La Novia de la Boulevard
Llego al país de la misma forma que todos lo hicimos, a través de las deudas infinitas, de grandes conciencia de solidaridad y buenas intenciones. La acogieron sus compatriotas en una de las caletas de cama caliente, pero el Víctor como tenia la suya propia, se hizo espacio y la metió a su lado. Buena voluntad no era, porque luego en las noches se reconocía por los quejidos que también se la metía, pero a ella como que no le gustan, no lo disfrutaba. Pero qué más podía hacer una niña de figura esbelta piel tersa y dorada pelo rizado ojos endiablados, -mona para mejor definirla-, si no tenía ni plata, ni casa; ni familia, ni trabajo, quizás eso era lo mejor que podía hacer por el momento, pues a la final, la memoria es manipulable y si uno quiere borra lo innecesario. Pero no es de alarmarse por esto, pues así comienzan muchas de las historias de quienes se lanzan a cruzar la Northern Boulevard en busca de camello para subsistir e ilusionar su realidad.
No era la única mujer en la casa, pero si era la más buena de todas, y joven, pues las otras ya estaban viejas, achacadas y no tenían gracia alguna. Incluso estaban celosas de su presencia, y de que cada vez que ella pasaba por sus camas, a sus hombres en la mirada, se les dibujaba la cordial invitación de introducirla en ella. No sé si las otras terminaron por acostumbrarse, pero nunca dijeron nada en contra de ella.
Casi no la veía en la casa por el problema de los horarios, pero la primera vez que verdaderamente entable una conversación con ella, fue la noche en la que el Víctor no llego a dormir en la casa, la misma noche que me despidieron del trabajo por no tener documentos. Me hablo de su tierra, de sus padres y de su familia, de su novio, aunque del tipo ese prefirió no hablar, algo en eso le cambio el ánimo. Pensé que la estaba aburriendo, pero me dijo que no, que en verdad quería seguir hablado conmigo, pero que ya no en la cocina. Me invito a su cuarto, bueno aunque con la privacidad de viaje, pues las paredes estaban hechas de sabanas y cortinas, por lo tanto todos podían escuchar, mejor, le desee buenas noches y me fui a dormir.
No sé cuánto tiempo paso desde que la deje en su cama, pero de pronto escuche que la puerta se habría, unos pasos se dirigieron al cuarto de Yadira, supuse que era el Víctor, que llega borracho y con ganas de cogérsela. No se escucho nada más. Me dormí. Su cama estaba a unos cinco metros de distancia de la mía, pero el silencio fue total. Al amanecer, no había nadie más en su cama, solo estaba ella, pero sin embargo traía el semblante de alguien que no durmió por circunstancias del quehacer sexual. No dijo nada, no saludo, tomo su bolsa y se fue a su trabajo. Me quede solo, pensando en la situación, tratando de convencerme de que el Víctor como nunca, madrugó al trabajo a pesar de la perra chuchaquera que se cargaba, y que en esos mismo instantes ya debía de haberse caído de por lo menos el quinto piso de la construcción por culpa de la mala noche y el ron.
Conforme se terminaba el día, los habitantes de la casa iban llegando, Yadira también hacía su aparición, y detrás de ella el Víctor, que por cierto apenas regresaba de cumplir el doble turno que le tocaba. Me quede pensando en el visitante nocturno. Ese fue el día en que por primera vez ella llego con ropa, aretes, bolso nuevo y una sonrisa de distinta en la cara. Me quede pensando en el visitante nocturno, otra vez. No dijo nada. La noche llego y todos fuimos a dormir, pero esa noche nadie abrió la puerta, ni se dirigió hacia la cama de Yadira. Yo, dormí en paz el resto de la semana.
Los días transcurrían, y nuevamente el Víctor debía cumplir su doble jornada. Me dormí sin preocuparme de nada, pero a la madrugada otra vez la puerta se abrió, los pasos se dirigieron a la cama de Yadira con la misma sigiles de la ves anterior, escuche unos revolcones y al amanecer otra vez ella con cara de abatida, silenciosa indiferente. Quería preguntar a los demás si habían escuchado algo, pero nadie presentaba signos de curiosidad, me calle. Entonces empecé a contar los días, a espera al invisible visitante nocturno, se repetía la escena. Sentí lastima por el Víctor, aunque nunca me agrado su personalidad. Ella continuaba los días como lo más normal, en su cama había grandes secretos.
Una de las noches en las que el visitante nocturno debía llegar, atranqué la puerta, entonces con la misma sigiles tome su papel, me conduje hasta su cama, nervioso del futuro que me esperaba, quizás rechazado acusado golpeado o quizás recibido callado amado. Era incierto. Estaba allí. Ella desnuda como las piedras, me estaba esperando. ¿Por qué tardaste tanto? pregunto. Todos han venido, menos vos, me han amado según ello, me han querido, me han premiado, y vos distante. Me quede sin entender, la rigidez de mi miembro colapso por la tristeza de saberla ajena, de todos. Pero ella estaba en su territorio, en su verdadero lugar de trabajo. Me tomo de la mano, me introdujo en la cama, me abrazo y se durmió a mi lado. Al siguiente día, por primera vez en su vida amaneció con alguien.
Desperté, tome mis cosas y me fui de ese lugar para siempre, no dije nada. Ella y todos los demás se quedaron, repitiendo una y otra vez la misma pintura, fingiendo que nada pasaba. Un día en mi necesidad de buscar trabajo compre un periódico. Lo ojeaba mientras pasaba el tiempo en la esquina de la 74 Ave., de pronto reconocí su rostro, el de Yadira, estaba en el titular de una noticia que decía “Crimen pasional deja como saldo a una mujer y dos hombres muertos”. Estaba allí, fría, sola, con su mirada desorientada, infinita en el viaje de una historia que nunca le perteneció.
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