Tengo tantas cosas que decirte, tantas, que no se por donde empezar. Has entrado en mi vida de pronto, de sorpresa y todo se ha trastocado. Todo ha cambiado de sitio. Ya no soy el que era hace unos días, despreocupado, tranquilo, confiado... Ahora todo me da vueltas. Me preocupo por todo. Salto al menor estimulo. Me paso el día pensando que estarás haciendo, queriendo entrar con mi pensamiento en tu vida, en tu mundo. Queriendo zambullirme en tu diario. Soñando contigo. Y me siento vivo. Te recuerdo mirándome. Tus ojos eran como dos lagos profundos en los que me sumergía al mirarte. Y sigo preocupándome por si tu no estas bien. Me dueles mucho. Quizás te parecerá mentira, pero te siento. Sé que estas ahí, mirándome en silencio. Besándome, acariciando mis manos con tus manos.
Lo mejor: cuando tomábamos nuestras manos y nos fundíamos en una multitud de caricias, en un sinfín de sensaciones. Se me estremecía todo el cuerpo. Me recorría la espalda un cosquilleo casi imperceptible, una riada de dulces sensaciones. Y todo eras tú. Solo tú. Estaba embriagado de ti, drogado por tus ojos. Y te iba queriendo como un pequeño arroyo, poco a poco, segundo a segundo,. ¿ Sabes? Todavía busco tus manos por las paredes, por las mesas, por el suelo...las busco en el aire y, no te lo creerás, pero las encuentro. Están esperándome, acariciantes, suaves, entregadas...
El primer día tu perfume me persiguió como un fantasma. Hoy no. Me he acostumbrado a él y ya no lo percibo. Es parte de mí, como lo es tu mirar, el tacto de tu piel, tu pelo... me he fundido con ellos perdiéndome, despareciendo en tu pecho. Te quiero ¡ que cruel agonía!
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