EL NOVATO
Estábamos todos ahí sentados de charla. Víctor, extraño en el, llegaba más tarde que nosotros. Me sentía raro en mi silla, la que utilizo todos los lunes sin él al lado, era como estar en un sitio nuevo, una sensación de incomodidad muy peculiar. Pero más raro aún, era que la puerta estuviera abierta, porque era Víctor el que la habría todos los lunes. José por enésima vez reprendía a Sergi por su estilo literario cuando nuestro esperado guía entró por la puerta. Hablaba con un chico. Uno de estos con pintillas de progres, con sus patillitas, pelo desaliñado y camisetas del Ché. De los que se tiran todo el día en la facultad jugando a la pelotilla esa rellena de arroz. De los que van de comunistas guays, cuando luego viven con sus papis en la Moraleja o en Salamanca. Pero no se por qué este tenía pinta de majete. Vendrá a darnos una conferencia de algo pensé, aunque era muy raro porque no creo que fuera mayor que yo.
Víctor nos sacó de dudas en un segundo. Nos habló de todas sus bondades como escritor novel, dónde arrasaba en los últimos premios de narrativa corta. El chaval se presentó, se llamaba Aítor. Le pegaba a su aire de progre, pensé. Pero no quedó todo ahí. El chaval venía para incorporarse a las clases. Todos nos miramos con cara rara.
Víctor soltó, así de repente, qué uno de nosotros tenía que dejar su lugar al Cela éste. Y a uno de los compañeros, que la verdad no había venido mucho y apenas se le notaba lo poco que lo había hecho, le pidió que se marchase porque estaba perdiendo un tiempo, que era muy valiosos tanto para él, como para todos los demás. ¡Joder que cabrón¡ no pude evitar pensar. Como se cantea Víctor. Bien es verdad, que el compañero era un poco patán, pero también que hay modos para hacer las cosas. La carita que se le quedó al pobre hombre, se la podía haber evitado llamándole por teléfono para ahorrarle la humillación pública. El progre parecía pedirnos perdón a todos con la mirada, pero a mi me daba igual. El chaval podría ser todo lo majo que quisiera, pero ¿para qué venía a un taller si era tan bueno? Le vendría mejor al que echaban, que tenía menos arte que la duquesa de Alba bailando La Macarena. No se qué pensarían los demás, imagino que algo parecido, pero como es normal en la especie humana, ni dios dijo: esta boca es mía, quizás por miedo a ser él, el invitado a abandonar el taller. Quizás porque todos pensábamos en el fondo que este chaval nos aportaría mucho más que nuestro compañero. Aunque no creo que logremos aceptarlo en el grupo, aunque solo sea por tal y como entró. Del resto de la clase ni me acuerdo. Sólo sé que a partir de ese día, no volví a sentarme al lado de Víctor.
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