BIENAVENTURADOS LOS INOCENTES

Hay olvidos que se quedan para siempre.
Se esconden en la joroba del buitre, o en
en el último estertor del degollado. Urgen
un espacio cómodo para su gula insaciable.

La memoria, esclava inocente, descubre
la falacia. Un latigazo demorado decreta la
cesación. Pero ella sorprende por su coraje.
Bálsamos del subconsciente curan los tajos.

Dicen que dicen que el descuido los disfraza.
Es una mascarada inútil. Hiede por la boca
frases pavorosas: “Usted me recuerda algo…
tengo que volver a recoger llantos. Permiso.

Pesca con “mediomundo” y recoge al barrer,
pero el olvido no es caritativo y selecciona.
Muchas penas vuelven al mar. Éste sí lo es,
pero en cierta forma: Cumple con lo que le piden.

Hay quien changa de enterrador. El buitre
agita sus plumas y mete la cabeza en su giba.
En cierto momento de la noche cesa la luz,
una lechuza grazna. Patas ansiosas rasguñan.

Un rezo, un canto, una plegaria o el santo sudario
admiten, sacrosantos despliegues de tranquilidad.
Sin embargo el asesino, el rapaz desconfían del
agua bendita. ¡Al carajo…tú Cristo y tus clavos¡

Te cambio mis olvidos por tus leches vitales,
es un favor que no puedes omitir. Ya no serás
puta. Te convertirás en vírgen con pancarpia.
Hecho: Con la condición que me lleves contigo.