Esa noche después de visitar a un grupo de amigotes atorrantes de “La Página de los Cuentos”, petzenko apaga la computadora y se acuesta tarde como todos los días.
La jornada había sido agotadora después de haber ido al laburo y ver como todos los benditos días a todas esas caras aburridas de la oficina.Después ir al gimnasio y hacer su rutina de boxeo. Después de tener que lidiar con los quehaceres cotidianos... Por fin logra apoyar su cabeza en la almohada y se duerme inmediatamente. Sueña… sueña que se llama Julio y que es un oficinista. Que es feliz en ese ambiente y que todo su mundo empieza y termina entre las cuatro paredes de la gris oficina. Sueña que no se cansa de escuchar por noveno décima vez el dolorcito de la hipocondríaca compañera del escritorio de enfrente. Escucha como siempre a la vieja chupamedia de los jefes que se la pasa hablando de su hija que es tan brillante que encandila empalagosamente... y la piba es lo más parecido a un ladrillo que se haya visto en plaza.
Sueña que aguanta al homfobico-gay que no sabe hacer ni la letra O con un compás y sin embargo gana como tres veces su sueldo. Que tiene que fumarse los discursos anoréxicos y los lameloides aplausos posteriores de fin de año. Que tiene que bancarse al ezquizoandroide-paranoide de su compañero y que ese día llega temprano como siempre y lo reciben a los abrazos por el día del amigo.
Y al verse fundido en esa maza de hipócritas zombis grita: ¡¡NOOOOOOOOOOOOO!!
-¿¿¿¡¡Que pasa mi amor!!?? , lo despierta la mujer abrazándolo.
-¡No se! ¡Tuve una pesadilla!, dijo petzenko mientras se resfrega la cara. Soñé… soñé que me llamaba Julio…
Al mismo tiempo, Julio se despierta sobresaltado por el despertador del celular, y sale corriendo a la oficina, mientras se calza los auriculares del MP3, donde la voz ronca de Joaquín reza: "Yo no quiero, comerme una manzana, dos veces por semana, sin ganas de comer..."