Era mejor que todo aquello, pensó con la ilusión en los labios. Era mejor que todas aquellas otras personas en la calle, se dijo. El miedo invadía sus manos, mientras dudaba. Pasó en un momento, quizá en dos. Parecieron mil instantes.

Estaba una joven desesperada en una avenida cualquiera. Sentía miedo y nauseas, tenía las manos apretadas en los bolsillos gigantes del chaquetón. Parecía un frágil pajarito, siendo golpeada por todos los pasantes. Se quedó estática, por medio segundo. Abrió muy grande la boca, lanzó un grito de terror y salió corriendo.

En la calle, donde aun quedaban miradas curiosas, se vio un paquete en el suelo. Era del porte de los bolsillos y estaba envuelto en papel. Alguien lo pateó, por cruzarse en su camino. Sonó un clic. Se abrió el paquete en un estallido.

Miles de pedazos de papel, todos de colores volaron por los aires. La gente miraba sorprendida ese atentado contra la monotonía. Cada papel contenía una pequeña poesía libre y fugaz. Cada fragmento era un desquite de esa alma solitaria.

Gritos de ciudad, polvo y hollín, unas flores marchitas.

Arco ris en miradas, metales en la piel, palabras y voces por doquier. Un te quiero y un tal vez.

Fuego en el cielo, recuerdos de ayer, un año que pasa y un salud en un pie.

Frías manos cafés acarician el aire, se les caen pedazos en formas de hoja.

Una moneda no cambiará vidas, un anillo no cambiará el futuro. Lo único que cambia algo es una decisión. Decídase.

De ser payaso seria más fácil pedir la imposible ofrenda de sonreír.

Una lagrima, un mar de sal, un pasar y pasar de zapatos. Ya no estas.

Piedras en el camino, solitarios destinos, sombríos parajes. Calma y más calma. Ya no es aquí, si no allá. Lejos de la enmarañada ciudad.

El líquido cielo gotea, nos adentra en sus brumosos secretos. Se sostiene a fuerza de sueños y desvelos. Equilibradas noches de otoño.

Todo lo que veo es terror y dolor. Todo detrás de una vieja botella de barato alcohol, dice un indigente.

No creo en Dios, y eso no importa para mí, y ¿para usted? Solo hay ahoras y belleza, no me importa quién este detrás.

Entre revoltijos y restos de papel, se delata un niño escondido en un árbol.

La tierra llora por sus glaciares, los bosques sangran en ríos de muerte. Animales son historia y quizá un día no quede gente.

Así y así seguían, volado y dejando huellas. Palabras, que sin defensa mayor que un papel, atacaban corazones palpitantes.. Ya ni rastros de la joven había. Ya esa avenida no era la de ayer. La gente se detuvo un instante, recordó algo fuera de la rutina. La gente volvió a la rutina, comentando que fue una gran idea.

Al día siguiente, en un periódico se publica:

“Incidente Literario”
Un grupo radical o individuo solitario, aún no se descubre quién esta tras esto, deja plantadas diferentes bombas en la ciudad. No hay más heridos que los muchos pajarillos confundidos. Por un instante el centro se volvió carnaval lleno de colores, risas y ruido. No se presentarán cargos y nadie se ha adjudicado el lúdico momento. Fue un cambio y un momento diferente. Se planea repetir la experiencia por petición de la gente. Pronto se abrirá una convocatoria a poetas urbanos y pensadores libres para rellenar de sueños una avenida. Poesía en Acción.

Una joven en algún kiosco mira con una sonrisa el diario. Logró su cometido y nadie jamás podrá saberlo.


(Cuando descubra por qué escribí algo asi, se entregarán las explicaciones pertinentes. Por ahora es solo un incidente en mi mente y ante sus propios ojos.)