¿ Donde has estado todo este tiempo? Parece como si nos conociéramos de toda la vida. Y más allá de la vida entera. Quizás estuvimos ya juntos en una anterior reencarnación. Quizás yo fui un esclavo en tu casa de Roma y te espiaba reprimiendo mi amor de imposible correspondencia. Quizás fuiste tú una rehén cristiana y yo tu guardián moro y te oía cantar por las rejas de la torre donde se hallaba tu prisión.
Quién sabe si no fuimos ya amantes en otro tiempo y solo la muerte logró separarnos. Pero, hoy, siento como si te conociera desde siempre, como si te hubiera amado eternamente. Te me escapas y te vuelvo a encontrar en el laberinto de mil vidas. Cada día, cada hora, cada minuto, descubro algo nuevo en ti que me asombra y que me engancha más y más a tu pelo. En tus ojos he visto rebelado el secreto del universo, la infinitud del cosmos, el rostro de Dios, de ese Dios en el que, a veces no crees, pero que te ha creado.
Tengo la sensación de haber perdido lo mejor de mi vida al no estar contigo y me quemo por recuperarlo en un minuto, en un minuto infinito. La verdad es que no sé ya lo que puede ser de nosotros. Solo sé que te diría lo que Ruth dijo, hace mucho tiempo, a la madre de su esposo muerto:
« Donde tu vayas, allí iré. Donde tu vivas, allí viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, será mi Dios».
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