallar tanta belleza, tanta ternura, tanto goce? Exclamo de repente
¡Que podía responderle! No dije nada y volví a besarla suavemente comprendiendo que acababa de nacer.
¡Es tan hermoso, tan puro, tan delicado! me hace desearlo…
Se incorporo y quedo sentada.
Miraba fascinado sus senos que se mecían suavemente como campanas e instintivamente apreté sus pezones. Fue un pequeño acto fugaz, que le produjo un estremecimiento y sus ojos volvieron a relampaguear de deseos.
Me deslice de la cama dándole la espalda, desnudo, blanco por culpa del invierno y con una tremenda erección.
Me acerque a la ventana para mirar al exterior por entre las cortinas y hacer tiempo para bajarla.
¡Ven! -exclamo
¡Estoy caliente de deseos!
Recogí una almohada del suelo y me di vuelta tapándome con ella para que no viera mi falo erecto.
¡Por favor! Arroja eso y déjame ver tu desnudes.
-Es que tu juventud me inquieta- murmure mientras dejaba caer la almohada
Si fueras mayor me parecería natural.
¿Y qué es ser mayor para ti?
De 40 años más o menos.
¡Tengo 30! Me miraba fijamente
Te sumaste por lo menos cuatro.-agregue…
No importa, solo preguntaba desde el corazón de mujer.
Me encanta tu cuerpo desnudo iluminado por la luz de las velas
Deseo acariciar ese blanco vientre y tu pene erguido y babeado que se alza desafiante por entre esta maraña de pelos muy negros.
Me aproximo hacia ella que extiende su mano y lo aferra delicadamente.
¡Siempre que ve una mujer esta así!
-Que quieres decir-
¡Orgulloso, soberbio, y grande.
Aterradoramente hermoso y deseable.
¡Así es! –Como lo dices
¡Pero por ti y para ti!
¡No me hables así! Tengo miedo de creerte
Estoy aprendiendo cómo son los hombres y como nosotras peligramos en situaciones como esta.
¡Estoy medio aterrada de esta seducción que ejerces en mí!
¡Pero es tan hermoso exclamo mientras se abrazaba a mis caderas y sus pechos colgantes oscilaban sobre la punta del tenso pene mojado.
Capto la humedad y abriendo sus labios como en una sonrisa de bienvenida lo abrazo con su boca mientras con una mano se apartaba el cabello de la cara.
Una arcada la desoriento, me miro con ojos suplicantes…
¡Tonta… No puedes introducirte todo de repente!
¿Acaso nunca has chupado un pene?
¡No! Nunca. Y jamás lo hubiera hecho
Entonces déjala y ven a mis brazos. ¡No tiene importancia!
¡Por favor, quiero hacerlo, saber de este misterio que el de estar enamorada o estarme enamorando. Lo deseo ardientemente, pues sentirlo en mi boca es tenerte prisionero del placer.
¡Enséñame! La vida adquiere más valor cuando uno empieza a vivir más despacio y aprendiendo.
Nadie me enseño lo que la omnipotencia del amor puede llegar hacer, y para mi es volver al comienzo de nuestra era.
Y saber que soy yo, sobre poco más o menos, la que acaricia, la que desea, la que mira.
Tome su rostro con las dos manos y la bese en la boca.
-No sientes que mi compañía, quizás te resulte placentera al convivir, esperar cosas juntos, conseguirlas –insistió Lara
¡Si…Si! murmure
Y la bese nuevamente. Al principio el beso fue tranquilo; luego ya no.
Nuestras bocas ahora se devoraban, nos debatimos entre fogosos y hambrientos recorridos, codiciosos descubrimientos, y correspondencias sabias y tantean tés a la vez. Sus manos acariciaban mi cara sin permitirme mirar más que a ella que silenciosamente observaba el movimiento de mis ojos; entreabierta la boca y jadeante, los ojos perdidos como quien ha hecho un feliz descubrimiento o recibido una gran sorpresa , con una alegría física incomparable ruborizándole las mejillas, humedeciéndole la frente, el cuello, entregada y deslumbrada..
La quemante proximidad de su cuerpo no me permitía atender a otra cosa.
Había provocado al Amor y la Mujer ocupaba ahora su lugar.
Con cierto esfuerzo me levante lo suficiente para apoyar su cabeza sobre la almohada mientras mis labios comenzaban un lento descenso por su cuerpo, besando y lamiendo su piel provocándole continuos gemidos.
Abrí suavemente sus piernas dejando expuesta a mi contemplación su esplendida figura y su más preciado tesoro. Mi cara se perdió entre sus muslos, y mi boca abrazo sus labios mayores. Su vientre se estremeció y se extendió por todo el cuerpo, un suspiro de agonía se escapo de sus labios, y su corazón pareció enloquecer cuando mi lengua separaba sus labios menores deslizándose con experiencia y suavidad, recorriendo cada cavidad de su interior uniendo sus flujos a mi saliva para atrapar ávidamente su clítoris vigoroso e imponente desafiando a mis dientes que se aferraron para aprisionarlo con una enorme dulzura. Los chasquidos de mi boca sorbiendo sus flujos y sus ahogados gemidos eran los únicos sonidos de aquella magnifica noche.
Aspiré su intenso olor a pasión. Con lujuria besaba su intimidad y la lengua recorría lentamente la orilla de aquella playa escondida, tremendamente sensible a mis caricias que daban a entender la respiración de Lara y sus gemidos. Mi saliva se unía a la savia que manaba de su interior, intensa y embriagadora. El olor penetrante me emborrachaba, sus piernas se cerraron sobre mi cara, sus gemidos eran maravillosos, los flujos eran cada vez mayores. Acerque el dedo índice a la entrada de su vagina, y mientras mis labios y mi lengua jugaban con su clítoris, mi dedo comenzaba a penetrar lentamente en círculos rozando las paredes. Cuando la penetraba, con la yema del dedo acaricie su punto G que estaba grande como un poroto, de su garganta salió un ronco gemido de placer seguido de unas leves convulsiones. Al dedo índice le siguió el del corazón, luego el anular; cada vez penetraban más profundamente, y el ritmo aumentaba en la misma proporción pronto a estallar como un volcán en erupción.
Las contracciones de su vientre y de su cuerpo me anunciaron el estallido y brotaron como un enorme río para correr por sus muslos y nalgas hacia mi boca. Lamí y bebí con fruición, como si estuviera en medio del desierto.
El cuerpo de Lara se aflojo y permaneció allí, sobre la cama, más hermosa que antes, serena y relajada. La expresión de su rostro se suavizaba rápidamente como sobreponiéndose a la agonía; luego comenzó hablar:
¡Marcos…mi amor!...jamás imagine algo así,- dijo con un hilo de voz
Por qué lo hiciste -le pregunté
-Digamos porque tú me enseñaste. Nunca creí que podría llegar amar así.
¡Y tú!
-Quizás porque pensaba que nunca más besaría así.
De inmediato me arrepentí ¿Por qué comparar?
Nos besamos con un beso tan prolongado y hondo como si nunca lo había dado ni recibido antes.
¡Eres mi hombre!
Me fascina acariciarte -.dice con una cautivante sonrisa mientras aferra mi sexo adormecido, y comienza a introducírselo lo más profundamente posible.
¡Espera, exclamo ya vencido
. Primero lo agarras con todos los dedos en la parte de abajo y con mucha suavidad recorres su piel de abajo arriba, sucesivamente deteniéndote en el surco que separa el tronco de la cabeza o glande como en realidad se llama. Si deseas dar placer concéntrate sólo en el glande, que esta hinchada y roja como nunca, lamiéndola o succionándola.
Esto es lo básico de una masturbación masculina.
Pero en realidad no es importante. Lo fundamental es el deseo de los dos, es el amor, la ternura que sientes por el ser amado.
¡Entonces tú me amas porque la tienes parada y muy dura!
¡Es cierto! Te deseo por las razones que acabo de comentarte.
Soy tuyo y puedes usar tu imaginación para hacer lo que desees…
Sentía el calor de su mano sobre el miembro cuando lentamente se lo llevo a la boca
Iniciando un rítmico movimiento arriba y abajo, sacándolo casi totalmente, para luego volver a absorberlo golosamente. Su lengua era fuego alrededor provocándome placer intenso... como una melodía de Vivaldi terminando. Después de unos momentos, lo sacó del todo, y empezó a recorrer el glande hinchado; primero casi como con precaución, después de forma más decidida
No dejaba de moverse en círculos sobre él. Me apoyé sobre los codos y disfruté del espectáculo que me ofrecía. Me fascinaba verla lamerla y a humedecerla con su saliva.
Era una extraordinaria sensación de bienestar, la sentía mi esclava, de mi pertenencia, como prohibido. No tenían nada que ver ni sus manos, dedos o lamidas, solo podía hacerme estremecer de goce esta ternura que despertaba en mi su inocencia casi juvenil y su alegría. La sensación era irresistible creía desfallecer, como creía que nunca más podría volver a gozar.
Mientras tanto mi mano bajo hasta su clítoris que estaba caliente e hinchado. Pero al parecer ella tenía la intención de concentrarse sólo en mí y me hizo sacarlas.
Solamente atiné a acariciar sus cabellos preparándome a disfrutar.
Ella había comenzado a morderla suavemente, sus dientes se hincaban sobre la piel de mi miembro y me hacían estremecer, cuando lo notaba optaba por succionar golosamente la cabeza que derramaba sus flujos naturalmente absorbiéndolos. A veces suspendía sus movimientos preguntándome si quería acabar porque deseaba tragar mi semen.
Por el contrario no suelo terminar –le comente- sigo la búsqueda de lo sublime, más allá del placer, el éxtasis.
Me miro con los ojos brillantes por la excitación y volvió a continuar masturbándome, las sensaciones eran de lo más fuerte y ella se esforzaba en hacerme sentir lo mejor. Fue cuando decidió hacer los movimientos de una penetración, y moviendo su cuello hizo que mi órgano entrara y saliera de su boca nuevamente, sus labios apretaban firmemente y con la mano se ayudaba para que mi prepucio no cubriera el glande y permaneciera expuesto e hinchado. Con su lengua no perdía oportunidad de lamer lo que encontrara y ayudaba a hacer más fuertes los movimientos, chupaba con mucho entusiasmo y yo alcanzaba el éxtasis, mientras seguía chupando y su lengua frotando mi frenillo. No pude contenerme y grite salvajemente musitando su nombre.
Me miro profundamente mientras sus dedos jugaban en la vulva; con una sonrisa se quedo boca arriba con el cuerpo sudado y el penetrante olor a sexo que cubría todo el cuarto.
¿La has pasado muy bien? Le pregunte a su lado.
¡Maravillosamente! Ha sido un polvo cósmico
¿Tendría tu existencia menos sentido si vivieras conmigo?
Me quede pensando, al fin conteste –Pudiera ser –
Entonces ¿Cuál es el sentido?
No lo sé, es algo que no se ve. El mundo no tiene futuro y si lo tuviera tendría que ser muy
Diferente de este.
¿Quieres que te diga la verdad? Siento algo dentro de mí, no sé si odio, miedo o amor. Todo es muy confuso.
¡Yo te lo diré! Lo dice poniéndose en puntas de pie para mirarme directamente a los ojos.
¡Tú tienes algo que muchos hombres quisieran tener pero que jamás lo tendrán!
¿Me escuchaste?
¡Si…te escuche mujer! ¡Dímelo!
-El coraje de mostrar tu propia ternura, tu llanto, tu piedad, tu solidaridad…
¡Y también tus groserías como cuando me tocas el culo o miras mis pechos cuando me agacho.
¿Cómo puede ser si esta es nuestra primera noche?
¡Tú lo has dicho! ¡ Esta es nuestra primera noche, ya lo veras…ya lo veras…

Mateo Colon 15/08/09










Texto agregado el 16-08-2009, y leído por 73 visitantes. (0 votos)


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