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Inicio / Cuenteros Locales / mielosamuriente / nose porque: recuerdo de mis noches antiguas

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La ventana metálica o tajo ventilador del universo lila de la pieza. La cama, sus cojines, los cuatro cilindros azules de fierro, las ampolletas encima de ellos, siempre apagadas, siempre robando luz de los pensamientos que viajan por el sumergido planeta.
Te sientas en el tajo y afuera el techo poblado de colillas usadas y sin tabaco, el único vestigio de los días muertos, lo único que asegura que el tiempo existe allá afuera, en la lejana tierra de una sola calle fatal.
Un león protege el vidrio del horizonte pletórico de techos y casas. Dos miradas al oeste; casas y casas rojizas, una ojeada más al norte; casas y ventanas, cortinas infantiles. Un poco más allá el sueño verde nieve de las montañas, siempre lejanas, siempre atadas a su sitio, siempre atascadas en la poesía de mis vecinos. Atrás de ellas el misterio; Moisés y sus diez mohosos mandamientos, dragones azules y ruinas marcianas sumergidas bajo el hielo.
Pero frente al tajo, justo al frente, la representación misma de la vida está en la vacía pared de ladrillos resquebrajados.
Todo puente surcado de pasajes y vecinos. Este mundo está ubicado en uno de ellos, en una casa verde planta, este mundo mismo plagado de mis placeres, una música añeja, un espejo multiplicador de lo que pase por su cara; pensamientos, amores, cigarros, risas, roces, sostenes en caída libre a la incertidumbre, chaquetas vacías, y todo lo que quieras.
Este espejo puerta hace siete veces de lámpara y siempre de ti.
Y aquí se estira y duerme el cansancio vacío de la verdad depositada en un gato.
Aquí caerán hoy todos los sueños en tus venas, hechos acuoso cristal de blues.
Ven, pasa.
Como gustaría me levantar la manga de tu chaqueta sombría y apretarte hasta que de sed se despierte la vena pidiendo un pinchazo intelectual, ese quiero darte muchacho, ideas opiáceas de un universo ajeno.
¡Que la desgracia caiga sonriente en una jeringa y te haga cosquillas en la nuca, despeje tu pecho de poleras y tu pelo se vuelva lacio y sabio bajo su oscuro color de músico.
Desnudo te quiero frente a mí.
Desnudo en el crudo clima del amor
Desnudo bajo mi mirada infinitamente fijada en ti
Desnudo frente a los látigos lacerantes de los autos, los ladrillos, la gente ceñuda y su sendero diario e inconciente.
No nene, eso no.
Pero que tu cinturón descargue su castidad en el suelo y te deje libre bajo mi baile,
Que los escritores y los músicos protejan el patio, mientras rozamos la fiebre entrópica del jazz de nuestros cueros
¡YA! Basta, dobla la esquina de este escrito
Otra vez el tajo, el barrio, tu brazo inflamado sobre mi espalda. A lo lejos (hagamos un zoom) el grisáceo cielo y los ratones con alas,
Aquí cerca, el universo, la música y vos.

Texto agregado el 12-08-2009, y leído por 88 visitantes. (0 votos)


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