Una noche inolvidable

No podía dejar de pensar en él, pues era muy importante para mí. No pasaba ni una noche sola, él siempre estaba ahí, conmigo. Además, me hacía mucha compañía, no quería separarse de mí ni un segundo. Pero siempre estaba haciendo cosas que yo no le veía mucho sentido: empezaba a dar vueltas por mi cuarto haciendo cosas absurdas, era como un baile de lo más estúpido. Quería que me mostrara un poco más simpática con él, pero no lo conseguía, porque era mi primera vez y estaba muy nerviosa, nunca me había pasado algo así.
Me decía cosas al oído y eso me inquietaba más aún; me decía tantas cosas que nunca podía entenderle nada, pero eso no me importaba, en ése momento sólo quería que dejase de hacer semejantes tonterías.
El problema era que no sólo hacía eso, a veces le tenía miedo porque me hacía cosas que no me gustaban en absoluto, y luego me dejaban señales por todo el cuerpo, que, además de dolorosas eran bastante duraderas y permanecían varios días en mi piel, siempre con la misma desagradable sensación.
Él no significaba nada para mí, sólo era uno más. Pero cada vez, se iba convirtiendo, más y más, en mi peor enemigo, ¡no dejaba de molestarme! No conseguía quitármelo de encima, era un plasta. No sabía qué hacer para defenderme, estaba tan nerviosa que no podía pensar en qué tenía que hacer, aunque no sería muy difícil porque yo era más fuerte que él, pero menos ágil.
A pesar de muchos intentos nunca conseguía cogerle para darle su merecido, y eso me ponía más nerviosa. Hasta que, sin pensarlo dos veces, cogí la figurita de la virgen que tenía encima de la mesa ¡y le dí con fuerza! Cayó muerto al suelo derramando un poco de sangre y quedé aliviada, porque no me dio ninguna pena aquel maldito mosquito.

FIN