Usted sueña con gatos
Es la mañana del 11 de julio del presente año, cuando el alumnado se congrega en el salón de clases y el maestro primerizo empieza a impartir su clase. Comienza a desviarse del tema principal y termina hablando de la terquedad del ser humano, claro que qué mejor – piensa él – que con un ejemplo un tanto burdo.
- Les voy a contar lo que sucedió en una ocasión con un “shaman”, en una ocasión había ido para tomar sus servicios, puesto que tenia dudas existenciales y pensé que era la persona indicada para resolverlo.
- ¿Con un Shaman? – pregunto una de las alumnas escépticas de la clase.
- Sí. La historia inicia así.
Entre directamente por esa puerta adornada con artilugios y cosas que usan en ese tipo de lugares, cuando ingrese a la habitación oscura y con olor a incienso, el Shaman, naturalmente, hacia cosas de Shamanes, con esa mirada penetrante y de desafio – así lo sentí – en lo absoluto empecé a creer en lo que hacía, ese toque de misticismo combinado con el teatro del incienso y lo oscuro del cuarto parecía que sería la panacea para mis dudas.
- Entra y toma asiento – me indico.
- Gracias. Vengo…
- Sé a lo que vienes – dijo con una voz ronca.
- Que bien, así nos ahorramos el protocolo.
- Tu estas aquí, porque sueñas con gatos.
- Este… - dude ante tal declaración – no, creo que no.
- Tú has tenido sueños
- Claro que los tengo ¿quién no?
- Has soñado con una ciudad.
- Yo creo que si – respondí desconcertado.
- Y en esa ciudad hay casas – dice con cierto aire arrogante.
- Por supuesto que las hay, sino no sería una ciudad.
- ¿Y en esas casas tú has entrado? – me pregunta arrastrando su voz.
- Pues… yo supongo que si.
- Y en esa casa a la que entraste – hace una pausa – ¿hay ratas?
- Pues… tal vez.
- A usted ¿le gustan las ratas?
- He, no, no creo que a alguien les gusten las ratas, prefiero que las maten cuando las hay.
- ¿Quién mata ratas?
- Pues yo creo que… - reflexione un momento – los gatos.
- Lo ve, usted sueña con gatos.
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