¡Esta es la noche de las perseidas, Evey! ¿Sabes? Las perseidas son una lluvia de meteoros que caen a la atmósfera a una velocidad increíble, ¡más rápido aun que tus carreras en el salón de casa tras Ratatoui volador! Y al caer, se producen destellos por todas partes, como estrellas fugaces, como si en esta noche mágica el cielo le diera una oportunidad a todo el mundo de pedir un montón de deseos, tantos como estrellas sean capaces de atrapar en su breve segundo de existencia. ¡Toda una noche para atrapar deseos, Evey! ¿Lo imaginas? Pienso en qué pedirías tú, tan ajena a las codicias y ambiciones humanas, pues en la trasparencia de tus ojillos azules no existe opacidad para lo malvado, no hay más que la luz de la vida y la inocencia de una niña traviesa. O quizás pienses un montón de deseos malévolos, como que cada lagrimilla de San Lorenzo se convierta en un ratón al contacto con la atmósfera, y cayera aquí donde esta noche nos tumbamos a respirar lo que el ocaso de un largo día de agosto nos está permitiendo, en la azotea, con Kiko , para poder correr tras ellos horas y horas.
Yo también intento pedir un deseo, pero apenas puedo ver las estrellas más brillantes de la noche. Entonces me empeño en encontrar una sola, entre los huequitos lejanos donde la oscuridad es un poco más verdad, para pedirle claridad a mi mirada, y para que las noches sean más noches en todo el mundo y no haya tantos reflejos naranjas y feos que impiden ver. Así la gente podría pedir deseos cada noche. Los seres humanos nos empeñamos demasiado en ver lo que tenemos delante, pero apenas somos capaces de mirar más allá del halo naranja que a todos nos envuelve.
Tu no entiendes esto, pequeña felina, pero sé que sientes lo mismo que yo. Incluso, a veces, yo tampoco lo llego a entender del todo.
Acércate, Evey, que te voy a contar los cuentos de Platero, quizá mas tarde podamos ver algo mejor en la oscuridad.
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